La publicación de los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 ha sido esgrimida por el gobierno federal como “prueba” de un avance histórico en la reducción de la pobreza en México. El discurso oficial presume una baja de casi siete puntos porcentuales en solo dos años y lo atribuye a la eficacia de los programas sociales y las transferencias directas.

Sin embargo, las cifras plantean más dudas que certezas. ¿De verdad se logró una reducción de 8.3 millones de personas en situación de pobreza en tan poco tiempo? ¿O estamos frente a un manejo estadístico que infla artificialmente los resultados? Un examen más profundo de los datos —y de la metodología empleada— revela inconsistencias y contradicciones que ponen en entredicho la magnitud y las causas reales de la supuesta mejora.

El análisis de la composición del ingreso muestra un panorama distinto al que vende el gobierno: el verdadero motor del aumento provino del trabajo asalariado y de la actividad económica privada, no de las transferencias gubernamentales. En realidad, la narrativa oficial busca apropiarse de un logro que corresponde a la dinámica del mercado laboral y a la iniciativa privada.

La narrativa oficial: una historia de éxito social

El gobierno ha recibido los resultados de la Medición de Pobreza Multidimensional 2024 como una validación de su estrategia social. Según las cifras publicadas por el INEGI, la pobreza en México se redujo de 36.3% en 2022 a 29.6% en 2024, lo que equivale a una baja de casi siete puntos porcentuales en tan solo dos años. En términos absolutos, se traduce en 8.3 millones de personas menos en situación de pobreza, una cifra que, en el discurso oficial, representa un logro sin precedentes en la historia reciente del país.

El desglose de la estadística oficial apunta a una doble mejora:

  • Por un lado, la pobreza moderada descendió de 37.7 millones a 31.5 millones de personas.
  • Por otro, la pobreza extrema pasó de 9.1 millones a 7 millones de personas, una disminución de más de dos millones.

La explicación que ofrece la administración para este avance tiene dos pilares principales: el impacto de los programas sociales —en especial las transferencias monetarias directas— y el efecto de las remesas históricas enviadas por connacionales desde el exterior. Según los cálculos oficiales, sin estas ayudas económicas, la pobreza habría sido del 32.8% en lugar del 29.6% registrado.

El mensaje oficial insiste en que los programas de transferencias han sido decisivos para complementar los ingresos familiares, reduciendo no solo la pobreza en general, sino también la pobreza extrema, que se mide con base en la capacidad de adquirir una canasta alimentaria mínima. El gobierno subraya que, gracias a estas políticas, 4.2 millones de personas evitaron caer en la pobreza y dos millones escaparon de la pobreza extrema.

Pero el balance positivo no se limita sólo al ingreso, ya que además la propaganda gubernamental destaca una disminución en varias de las carencias sociales que forman parte de la medición multidimensional de la pobreza. Según los datos, menos personas presentan rezago educativo, falta de acceso a servicios básicos en la vivienda o carencia de alimentación nutritiva y de calidad. Ejemplos concretos que presenta el reporte incluyen:

  • Rezago educativo: 900 mil personas salieron de esta condición.
  • Acceso a servicios de salud: mejora para 5.9 millones de personas.
  • Calidad y espacios de la vivienda: avance para 1.4 millones de personas.
  • Acceso a servicios básicos en la vivienda: 4.5 millones de personas superaron esta carencia.
  • Acceso a alimentación nutritiva y de calidad: mejora para 4.6 millones de personas.

No obstante, las propias cifras del INEGI reconocen que persisten retos estructurales. El más grave es la falta de acceso a la seguridad social, que afecta a 48.2% de la población —es decir, más de 62 millones de personas— y que está estrechamente vinculada con los altos niveles de informalidad laboral. Esta carencia no solo limita el acceso a servicios médicos, sino también al ahorro para el retiro y al crédito para la vivienda. Le siguen en magnitud la falta de acceso a servicios de salud (34.2% de la población, cifra que se ha duplicado desde 2016) y el rezago educativo (18.6%).

Las críticas: la lupa de Marco A. Pérez sobre la ENIGH 2024

Mientras el discurso oficial proyecta los resultados de la ENIGH 2024 como una victoria indiscutible, diversos expertos advierten que las cifras están lejos de ser incuestionables. Una de las más sólidas proviene del analista Marco A. Pérez, quien plantea que los números del INEGI, desde el inicio de la actual administración, han mostrado inconsistencias profundas y, en algunos casos, francamente increíbles.

