¿Cómo ser una empresa admirada?

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Salvador Alva, Presidente del Tec de Monterrey

El pasado martes 18 de febrero, en el marco del programa del Tec Beyond, tuve la oportunidad de estar en el Campus Monterrey, en la conferencia que impartió el Ing. Salvador Alva Gómez, Presidente del Tecnológico de Monterrey, titulada “¿Cómo ser una empresa admirada?”. En dicha plática, la persona que ha sido responsable de la transformación que ha llevado a cabo el Tec de Monterrey en los últimos 9 años, nos compartió muchos conceptos importantes, y quiero aprovechar este espacio para transmitirlos a ustedes.

Salvador Alva comenzó diciéndonos dos cosas: la primera es que el diferenciador de una empresa se da en la cultura organizacional de la misma, ya que ésta constituye su huella digital; la segunda es que las empresas deben tomar decisiones colegiadas, no sólo en base al criterio de una persona (que generalmente es el jefe). Por ello es de vital importancia el contratar y retener talento. Si vas a compartir la toma de decisiones con otros, pues que sea con los mejores.

Posteriormente nos preguntó que cual es el objetivo de una empresa, si es competir para ser el mejor o si debe ser el transformarnos para ser únicos. Muchos caímos en el error de decir que debe ser competir para ser el mejor, pero no es así, ya que el peor error que una empresa puede cometer es competir en la misma dirección que sus competidores. Las empresas deben esforzarse por ser únicas y diferenciarse de las demás. Respecto a este punto nos debemos preguntar ¿Qué es lo que estoy haciendo que haga que mi empresa sea única?

1500x844_transformacion_digital_peruPosteriormente nos comentó que en esta última década, con la transformación digital, se está creando valor en las empresas de una manera no vista antes. Predijo que en los próximos 10 años el 40% de las empresas que ahora existen habrá muerto; y que para el 2027, el 75% de las empresas que ahora aparecen en el listado de “Fortune 500” serán reemplazadas.

Habló de la importancia del cambio y lanzó la pregunta ¿Por qué las organizaciones se resisten al cambio? La respuesta es que a las empresas le da miedo el cambiar los paradigmas que crearon el éxito en el pasado. Dijo que el cambio es fundamental, pero desafortunadamente el 90% de las empresas se ven forzadas a cambiar por circunstancias extraordinarias (el 60% cambia porque se fueron a la bancarrota y el 30% porque están en crisis), y sólo el 10% cambian porque han modificado su visión de negocios.

Luego lanzó la pregunta de ¿Qué es un paradigma? La respuesta es que es una creencia que se acepta como verdadera y es la razón que hace que la gente se resista al cambio y a las nuevas ideas. Nos explicaba que cualquier creencia que no alcanzamos a ver o entender es para nosotros una “distorsión” y que por lo tanto lo natural es que nos resistimos a ella. Por ejemplo, ¿Por qué debo cambiar la forma de atender a mis clientes, si como lo he hecho hasta ahora me ha generado crecimiento en mi empresa y riqueza? Este tipo de mentalidad de algunos empresarios, es lo que se debe cambiar.

Libro_6Después de esta interesante introducción nos explicó el tema central de su charla: ¿Qué es lo que hace que una empresa sea admirada? La respuesta va en tres sentidos: 1. Es una empresa que tiene un propósito de servir a un cliente, ofreciéndole productos que lo sorprenderán; 2. Su personal considera que es el mejor lugar para trabajar; y 3. Le genera muy buenos rendimientos a sus accionistas. Pero para lograr esto se deben primero cumplir tres pre-requisitos. El primero es que se debe seleccionar correctamente al líder, ya que el líder te lleva a dónde los demás miembros del equipo no irían solos. En toda organización entre el 10% y 20% del personal apoya el cambio, pero entre el 10% y 20% se resiste el cambio.  El segundo pre-requisito es que se debe tener bien claro que el único jefe son los públicos a los que servimos….y que para ello el líder debe ser un coach (orientador). La parte más difícil de toda organización es invertir la pirámide organizacional y poner hasta arriba al consumidor y al personal de línea. El tercer pre-requisito tiene que ver con el hecho de que para lograr todo lo anterior debes tener un equipo directivo de alto desempeño. Para ser el mejor debes rodearte de los mejores.

Dicho lo anterior, Salvador Alva lanzó la pregunta de ¿Por qué debemos competir para ser únicos? Señala que la diferenciación e innovación determina la rentabilidad de una empresa, entre más innovador seas en tu empresa, mayor será la rentabilidad de tu negocio. Nos exhortó a buscar “océanos azules”, un concepto que explicaré más adelante. Señaló que para las empresas de ahora en día, aproximadamente el 75% del valor de una empresa consiste de bienes que son intangibles, tales como el conocimiento y talento de su gente. Es decir, una empresa ahora vale por lo que sus empleados son capaces de hacer, no por lo que vende o lo que gana. Por ello es muy importante la cultura de contratación del departamento de recursos humanos, así como la responsabilidad que se le da a la persona en la toma de decisiones.

Respecto a la pregunta de ¿Cómo es que una empresa será exitosa en un “océano azul”? Salvador Alva señala que existen tres niveles, y uno debe preguntarse lo siguiente: ¿Tengo el poder de cambiar las expectativas tradicionales de mis clientes?, ¿Tengo la capacidad de cambiar las ventajas competitivas del mercado?, y ¿Tengo la fuerza suficiente para cambiar las reglas del juego del mercado? Si tienes la fortaleza y capacidad para lograr lo anterior, sin duda incursionarás en un “océano azul” lleno de posibilidades para crecer tu empresa.

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Nos dijo que las empresas deben siempre aprender, pero sobre todo deben aprender de los “no clientes/consumidores”. Y es que las empresas viven en su mercado actual con su participación de mercado, pero deben buscar expandirse en tres niveles: Primero, con los consumidores irregulares (los que un día te compran y no sabes cuándo te volverán a comprar); segundo con aquellos que se niegan a utilizar lo que la industria ofrece; y tercero con quienes jamás han considerado consumir lo que la industria ofrece.

Una gran reflexión fue que en el futuro sólo habrá dos tipos de organizaciones: las rápidas y las muertas. Esto me recuera lo que vimos hace unos meses en el Congreso de APIMEX de Puerto Vallarta, en el cual se hizo mucho énfasis en que en el pasado la organización grande se comía a la chica y ahora la empresa rápida se come a la lenta.

Para las empresas el encontrar los ciclos es crítico para adaptarse al cambio. La empresa tradicional pasa por tres etapas: la primera es la de nacimiento, la segunda es la de tener y disfrutar el éxito; y la tercera es la de enfrentar la disyuntiva de crecer y cambiar. El cambio es fundamental. Todo cambia y los ciclos de los negocios se vuelven cada vez más cortos, inclusive este fenómeno lo vemos con los imperios económicos, cuya duración se ha acortado. El poderío de Grecia duró 1,500 años, el de Roma fue de 1,200 años, el del Imperio Bizantino fue de 1,000 años. A España su poderío le duró 400 años, a Francia apenas 70 años, al Reino Unido 60 años, a los EE.UU. solo 50 años y todo parece indicar que a China tal vez 40 años.

En el plano de las empresas, Salvador Alva nos dijo que hemos creado un mundo físico, con organizaciones caras y lentas. Tenemos proveedores que le venden a los fabricantes, quienes a su vez le venden a comerciantes que le venden al consumidor final. Es una cadena muy larga en la que entre el 80% y 90% de las actividades no generan valor o algún valor agregado para el consumidor final.

Ahora en día hay dos tipos de organizaciones que hemos creado: Por un lado están las orientadas a la tarea, las cuales son lentas, inflexibles, costosas, tienen clientes insatisfechos y personal desmotivado. Por otro lado, están las organizaciones que tienen sus procesos enfocados en generar valor al cliente. Estas organizaciones son rápidas, flexibles, eficientes, están centradas en el cliente, son confiables y tienen gente que está motivada.

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Salvador nos comentó que el gestionar la cultura es el mayor desafío y para lograr esto se deben cumplir tres etapas. En primer lugar se debe alinear la visión de la organización. Esto implica la visión, los diferenciadores, estrategias y las iniciativas estratégicas. El segundo aspecto es el deber de alinear la organización. Debes buscar una organización basada en procesos, una que esté orientada a los públicos que servimos. Por último, debes alinear la cultura, lo que tiene que ver con los valores y la transformación cultural que debes emprender.

Nos recalcó que la innovación es muy importante porque el cliente sólo está dispuesto a pagar por las actividades de la empresa que agregan valor. En este aspecto, la cultura organizacional juega un papel por demás importante y por ello el ajustar la cultura es el gran reto ante el cambio tecnológico. Si no somos capaces de cerrar la brecha entre la tecnología (que crece de manera exponencial) y la cultura (que crece de manera lineal) jamás lograremos la transformación de nuestras empresas. Este reto es por demás mayúsculo.