En un artículo titulado “El Instituto Nacional de Estadísticas Generalmente Increíbles (Inegi)y publicado el 13 de agosto en El Financiero, Pérez subraya que no es la primera vez que las estadísticas oficiales generan dudas: ya antes había señalado que el crecimiento del PIB ha sido “inflado” mediante un ajuste en el índice de precios implícito, lo que artificialmente eleva el crecimiento real. Ahora, el foco está en la ENIGH 2024, cuyos resultados —un crecimiento real de 10.1% en el ingreso de los hogares entre 2022 y 2024, equivalentes a más del 5% anual— resultan, según él, muy difíciles de conciliar con la realidad económica.

Su argumento es directo: en estos dos años, la economía mexicana tuvo un crecimiento modesto y la generación de nuevos empleos fue raquítica. Aun así, el INEGI sostiene que los ingresos reales crecieron a un ritmo que no se veía en décadas. Más desconcertante aún es que, en el mismo periodo, el número de receptores de ingreso en los hogares se redujo 10.2% y el tamaño promedio de los hogares cayó 8.5%. Si hay menos personas generando ingresos, ¿cómo es posible que el ingreso por hogar crezca tanto, y por encima de la inflación, de forma sostenida?

Pérez también cuestiona el tamaño y representatividad de la muestra: la encuesta abarcó 105,718 viviendas en un universo de 38.8 millones de hogares, es decir, apenas 0.0027% del total. Aunque se argumenta que es probabilística, el margen de error no se divulga y, para el analista, es inevitable que la confiabilidad de los resultados se vea comprometida.

Otro punto crítico es la forma en que se contabilizan los ingresos. La ENIGH incluye tanto ingresos monetarios como no monetarios, y dentro de estos últimos destaca la estimación del valor de renta de la vivienda propia. Es decir, si una familia habita en una casa de su propiedad, se contabiliza como si generara un ingreso equivalente al alquiler hipotético de esa vivienda. Pérez ironiza sobre este punto: “quienes tienen casa propia aparecen como empresarios que producen servicios para consumo propio”. Desde 2008, el INEGI dejó de desagregar ingreso monetario y no monetario, lo que impide saber cuánto del supuesto aumento real es ingreso líquido y cuánto es ingreso “ficticio” sin capacidad de compra.

Las discrepancias con otras fuentes oficiales también son evidentes:

  • Remesas: La ENIGH calcula que los hogares reciben en promedio $199 pesos mensuales por este concepto, lo que sumaría menos de 5 mil millones de dólares al año, cuando el Banco de México reporta cerca de 65 mil millones. Esto significa que la encuesta capta solo el 7% del monto real.
  • Ingresos laborales agregados: Según los datos macroeconómicos, los salarios representan poco más del 20% del PIB nominal —unos 7 billones de pesos—, pero la ENIGH registra solo 2.6 billones bajo esta categoría.
  • Ahorro aparente: El ingreso corriente promedio mensual es de casi $26 mil pesos, mientras que el gasto corriente es de $20,436, lo que implica un ahorro del 21% de los ingresos, un dato que no se corresponde con la realidad del ahorro nacional.

Incluso al analizar el papel de los apoyos gubernamentales, Pérez concluye que su impacto es marginal: en 2024 representaron apenas 3% del ingreso total de los hogares (unos $833 pesos mensuales en promedio). Aunque esta proporción se ha duplicado desde 2016, sigue siendo insuficiente para explicar por sí sola la magnitud de la reducción de la pobreza que presume el gobierno. Descontando la propaganda, el incremento de estos apoyos ha pasado del 1.5% al 3% del ingreso familiar en ocho años, una cifra relevante pero no determinante.

En conjunto, los cuestionamientos de Pérez no solo apuntan a inconsistencias numéricas, sino a una metodología opaca y poco transparente que hace imposible evaluar con precisión cuánto de la mejora en ingresos es real, cuánto es un efecto estadístico y cuánto es resultado de supuestos arbitrarios. Bajo esta óptica, los resultados de la ENIGH 2024 no son una radiografía incuestionable del bienestar social, sino un documento que, al menos, merece un escrutinio mucho más severo antes de ser usado como bandera política.

La verdadera fuente del incremento en ingresos: la iniciativa privada

Como lo mencioné en mi pasada entrega titulada “Más sueldos, menos dádivas: el verdadero motor del aumento de ingresos en México (2022-2024)”, dejando de lado las importantes observaciones de Marco A. Pérez, al revisar con detalle la composición del ingreso de los hogares y su variación reciente, surge una conclusión que contradice la narrativa oficial: el verdadero motor del aumento de los ingresos no ha sido el asistencialismo gubernamental, sino el trabajo asalariado, la productividad y la actividad económica generada por la iniciativa privada.