Las empresas deben crear en lo interno una cultura de emprendimiento e innovación, lo cual requiere ajustar al menos nueve aspectos: 1. Roles y autoridad, 2. Métricas y recompensas para el personal; 3. Diseño del trabajo y tecnología; 4. Valores, normas, lenguaje; 5. Espacios físicos y ornamentación; 6. Horarios rígidos o flexibles; 7. Políticas y protocolos de diversidad e inclusión; 8. Poder, status y títulos de cada uno de los puestos; y 9. Códigos de comportamientos y vestimenta.

En este sentido nos recordó que las personas logran el 97% de sus mejores ideas cuando se están bañando, antes de dormir, cuando no hacen nada, mientras caminan, cuando meditan, en vacaciones o en la playa. Por su parte, sólo el 3% de las mejores ideas surgen cuando la gente está en el trabajo. ¿Dónde quieres que estén tus empleados todo el tiempo?

Nos comentó que el cambio en la empresa requiere mucho tiempo del líder: Si quieres ser el mejor entonces dedicarás poco tiempo a crear, poco tiempo a aprender y mucho tiempo a ejecutar; pero si quieres ser diferente entonces dedicarás mucho tiempo a crear, a aprender y a ejecutar.

Cerró su plática diciéndonos que hay cuatro pasos para ser una empresa admirada. Dichos pasos consisten de: primero, tener una visión única y construir ventajas competitivas; segundo que tengas una organización rápida con PROCESOS AL CLIENTE que le den el poder a la gente de línea; tercero entender que el rol del líder debe cambiar de jefe a facilitador/entrenador; y cuarto nunca olvidar que el cliente es y será el único y verdadero jefe.

Fue una conferencia extraordinaria, les tenía que compartir mis notas. Espero sea de su agrado.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

¿Puede el coronavirus impulsar a la planta productiva nacional?

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El COVID-19 visto en microscópico de electrones

El coronavirus o COVID-19, que al momento de escribir estas líneas ha infectado a más de 69 mil personas y matado a 1,671, es ahora en día la mayor amenaza real para el crecimiento económico mundial en 2020. Los escenarios y pronósticos de crecimiento económico pronto comenzarán a ser revisados a la baja y una desaceleración global, sin duda le afectará negativamente a la economía mexicana porque una menor tasa de crecimiento significa menor aumento de exportaciones y precios más bajos de materias primas como el Petróleo. Sin embargo, existe la posibilidad de que este organismo microscópico haya abierto la posibilidad para que muchas empresas grandes y pequeñas de México, tengan un mejor desempeño económico este año respecto del 2019. En esta entrega explico por qué.

En múltiples ocasiones he destacado el problema crónico que sufre México por su excesivo y creciente déficit comercial con las naciones asiáticas. Para ilustrar esto tenemos que de acuerdo con el INEGI, mientras que en el año 2012 el déficit comercial de México con las naciones asiáticas fue de -96.388 miles de millones de dólares (mmdd), en el 2018 subió hasta -135.802 mmdd y en los primeros once meses de 2019 (dato más reciente al escribir estas líneas) fue de -129.909 mmdd, lo que hace prever que el dato oficial cerrará en unos -140 mmdd. El país que es responsable de más de la mitad del desequilibrio comercial con Asia es China, nación  con la que tuvimos un déficit comercial de -51.215 mmdd en 2012, luego de -76.081 mmdd en 2018 y de -69.867 mmdd en los primeros once meses de 2019, lo que hace pensar que el dato oficial será de unos -75.0 mmdd al cierre del año que recién terminó.

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Peña Nieto y Xi Jinping se reunieron en al menos tres ocasiones a hablar sobre el comercio bileteral.

En el discurso, México ha tratado de remediar este creciente déficit comercial con China y muestra de ello es que en el sexenio pasado el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el presidente chino, Xi Jinping, se reunieron en al menos tres ocasiones. Después de cada encuentro se emitieron sendos comunicados de prensa destacando la disposición de China a comprar más productos mexicanos, pero como se puede observar con las estadísticas, el problema comercial de México a lo largo del tiempo no sólo no mejoró, sino que empeoró. Es verdad que entre 2012 y 2018 las compras de China de productos mexicanos aumentaron en 1.708 mmdd, pero también es verdad que en el mismo periodo las compras de México de productos chinos aumentaron en 26.6 mmdd.

Si consideramos que en la actualidad el PIB nominal de México es de 25 billones de pesos y un tipo de cambio de 19 pesos por dólar, eso significa que el PIB de México es de aproximadamente unos 1.315 billones de dólares, lo que entonces implica que el déficit comercial con las naciones asiáticas (estimado en unos -140 mmdd en 2019), equivale al 10.64% del PIB, mientras que el de China, (estimado en unos -75 mmdd en 2019), representa el 5.70% del PIB.

Todo lo anterior implica que si México instrumentara políticas públicas que le permitieran disminuir en 10% las importaciones originarias de Asia y sustituirlas por producción nacional, entonces ese sólo hecho haría que el PIB de México aumente en 1.22 puntos porcentuales. Es decir, sin hacer nada extraordinario, el sólo hecho de dejar de comprarle a las naciones asiáticas el 10% de lo que ahora les compramos y reemplazarlo con producción nacional, sería un formidable impulso para nuestra actividad económica. Desde luego, que estas cifras no consideran el contrabando y la subvaluación de mercancías en las aduanas del país. Si se combatieran frontalmente estos dos grandes delitos, el impacto positivo para la planta productiva nacional sería mucho mayor.

La realidad es que México no ha instrumentado una política de sustitución de importaciones originarias de Asia, ni ha dado un combate frontal a las importaciones ilegales, por lo que el problema comercial no solo subsiste sino que cada vez es peor. Pero afortunadamente para la planta productiva nacional eso podría cambiar gracias al COVID-19 o mejor conocido como el coronavirus.

Para comenzar a ilustrar esto tenemos que hace unos días comenzó a circular en redes un video de MVS Noticias, en el que se relata como el coronavirus ha impedido que el grupo delincuencial de los Marco Polos, asociado a la Unión Tepito, pueda viajar a China a realizar las compras de mercancía, mucha de la cual es pirata, y que entra por contrabando por la frontera sur de México. Se menciona en la nota que esta mercancía ya escasea en comercios formales e informales del Centro Histórico de la Ciudad de México.

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Complicado hacer negocios con China por el COVID-19

De esta manera, tenemos que gracias al COVID-19, diversos negocios del Centro Histórico de la CDMX, y de muchas partes del país, ya han dejado de vender algunos productos chinos, lo cual sin duda debería impulsar la comercialización y consumo de algunos productos nacionales.

Y así como el COVID-19 ha impedido que grupos de contrabandistas puedan ir a China a hacer sus negocios, también ha dificultado que compradores de negocios mexicanos formales puedan ir a la nación asiática a hacer sus negocios. De hecho, el Director del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Fernando Ruiz, recientemente advirtió que sí se intensifica la propagación del coronavirus se podría afectar a las empresas mexicanas que utilizan insumos provenientes de China, como componentes electrónicos, eléctricos y acero, entre muchos otros.

Esto, para muchos comercializadores, puede representar un grave problema y sin duda les puede ocasionar grandes pérdidas por pedidos ya comprometidos de clientes nacionales que no podrán ser surtidos. Pero al mismo tiempo abre las posibilidades de incrementar la compra y producción nacional de ciertos insumos y productos.

Hace unos días un fabricante de insumos para el sector calzado me comentaba que durante la primera quincena de febrero de este año sus pedidos y ventas han aumentado de manera importante, ya que sus competidores, muchos de los cuales traen insumos de China, comienzan a tener dificultades para aceptar pedidos. Esto por los retrasos que comienza a haber en los trámites y en las embarcaciones de los productos originarios de aquella nación con motivo del temor que despierta el coronavirus.  Los recuentos periodísticos dan cuenta de que en China se están atrasando embarques, que algunas mercancías no llegan a los puertos porque no hay personal o movimiento terrestre para llevarlos. De hecho el sitio de internet diarioelcanal.com advierte que “en cuanto a las importaciones provenientes de China se prevén retrasos en las entregas que se hayan expedido después del inicio del Año Nuevo Chino a causa del cierre de las aduanas de este país, hecho que puede provocar problemas de provisionamiento para las empresas. Una vez desbloqueada esta situación se prevé que el coste del transporte se incremente a causa de la gran demanda y la limitada oferta de navieras”.

Dado lo anterior la gran pregunta es si el grueso de la planta productiva nacional está en condiciones de hacer frente a la oportunidad que representa la posible disminución de importaciones legales e ilegales (de productos terminados y de insumos) originarias de China, y de igual forma poder abastecer una mayor demanda de productos por parte de Estados Unidos, dadas las dificultades que ellos también enfrentan de importar desde China. La pregunta es relevante porque el año pasado, pese a los aranceles punitivos que impuso Estados Unidos a China y que la economía estadounidense creció a una sólida tasa del 2.3%, nuestras exportaciones hacía dicho país sólo crecieron en 3.60% en los primeros once meses de 2019. Esto es evidencia de que en muchos sectores manufactureros no pudimos sustituir a China como proveedor de Estados Unidos. Ahora parece haber una nueva oportunidad.