En 2024, los hogares mexicanos obtuvieron 77,864 pesos trimestrales en promedio, de los cuales dos terceras partes (66%) provinieron del trabajo. La gran mayoría de este ingreso laboral (43,665 pesos trimestrales) fue producto de empleos formales bajo relación de subordinación, donde los salarios y prestaciones son pagados por empresas privadas y, en menor medida, por entidades públicas. El resto correspondió a trabajo independiente, actividades por cuenta propia o en sociedades, que también forman parte del ecosistema productivo nacional.

Este predominio del ingreso laboral no es anecdótico: del incremento total en el ingreso trimestral promedio (7,473 pesos) entre 2022 y 2024, el 64.8% provino del trabajo. Traducido en cifras, 4,839 pesos del aumento se explican por sueldos, salarios y remuneraciones. Este avance está estrechamente vinculado con factores como:

  • La formalización laboral derivada de la eliminación del outsourcing ilegal.
  • El aumento en los salarios contractuales y el salario mínimo.
  • El reparto de utilidades fortalecido por reformas recientes.
  • La recuperación parcial de sectores productivos tras la pandemia.

Incluso en los deciles más bajos, donde el asistencialismo tiene un peso relativo mayor, el empleo fue el principal impulsor. En el decil II, el 61% del aumento de ingresos provino de sueldos y salarios; en el decil V, esta proporción se elevó al 71%. Esto significa que, a lo largo de la distribución del ingreso, la fuerza laboral y la generación de valor en el mercado tuvieron más impacto que las transferencias estatales.

La actividad económica privada también aportó a través de la renta de la propiedad, que promedió 3,834 pesos trimestrales, y del valor generado por utilidades de cooperativas y sociedades (+133 pesos en promedio nacional, pero mucho mayor en los deciles altos). En el decil X, las utilidades empresariales añadieron 868 pesos adicionales por trimestre, evidenciando que la inversión privada, la rentabilidad empresarial y la creación de riqueza en el sector productivo repercuten directamente en los ingresos familiares.

En contraste, las transferencias —que incluyen jubilaciones, becas, apoyos en especie, programas sociales y donativos— representaron 13,799 pesos trimestrales en promedio. De este monto, los beneficios provenientes de programas gubernamentales sumaron solo 2,500 pesos por hogar cada trimestre, y su contribución al aumento de ingresos entre 2022 y 2024 fue de 537 pesos, equivalente a apenas el 7% del incremento total. Incluso agregando todas las transferencias (públicas y privadas), su participación en el crecimiento fue de solo 23%.

Este desglose desmonta el relato que presenta los apoyos gubernamentales como la fuerza central detrás de la mejora en los ingresos. La evidencia apunta a que la actividad económica —generada por empresas, trabajadores y emprendedores— explica la mayor parte del avance. El empleo formal, impulsado por la inversión, el consumo interno y la demanda externa, ha sido la verdadera palanca que permitió mejorar el poder adquisitivo de millones de familias.

Es así que la riqueza que sostiene a los hogares mexicanos proviene fundamentalmente de la economía real; es decir, del capital privado que asume riesgos, de los trabajadores que producen bienes y servicios, y de las relaciones de mercado que generan ingresos sostenibles. El asistencialismo, aunque relevante como complemento para ciertos sectores vulnerables, no puede sustituir al empleo productivo como base del bienestar.

Conclusiones: más mercado, menos propaganda

El relato oficial busca instalar la idea de que el progreso en materia de ingresos y reducción de la pobreza es fruto directo de la política social del gobierno. Sin embargo, las cifras muestran que el impulso principal vino del trabajo y la actividad productiva privada.

Las críticas de Marco A. Pérez a la ENIGH 2024 dejan en claro que existen inconsistencias metodológicas y discrepancias significativas con otras fuentes oficiales, lo que obliga a tomar con cautela las conclusiones que emanan de estas estadísticas. Aun aceptando la reducción de la pobreza como un hecho, el peso de los programas sociales en esa mejora es limitado frente al efecto de la economía real.

El verdadero reto para México no es solo repartir más apoyos, sino garantizar un entorno que fomente la creación de empleos formales, la inversión privada, el aumento de la productividad y la expansión del mercado interno. Solo así se logrará una mejora sostenida y genuina en el ingreso de las familias, más allá de la coyuntura política y la propaganda oficial.

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Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

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