China-coronavirus-1-640x400Lo que debemos tener claro es que si las fábricas mexicanas son capaces de abastecer los insumos que se dejen de importar de China a precios competitivos, se generará la ansiada sustitución de importaciones y se impulsará el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en beneficio de la creación de empleos bien remunerados.

Y es que las importaciones originarias de China, formales o contrabandeadas, cuando vienen con precios excesivamente bajos por sus economías de escala o por la política de subsidios que llevan a cabo, son las que en muchas ocasiones impiden que las fábricas en México puedan pagar mejores salarios.

Por ejemplo, en el caso del sector calzado en el 2019, de los 102 millones de pares importados, el 41% de las importaciones se realizaron con precios por debajo de lo que se denomina Precio Materia Prima (PMP) o presuntamente subvaluadas. Estas importaciones, aunadas a las que entran contrabandeadas y no se tienen cuantificadas, ingresan al mercado nacional y son las responsables de que no se puedan pagar mejores sueldos en la industria. Esto porque el comercializador de calzado le puede decir al fabricante nacional que si no le vende a determinados precios, optará por el producto importado. De esta manera el fabricante nacional se ve forzado a vender con precios sumamente bajos, lo que imposibilita a mejorar los salarios. Este problema ocurre en infinidad de actividades manufactureras nacionales como textiles, vestido, muebles, entre muchos más.

Pero ahora con el COVID-19 y las dificultades para importar productos desde China, se abre la posibilidad de fortalecer las cadenas productivas nacionales, reactivar la proveeduría nacional de productos terminados y de insumos, y aumentar la creación de empleos. Es de esta manera que es posible que un virus, que complica las importaciones desde China, podría hacer más por la planta productiva nacional que las políticas públicas implementadas por el actual gobierno federal, cuyo resultado del primer año de actividades fue el de un decrecimiento económico de -0.1% en 2019.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

La deuda pública en el sexenio de EPN vs el primer año de AMLO

Hace unos días la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) dio a conocer los saldos de la deuda pública de México al cierre del 2019 y hay relativamente buenas noticias. Esto porque contrario a la desastrosa gestión de las finanzas públicas durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el primer año de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador resultó de una evolución ordenada del saldo de la deuda pública, tal y como veremos en esta entrega.

La deuda pública en el sexenio de Enrique Peña Nieto

Al cierre de diciembre de 2012 el saldo total de la deuda neta del sector público fue de 5.352 billones de pesos, pero durante el sexenio de Peña Nieto dicho saldo aumentó hasta los 10.829 billones de pesos al cierre de 2018, lo que representa un incremento de 5.477 billones de pesos o bien, un 102.3% de incremento nominal. Este ritmo de aumento implica que con Peña Nieto el país se endeudó a razón de 912.8 miles de millones de pesos (mmdp) al año, cifra equivalente a ¡2.499 miles de millones de pesos diarios! El tamaño de este número es enorme, por lo que queda más claro si decimos que en el sexenio pasado el ritmo de aumento de la deuda total del sector público fue de 104.2 millones de pesos por hora o 1.73 millones de pesos por minuto.

Deuda pública

Cabe señalar que la totalidad de la deuda del sector público está compuesta por la deuda del gobierno federal más la deuda de empresas públicas como PEMEX y CFE, así como de la deuda de otros organismos como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Si consideramos que en el cuarto trimestre de 2012 el PIB nominal fue de 16.4 billones de pesos y que en el mismo trimestre de 2018 éste fue de 24.3 billones de pesos, esto implica que el saldo de la deuda neta del sector público pasó de representar el 32.7% del PIB en 2012 a representar el 44.6% del PIB en 2018. Queda claro pues que en el sexenio Peñista, el peso de la deuda aumentó en 11.9 puntos porcentuales del PIB, lo que implica un incremento de casi dos puntos porcentuales del PIB por año. Si tomamos en consideración que la economía mexicana creció en promedio a una tasa de 2.4%  durante el periodo de 2012 a 2018, pues con las cifras del aumento de la deuda pública queda claro de donde salió buena parte del impulso económico que vivimos. En otras palabras, podemos hipotetizar que si Peña Nieto no hubiera endeudado al país como lo hizo, la economía mexicana prácticamente no habría crecido.

Producto del incremento desordenado del saldo de la deuda total del sector público, aunado al aumento en las tasas de interés en México, es que el costo financiero de ésta se elevó de manera considerable. En el 2012 dicho costo fue de 305.118 mmdp y para el 2018 éste ascendió hasta los 615.040 mmdp, lo que implica un incremento de 101.57% en el pago de intereses. Este incremento en el costo financiero de la deuda significa que comparado con el 2012, en 2018 el sector público federal tenía unos 309.922 mmdp menos disponibles para atender los grandes rezagos del país en materia de infraestructura, seguridad, combate a la pobreza, desarrollo regional, entre otros.

La deuda pública en el primer año del sexenio de AMLO

Como se señaló líneas arriba, al cierre de 2018 el saldo de la deuda pública de México fue de 10.829 billones de pesos, mientras que al 31 de diciembre de 2019 dicho saldo fue de 11.027 billones de pesos, lo que significa que en el año que recién concluyó el saldo de la deuda neta pública aumentó en apenas 197.6 mmdp o en un 1.8% nominal. Si tomamos en consideración que el PIB mexicano fue de unos 25 billones de pesos a cierre de 2019, entonces queda claro que el saldo de la deuda pública como porcentaje del PIB bajó ligeramente a 44.1%.

Resulta evidente que este ritmo de endeudamiento es apenas un 20% de lo que fue en el sexenio de Enrique Peña Nieto, lo cual son buenas noticias para México. Haber roto la inercia de endeudamiento irresponsable de los seis años anteriores.

Es importante destacar que es verdad que el año pasado el gobierno federal tomó más de la mitad de los recursos, unos 125 mmdp, del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), para compensar la caída de los ingresos por impuestos y petróleo en el ejercicio fiscal 2019.

Y es que en el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, los ingresos tributarios fueron menores en 108.75 mmdp respecto a los esperados de 3.311 billones de pesos; mientras que los ingresos petroleros llegaron a 955.55 mmdp, casi 89.9 mmdp menos de lo esperado. Este faltante se compensaría con más deuda pública o utilizando los recursos del FEIP. El gobierno de AMLO optó por lo segundo probablemente porque López Obrador prometió en campaña no endeudar más a México y que el saldo de la deuda aumentaría en función de la inflación, algo que si cumplió en 2019.

Supongamos que no hubieran tomado los recursos del FEIP, entonces hubieran tenido que compensar la caída en la recaudación fiscal con más deuda pública. En este caso, pues la deuda del sector público hubiera crecido en 2019 en unos 322 mmdp (125 mmdp adicionales a los 197.6 mmdp en que aumentó el saldo de la deuda neta total). Esta cifra de cualquier manera está muy por debajo del casi billón de pesos que nos endeudó por año el presidente Peña Nieto.

No obstante que la deuda del sector público creció a un ritmo mucho menor en 2019 respecto de los seis años anteriores, el costo financiero de ésta llegó a su nivel más alto de la historia. En 2019 el sector público federal destinó 666.5 mmdp a pagar los intereses de la deuda, lo cual es 8.36% nominal más alto a lo pagado en 2018. Si tomamos en consideración que el gasto neto total por parte del sector público fue de 5.786 billones de pesos en 2019, entonces queda claro que el 11.5% de los gastos totales se destinan a pagar intereses de la deuda, en lugar de servir para abatir los rezagos mencionados líneas arriba.

Costo de la deuda 2019

Consideraciones finales

Si bien el manejo económico del país que ha llevado a cabo la administración del presidente López Obrador deja mucho que desear, ya que la economía ha entrado en recesión acumulando tres trimestres consecutivos con caídas anualizadas del PIB, en materia de finanzas públicas el manejo ha sido mucho más responsable que el de la administración del presidente Peña Nieto.

López Obrador y su Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, han sabido mantener a los inversionistas financieros tranquilos, así como a las calificadoras de riesgo. Muestra de ello es que el riesgo país de México cerró el 2019 en un nivel de 177 puntos base, con lo que acumuló en dicho año una disminución de 64 puntos. De igual forma, el pasado mes de diciembre de 2019, la agencia calificadora de riesgos, Fitch Ratings, nos mantuvo la calificación en un nivel de grado de inversión BBB con perspectiva estable.

Ahora el reto será mantener la disciplina fiscal para que el ritmo de crecimiento de la deuda del sector público se mantenga bajo. De igual forma, se debe cuidar el abatir los problemas de corrupción, inseguridad, gobernanza, Estado de derecho y la debilidad en la plataforma petrolera de Pemex. Si no trabajamos en estos aspectos, eventualmente nuestro país lo resentirá en la forma de la pérdida del grado de inversión. López Obrador ha demostrado tenerle respeto a las calificadoras de riesgo, y por eso se ha esforzado por mantener la disciplina fiscal, ojala que no lo eche a perder por no atender estos problemas.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

Los costos económicos globales por el coronavirus

China-coronavirus-e1580162861299La semana que recién concluye estuvo llena de noticias intensas. El Reino Unido abandonó la Unión Europea, después de 47 años de haber sido parte de este enorme bloque económico; Estados Unidos anunció un nuevo plan de paz en Medio Oriente, que por cierto no gustó a los Palestinos; y el Senado estadounidense adelantó su juicio político contra el presidente Trump, quien sabemos que la semana que viene será exonerado dado que no se autorizó llamar a testigos a poder declarar.

En México el INEGI dio a conocer que con cifras originales y en su estimación preliminar, el Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país disminuyó -0.3% en su comparación del cuarto trimestre de 2019 respecto al mismo trimestre de 2018. Con esto México se encuentra en recesión, ya que acumula tres trimestres consecutivos con caídas anualizadas (-0.9% en II/19, -0.3% en III/19 y -0.3% en IV/19) y cierra el 2019 con una caída preliminar de -0.1% en su PIB anual. Desde luego que el presidente López Obrador dijo que él tiene otros datos y que aunque haya caído el PIB, la población está mejor, entre otras tantas cosas que no merecen mayor comentario por parte de esta columna.

No obstante todo lo anterior, mejor he decidido dedicar mi columna semanal a otro tema: los costos globales y amenaza por la epidemia de coronavirus. Y es que no es demasiado pronto para contemplar las posibles consecuencias de este virus, que se cree que se originó en un mercado de vida silvestre de Wuhan y que ya ha resultado (al momento de escribir estas líneas) en 305 muertes y 14,677 casos confirmados en 19 regiones de China y 25 países alrededor del mundo. Los casos ahora incluyen transmisiones de persona a persona en los Estados Unidos, y una advertencia de nivel cuatro del Departamento de Estado de “no viajar” a ninguna parte de China.

Image1Recuerdo que hace apenas una semana hacía mención en mi comentario editorial que China estaría muy contenta por su acuerdo comercial con Estados Unidos, el cual bajaría los aranceles punitivos impuestos por el presidente Donald Trump de un 15% a un 7.5% a partir del 14 de febrero de este año. Pero en una semana bastantes cosas cambiaron y parece que el arreglo con Estados Unidos será poca cosa comparada con lo que se necesitará China para impulsar su economía en el contexto de una crisis del coronavirus que se sale de control.

Muchos han comparado la epidemia de SARS del 2003 con lo que sucede actualmente, pero el impacto en la economía mundial ahora será mucho mayor dada la importancia de la economía china en la actualidad. En un artículo publicado en el portal de Forbes y titulado “China entonces y ahora: ¿Por qué el coronavirus es una amenaza mayor para la economía mundial que los brotes anteriores?” se menciona que hace dieciséis años el virus del SARS infectó a más de 8,000 personas y mató a 77, por lo que las cifras de contagio y muerte por coronavirus ya rebasaron por mucho a las del SARS, lo que ha generado temor en todo el mundo y no se tiene ninguna vacuna a la vista.

Es así que es probable que el coronavirus tenga un mayor impacto económico que los brotes anteriores gracias a una economía china que continua registrando rápido crecimiento y que ahora mantiene lazos comerciales más profundos con los Estados Unidos. En 2003, cuando llegó el virus del SARS, el PIB de China era de $1.6 billones. Hoy, el PIB de China ronda los $13 billones de dólares, lo que la ubica como la segunda mayor economía del mundo.

Durante ese período, China ha sido un centro de atracción de inversiones y crecimiento para las empresas estadounidenses que buscan formas de aumentar su rentabilidad. Ahora esas compañías están en la primera línea de una creciente pandemia de salud. Esto implica complicaciones gigantescas en las operaciones de una enorme cantidad de empresas globales.

No cabe duda que la economía de China se encuentra entre las de más rápido crecimiento en el mundo (6.6% en 2018 y 6.1% en 2019 a pesar de los costos que le representó la guerra comercial con los Estados Unidos); sin embargo, hay crecientes preocupaciones de que la tasa de crecimiento de China para el 2020 pueda verse fuertemente impactada por la amenaza del coronavirus y que no se logre la meta de un crecimiento de 6.0%. Esto es relevante, ya que China contribuyó en 2019 con aproximadamente el 30% del crecimiento del PIB mundial. Esto significa que si la tasa de crecimiento del PIB de China se reduce a un 4.0%, la tasa de crecimiento del PIB mundial caerá en 1 por ciento.

CoronaEs así que anticipándose al impacto económico que causará el coronavirus, el Banco central de China informó que el lunes 3 de febrero, inyectará a su sistema bancario 150 mil millones de yuanes (unos 21.6 miles de millones de dólares) para ayudar a su economía a protegerse de la epidemia de coronavirus. Esta sin duda será la primera de muchas intervenciones por parte del banco central chino.

El impacto económico de la desaceleración China afectará a muchos países, tanto por el comercio internacional, como por el turismo. En 2019 el volumen total de comercio de China creció 3.4% y registró un volumen total de comercio superior a los 31 billones de yuanes (unos 4.5 billones de dólares). Es así que China se ubicó en 2019 como el mayor país del mundo en términos de comercio de artículos. Ahora, en cuanto al turismo, hemos visto que muchas aerolíneas han cancelado sus vuelos hacia y desde China, y países como Estados Unidos están restringiendo la entrada a todas aquellas personas que hayan estado en China recientemente. Si esto se prolonga demasiado, habrá un fuerte golpe a la actividad turística global. Según la consultora Nielsen, los viajes se han convertido en un indicador clave de la calidad de vida de la creciente población acomodada de China, ya que cada vez más chinos viajan al extranjero para sus vacaciones. Los turistas chinos gastaron un promedio de $762 dólares por persona en sus viajes al extranjero, mientras que los turistas no chinos promediaron $486 dólares, según una encuesta de Nielsen de 2017. En 2018, hubo 163 millones de turistas chinos, lo que representó una tercera parte de las ventas de viajes a nivel mundial.

Por otra parte, en un artículo publicado por el portal de CNBC y titulado “El coronavirus comienza a causar un impacto en la economía y política globales”, Frederick Kempe hace mención de que aún es muy temprano para valorar qué tan grande será el impacto económico del coronavirus, pero sabemos que será significativo en China y para las cadenas globales de suministro, así como para los mercados globales y varias economías nacionales. También tendrá un impacto importante en el Partido Comunista Chino, además de que afectará las relaciones chinas con sus vecinos y con los Estados Unidos, con quien la confianza ya estaba mermada.

Kempe menciona que el primer efecto, y quizás el más fácil de medir, será el golpe para los mercados y economías de China y sus principales socios comerciales. Esto en un momento en que el mundo, no creía que se fuera a presentar un evento de “cisne negro” que podría empujar a la economía mundial hacia una recesión, después del peor año de la economía mundial en una década, en 2019, cuando la economía mundial creció apenas 2.3%. En este contexto, los mercados estadounidenses se convulsionaron el viernes 31 de enero, cayendo en más de 600 puntos.

El impacto es aún mayor, ya que coincide con lo que ya era una economía china en franca desaceleración. Además, llega en un momento en que las compañías estadounidenses y de otros países ya estaban mudando las cadenas de suministro de China hacía otros lugares debido a los aranceles impuestos por los Estados Unidos y las tensiones comerciales. En este contexto, el virus servirá como otro recordatorio para que las empresas diversifiquen más rápidamente sus cadenas de suministro fuera de China.

Tras el acuerdo comercial de la “fase uno” con los Estados Unidos, el golpe del coronavirus también socava el naciente optimismo comercial bilateral que había impulsado a los mercados recientemente. En la última semana ha cambiado la narrativa y han aumentado las probabilidades de una desaceleración de la economía mundial en 2020. Eso le pegará más fuerte a los mercados emergentes y a los productores de productos básicos, desde petróleo hasta cobre.

Si la crisis se prolonga por otro mes, y los expertos ahora consideran que es más probable que ésta llegue hasta el verano, el costo podría ser una disminución de dos puntos porcentuales en el crecimiento de China a 4% o menos este año. Las cifras de crecimiento del primer trimestre en China podrían caer al 2% interanual, lo que sería el más bajo en décadas, y muy por debajo del 6% observado en el último trimestre de 2019.

Es así que el impacto en la economía mundial será mucho más significativo que durante la pandemia de SARS de 2003, que se estima que provocó una pérdida económica global de $ 40 mil millones de dólares y un impacto del 0.1% en el PIB mundial. Esto se debe a que la participación de China en el PIB mundial se ha cuadruplicado desde entonces al 16% desde el 4%, y un tercio del crecimiento global proviene de China, como se señaló líneas arriba.

En todo este contexto, cabe entonces preguntarse. ¿Qué planes tiene el gobierno mexicano para mitigar el impacto negativo que causará el coronavirus en la economía nacional?, ¿Tienen alguna cuantificación del posible impacto de una caída en el crecimiento del PIB mundial y en el sector externo mexicano? Lo más probable es que no haya ni plan de contingencia, ni cuantificación de cómo nos va a afectar este asunto. Entonces la pregunta obligada, es hacía nosotros mismos, ¿Estamos preparados para enfrentar esta pandemia en México?, ¿Qué aprendimos de cuando vivimos en México la crisis del virus H1N1?

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt