Réquiem para un ícono de la diplomacia mundial: Henry Kissinger

El primer libro de Henry Kissinger con el que tuve contacto fue “On China”, el segundo fue “Diplomacy”. De ambos libros se aprende mucho del pasado, además de dar elementos para entender el mundo actual. Como lo pone el canal alemán Deutche Welle, Kissinger fue un hombre con acceso directo al presidente de los Estados Unidos, un hombre poderoso.

El exasesor presidencial estadounidense, Henry Kissinger, falleció el pasado 29 de noviembre, poniendo fin a una de las vidas diplomáticas más polarizadoras e influyentes en la historia de Estados Unidos. Murió en su casa del estado de Connecticut a la edad de 100 años.

El renombrado ex diplomático estadounidense Henry Kissinger (centro) murió el miércoles a la edad de 100 años. Imagen: Christian Deville/Apis/Sygma/Corbis.

El académico nacido en Alemania fue el único funcionario estadounidense que sirvió simultáneamente como Secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, lo que le otorgó un inmenso poder durante las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford. Eso le ayudó a poner fin a la guerra de Estados Unidos en Vietnam, a establecer relaciones diplomáticas entre estadounidenses y chinos, así como a dar forma a la política exterior estadounidense hacia la Unión Soviética en pleno apogeo de la Guerra Fría.

En un artículo de Alan Cullison, publicado en el Wall Street Journal, y titulado “Henry Kissinger, quien ayudó a forjar la política exterior de Estados Unidos durante Vietnam y la Guerra Fría, muere a los 100 años”, se nos narra cómo los golpes diplomáticos de Kissinger lo convirtieron en un héroe para los estadounidenses cansados de la guerra y temerosos del Armagedón nuclear. Pero también fue un personaje que provocó la ira tanto de la izquierda, que lo consideraba responsable de las brutalidades estadounidenses cometidas en el extranjero, como de la derecha, que lo miraba con sospecha por abogar por la distensión estadounidense con los regímenes comunistas.

Kissinger ganó el Premio Nobel de la Paz en 1973, junto con el líder vietnamita Le Duc Tho, por llevar a cabo conversaciones diplomáticas secretas que forjaron los Acuerdos de Paz de París, poniendo fin a la campaña militar estadounidense en el sudeste asiático.

Le Duc Tho rechazó su premio, diciendo que no se había logrado la paz, mientras que Kissinger aceptó su premio “con humildad” y se ofreció a devolverlo tras la caída de Vietnam del Sur, dos años después.

El líder vietnamita Le Duc Tho y Kissinger ganaron el Premio Nobel de la Paz en 1973 por mantener conversaciones diplomáticas secretas que pusieron fin a la campaña militar estadounidense en el sudeste asiático. FOTO: ASSOCIATED PRESS

Kissinger pudo ganarse la gratitud por ayudar a sacar a Estados Unidos de la guerra de Vietnam con su poder prácticamente intacto. En 1974, apareció como un superhombre diplomático en la portada de la revista Newsweek, vestido con medias, una capa y un “Super K” estampado en el pecho.

“Henry Kissinger… escribió literalmente el libro sobre la diplomacia”, dijo John Kerry, quien entonces se desempeñaba como Secretario de Estado, en una ceremonia en 2014. Kissinger “nos dio el vocabulario de la diplomacia moderna, él creo los conceptos de diplomacia de lanzadera y paciencia estratégica”.

En medio siglo, Kissinger nunca perdió su amor por la atención pública y la politiquería global. Aprovechó sus contactos con gobiernos extranjeros y líderes empresariales globales para crear una lucrativa firma de consultoría, Kissinger Associates, que fundó en 1982.

Entre sus logros más relevantes se encuentra la supervisión de las relaciones clandestinas de la administración Nixon a principios de la década de 1970 con la República Popular China, que resultaron en el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Washington y Beijing.

A esa ejecución exitosa de la “carta China” se le atribuyó el mérito de haber ayudado a inclinar el equilibrio global en contra de la Unión Soviética y acelerar la integración de Beijing a la economía internacional.

El presidente de China, Xi Jinping, envió sus condolencias al presidente Joe Biden, mientras que los funcionarios y los medios de comunicación chinos elogiaron a Kissinger como un “viejo amigo” que había visitado China más de 100 veces en su vida.

“Tanto China como Estados Unidos deberían heredar y llevar adelante la visión estratégica, el coraje político y la sabiduría diplomática del Dr. Kissinger”, dijo el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Wang Wenbin, en una conferencia de prensa regular, citando el argumento de Kissinger de que la relación entre Washington y Beijing es central para prosperidad mundial.

Incluso después de dejar el servicio público, Henry Kissinger nunca perdió su amor por ser el centro de atención y la política global. COLECCIÓN DE FOTOGRAFÍAS DE BERNARD GOTFRYD/BIBLIOTECA DEL CONGRESO

Kissinger también negoció el fin de la Guerra de Yom Kippur de 1973, que fue provocada por los ataques conjuntos de Egipto y Siria contra Israel. El alto al fuego se produjo tras el dramático envío aéreo de armas de Estados Unidos a Israel, que resultó crucial para defenderse de los avances iniciales de los ejércitos árabes. A él y a otros funcionarios estadounidenses les preocupaba que el conflicto pudiera escalar hasta convertirse en el primer conflicto militar directo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el principal patrocinador de El Cairo y Damasco.

Por sus ocho años de servicio gubernamental, que se extendieron desde 1969 hasta 1977, el presidente Ford otorgó a Kissinger la Medalla Presidencial de la Libertad.

Kissinger practicaba una forma del arte de gobernar a nivel internacional llamada realpolitik, que según sus críticos colocaba el objetivo de equilibrar los intereses de las potencias mundiales por encima de la búsqueda de la democracia y los derechos humanos. Si bien en ocasiones enfrentó críticas por buscar la distensión con los soviéticos, Kissinger también supervisó feroces campañas anticomunistas en Asia, África y América Latina.

Kissinger apoyó golpes militares contra gobiernos elegidos democráticamente en Chile y Argentina en la década de 1970, temiendo que sus políticos gobernantes se estuvieran acercando demasiado a Moscú, según documentos desclasificados de la Casa Blanca. Kissinger apoyó tácitamente la invasión de Timor Oriental por parte del ejército indonesio en 1975, una antigua colonia portuguesa en Asia, asustado por el temor de que su gobierno se inclinara hacia el comunismo, según estos documentos.

Los defensores de los derechos humanos han argumentado durante mucho tiempo que Kissinger debería haber sido acusado de crímenes de guerra por su papel en la supervisión de los bombardeos secretos de Camboya y Laos por parte de la administración Nixon durante el apogeo de la guerra de Vietnam. Las operaciones militares estadounidenses mataron a miles de camboyanos y laosianos, estiman expertos en el sudeste asiático, y sin darse cuenta ayudaron a llevar al poder al movimiento radical de los Khmer Rouge en Phnom Penh.

El presidente egipcio Anwar Sadat celebró una conferencia de prensa con Kissinger en 1974 en las pirámides. FOTO: ASSOCIATED PRESS

“La campaña de bombardeos comenzó como debía continuar: con pleno conocimiento de sus efectos sobre los civiles y con un engaño flagrante por parte de Kissinger en este preciso aspecto”, escribió el historiador Christopher Hitchens en su libro de 2001, “El juicio de Henry Kissinger”. “

El historiador Niall Ferguson, biógrafo de Kissinger, dijo que el diplomático se encontró con dos oleadas de críticas: una después de la caída del presidente Nixon y la otra después del colapso de la Unión Soviética en 1991, cuando los peligros de aniquilación nuclear disminuyeron.

Kissinger nació como Heinz Alfred Kissinger en 1923 en una familia de judíos alemanes en Baviera bajo el gobierno posterior a la Primera Guerra Mundial, conocido como la República de Weimar.

Sus padres huyeron a Nueva York en 1938 tras el ascenso del partido nazi y la persecución a gran escala de la comunidad judía del país. Los Kissinger se establecieron en el barrio de Washington Heights, en el alto Manhattan, donde Henry Kissinger se asimiló rápidamente a través de sus logros académicos y deportivos, según sus biógrafos. Reclutado en el ejército en 1943 a la edad de 20 años, entró en combate en Francia y Alemania como soldado raso en la 84a División de Infantería. Después de la guerra, estudió y enseñó ciencias políticas en la Universidad de Harvard, donde obtuvo su doctorado en 1954.

El escape de Kissinger de Alemania y el Holocausto, moldearon en gran medida su erudición y su arte de gobernar. El diplomático y académico puso la búsqueda de la estabilidad global por encima de elevados objetivos ideológicos.

Gran parte del trabajo de Kissinger en Harvard se centró en estudiar la habilidad política de los estrategas europeos Klemens von Metternich y Robert Stewart, el vizconde de Castlereagh. Metternich era conocido por sus esfuerzos diplomáticos para rediseñar las fronteras de Europa tras la desaparición del imperio francés de Napoleón Bonaparte. En Harvard fue donde se ganó una reputación como estratega nuclear y geopolítico.

Kissinger utilizó su plataforma en Harvard para hacer la transición a los círculos políticos de Washington. Encontró un patrocinador en esta búsqueda en el empresario millonario y político republicano Nelson Rockefeller, a quien Kissinger asesoró durante varias campañas presidenciales fallidas.

Richard Nixon también se dio cuenta de sus escritos, quien lo nombró asesor de seguridad nacional después de que ganó la Casa Blanca en 1968. Los dos hombres procedieron a remodelar el orden global poniendo fin a la guerra de Vietnam, manejando el conflicto en el Medio Oriente de una manera que redujo influencia soviética y negociando una apertura hacia Mao Zedong que sacó a la China comunista de la órbita soviética. Es difícil de creer ahora, pero el tiempo oficial de Kissinger en el poder fue sólo ocho años, de 1969 a 1977. Se convirtió en Secretario de Estado durante el gobierno de Nixon y luego de Gerald Ford hasta la derrota de Ford en 1976.

Kissinger fue blanco tanto de la derecha como de la izquierda en aquellos peligrosos años de la Guerra Fría, a menudo injustamente. Su acuerdo de paz de 1973 con Vietnam del Norte, que puso fin a la participación de Estados Unidos en la guerra, a menudo es motivo de burla porque el Norte invadió al Sur dos años después.

Pero Kissinger y Nixon heredaron la impopular guerra de Lyndon Johnson y no tuvieron otra opción que gestionar la retirada de Estados Unidos. La estrategia de Kissinger fue negociar un acuerdo que permitiera al Sur hacerse cargo de sus propias defensas sin el apoyo de medio millón de tropas estadounidenses. Pero la estrategia colapsó cuando el Congreso de Estados Unidos recortó la ayuda al Sur en 1975. Saigón cayó en cuestión de semanas. Un senador llamado Joe Biden estuvo entre los que en aquel entonces votaron a favor de abandonar el Sur de Vietnam.

Kissinger sostuvo durante mucho tiempo: creemos con razón, que el Sur habría sobrevivido si el Congreso no hubiera abandonado su apoyo. Y Lee Kuan Yew, el difunto líder de Singapur, solía decir que el apoyo de Estados Unidos a Vietnam del Sur dio a los países del Sudeste Asiático tiempo para construir resistencia a los comunistas en sus países. Hoy son más libres gracias a ello.

La izquierda también culpa a Kissinger de apoyar a dictadores. Pero las alternativas entonces, como ahora, no eran usualmente imaginadas por los demócratas de izquierda. A menudo eran comunistas que se habrían alineado con los soviéticos, como lo hizo Fidel Castro en Cuba.

Los manifestantes, agraviados por el papel de Kissinger en los bombardeos secretos de Camboya y Laos por parte de la administración Nixon, interrumpieron una audiencia en el Senado en Washington en 2015. FOTO: J. SCOTT APPLEWHITE/ASSOCIATED PRESS

En Chile, por ejemplo, Salvador Allende ganó una elección presidencial con el 37% de los votos y llevó al país marcadamente hacia la izquierda con inteligencia cubana y soviética y otras ayudas. Estados Unidos brindó ayuda encubierta a los oponentes políticos de Allende, pero informes desclasificados de la época muestran que Estados Unidos desconocía el golpe militar de Agustín Pinochet que lo derrocó.

Kissinger no fue responsable del golpe de Pinochet ni de sus sangrientos excesos. Chile eventualmente se convirtió en una exitosa democracia y libre mercado. Cuba sigue siendo una dictadura.

El presidente Nixon y Kissinger surgieron como una extraña pareja poderosa en la Casa Blanca. Mientras Nixon se sentía incómodo en público y desconfiaba de la prensa, Kissinger se deleitaba con su estatus de celebridad y era conocido por sus frases ingeniosas y su rápido ingenio, a pesar de mantener un marcado acento alemán durante toda su vida.

Ferguson, su biógrafo, escribió que Kissinger “tiene más chistes en su nombre que la mayoría de los comediantes profesionales”. Sobre la política interna, Kissinger observó que “el noventa por ciento de los políticos le dan mala reputación al otro 10%”. Sobre el exceso de confianza: “Para estar absolutamente seguro de algo, hay que saberlo todo o nada”. Sobre la toma de decisiones: “Cada éxito sólo compra un boleto de admisión a un problema más difícil”.

Sobre las relaciones de género: “Nadie ganará jamás la batalla de los sexos. Simplemente se confraterniza demasiado con el enemigo”.

Kissinger, divorciado durante la mayor parte de su servicio en la Casa Blanca de Nixon, era un habitual del circuito de bares de Georgetown, apareciendo en ocasiones con estrellas de Hollywood del brazo. Una vez se llamó a sí mismo un “swinger secreto” y le dijo a un periodista que “el poder es el afrodisíaco definitivo”.

Algunos juegos en el centro de atención provocaron reacciones negativas. En una entrevista de 1972 con la periodista italiana Oriana Fallaci, calificó su interés por las mujeres como una mera actividad secundaria que no interfería con su trabajo. “Para mí, las mujeres son sólo una diversión, un pasatiempo”, afirmó. “Nadie dedica demasiado tiempo a sus pasatiempos”.

Nixon se enfureció por la entrevista, publicada por primera vez en una revista italiana y luego reimpresa en publicaciones estadounidenses, en la que Kissinger se comparó a sí mismo con un vaquero solitario, que parecía atribuirse el mérito de dirigir la política exterior estadounidense.

En sus memorias, Kissinger escribió que Fallaci probablemente había puesto algunas palabras en su boca con alguna “edición hábil”. Calificó la entrevista como “sin duda la conversación más desastrosa que he tenido con un miembro de la prensa” y aceptó la entrevista “en gran parte por vanidad”.

Amigos de Kissinger dijeron que su imagen de mujeriego era en realidad una fachada. Después de divorciarse de su primera esposa en 1964, mantuvo una relación de larga duración cuidadosamente oculta con la mujer que eventualmente se convirtió en su segunda esposa, Nancy Maginnes.

Los dos hijos de Kissinger todavía eran pequeños en el momento de su divorcio, por lo que quería mantener la relación fuera de la prensa hasta poco antes de su segundo matrimonio, 10 años después, dijo Ferguson, su biógrafo.

Nixon y Kissinger compartían la afición por el secretismo y veían la batalla con la Unión Soviética como una partida de ajedrez global. La histórica cumbre de Nixon en 1972 con el líder del Partido Comunista de China, Mao Zedong, fue mediada por Kissinger durante dos visitas secretas a Beijing en los meses anteriores. Desvió el rastro de los servicios de inteligencia extranjeros y de los medios de comunicación al viajar a China vía Pakistán, desde donde voló a Beijing en un avión militar paquistaní.

El presidente Richard Nixon con Kissinger en 1972. FOTO: CASA BLANCA/GETTY IMAGES

Su diplomacia tuvo éxito, pero sus tratados sobre armas estratégicas y misiles antibalísticos no contenían las ambiciones soviéticas. El tratado antimisiles balísticos (ABM por sus siglas en inglés) de 1972, en particular, paralizó las defensas antimisiles de Estados Unidos hasta que el presidente George W. Bush se retiró del mismo. Kissinger subestimó la fuerza estadounidense y sobreestimó la resistencia económica del sistema soviético.

Ronald Reagan vio la debilidad soviética más claramente y combinó una acumulación de armas con una declaración más idealista de los defectos morales del “imperio del mal”. Kissinger nos diría más tarde que llegó a comprender que, para tener éxito, la política exterior estadounidense tenía que combinar el realismo con los ideales estadounidenses.

Kissinger fue sin duda el exfuncionario estadounidense más influyente de la historia, asesorando a presidentes y otros funcionarios estadounidenses durante décadas. Los líderes extranjeros buscaron su consejo y, a menudo, actuó como repartidor no oficial de mensajes entre líderes. Fue criticado en particular por ser blando con China, pero según la experiencia, no se hacía ilusiones sobre el Partido Comunista o sus ambiciones nacionalistas. Su opinión era que Estados Unidos y China tenían que lograr algún modus vivendi para evitar la guerra a pesar de sus profundas diferencias culturales y políticas.

Kissinger continuó asesorando a la Casa Blanca y a los congresos hasta los 90 años, pero en sus últimos años de vida comentó que no sabía si su tipo de diplomacia podría sobrevivir en la era digital. La llegada de los teléfonos móviles, las cámaras digitales y las redes sociales limitan la capacidad de mantener el secreto necesario para grandes avances diplomáticos, afirmó.

Henry Kissinger habla en una conferencia de la Fundación Citi en la ciudad de Nueva York en 2013. Imagen: Escuela de Políticas Públicas Gerald R. Ford de la Universidad de Michigan / Flickr.

Le preocupaba que Internet estuviera teniendo un efecto corrosivo en el intelecto popular y que la modernidad fuera una pobre incubadora de líderes perspicaces. “Leer un libro complejo con atención y abordarlo críticamente se ha convertido en un acto tan contracultural como lo era memorizar un poema épico en la era anterior basada en la imprenta”, escribió en su libro publicado en 2022.

Kissinger dijo que China representa un desafío monumental para Estados Unidos, que nunca ha tenido que enfrentarse a un competidor de igual poder y recursos. Preocupado por el enfriamiento cada vez más profundo de las relaciones, dijo al Wall Street Journal el año pasado que Estados Unidos debe abstenerse de ser negligentemente adversario con Beijing y, en cambio, buscar el diálogo.

Los líderes chinos le dieron una cálida bienvenida en Beijing cuando lo visitó recientemente en julio de 2023, después de cumplir 100 años, y se reunió con el presidente Xi, así como con el máximo diplomático de China, Wang Yi, y Li Shangfu, quien fue ministro de Defensa del país.

Después de la invasión rusa de Ucrania el año pasado, Kissinger advirtió sobre la necesidad de hacer la paz con Rusia, independientemente de las diferencias sobre valores fundamentales.

Dijo que era un error por parte de Occidente plantear ante Ucrania la posibilidad de unirse a la OTAN, argumentando que eso provocaría a Moscú. Pero, dijo, la invasión rusa hizo que a Occidente le correspondiera ayudar a defender Ucrania y, después de una paz negociada, tratarla como miembro de la alianza.

“Estamos al borde de una guerra con Rusia y China por cuestiones que nosotros creamos en parte, sin tener ninguna idea de cómo terminará o a qué se supone que conducirá”, dijo a The Wall Street Journal en 2022.

Recientemente, en una cena con amigos, Henry Kissinger, invitado por su anfitrión como de costumbre, hablaba sobre varias crisis mundiales cuando le preguntaron qué le daba motivos para ser optimista. Respondió que tenía confianza en la sabiduría del pueblo estadounidense, aunque en el momento actual le preocupaba la falta de liderazgo estadounidense.

El líder de China, Xi Jinping, se reunió con Henry Kissinger, exsecretario de Estado de Estados Unidos, en 2019 en el Gran Salón del Pueblo de Beijing.

El comentario reflejó la fe inquebrantable de Kissinger en Estados Unidos atemperada con realismo político y su creencia en el papel esencial de los líderes a la hora de guiar a las naciones.

Después del ataque de Hamás a Israel el mes pasado, Kissinger dijo que Israel tenía que imponer una pena en respuesta y que un alto al fuego rápido era imposible. Las conversaciones de paz “no son concebibles para mí” si “los terroristas pueden aparecer abiertamente, tomar rehenes y matar gente”, dijo en una entrevista con el director ejecutivo de Axel Springer, Mathias Dopfner, para el canal alemán Welt TV.

Cuando se le preguntó cómo se sentía acerca de los partidarios palestinos que celebraron el ataque de Hamás en las calles de Berlín distribuyendo dulces, Kissinger dijo que no tenía ningún resentimiento contra el pueblo alemán, pero dijo que habían dejado entrar a demasiados extranjeros al país.

“Fue un grave error dejar entrar a tanta gente de cultura, religión y conceptos totalmente diferentes, porque crea un grupo de presión dentro de cada país que hace eso”, dijo.

Kissinger fue un prolífico escritor. Continuó escribiendo hasta sus últimos días y sus numerosos libros merecen una lectura cuidadosa sobre el destino de las naciones. Su libro de 2022, “Liderazgo”, utiliza seis figuras del siglo XX que conoció, incluidos Nixon, Charles de Gaulle y Margaret Thatcher, para ofrecer lecciones de estrategia. Uno de sus epigramas es que un gran líder es alguien que lleva a una nación a donde necesita ir incluso cuando su gente no se da cuenta de que necesita llegar allí.

En su última década, Kissinger desarrolló una fascinación por el potencial de la inteligencia artificial, con más que un pequeño presentimiento. Su ensayo de febrero en el Wall Street Journal con dos coautores, planteó profundas preguntas sobre lo que significa para la humanidad el auge de las máquinas, y especialmente la IA generativa avanzada.

Para aquellos que conocieron a Henry Kissinger, su humanidad realmente destacó. Estados Unidos tuvo suerte de tenerlo, como lo fue él de tener a Estados Unidos.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En X: @alejandrogomezt

Y se apagó la economía china…o tal vez no

Amplios sectores manufactureros a nivel mundial están en riesgo al haberse ralentizado la tasa de crecimiento de la economía china, ya que el gigante asiático buscará por todas las maneras posibles inundar al mundo con sus exportaciones, muchas de ellas en condiciones de dumping. El mundo está en riesgo porque China, si bien sigue siendo la segunda mayor economía del planeta, está herida estructuralmente, y difícilmente logrará las tasas de crecimiento económico que requiere para convertirse en la nueva potencia económica global.

En un artículo de Greg Ip, publicado en el Wall Street Journal el pasado 14 de noviembre y titulado “Por qué Xi ya no puede alardear de la economía china”, se nos explica cómo hace dos años, Beijing estaba en ascenso. Ahora el crecimiento de Estados Unidos impresiona a prácticamente todos los analistas, mientras China trata de frenar su caída inmobiliaria y de resolver el severo problema de las deudas de los gobiernos locales.

El artículo comienza mencionando que en 2021, el presidente chino, Xi Jinping, popularizó un eslogan que implicaba el esperado desplazamiento de Estados Unidos como principal potencia económica del mundo: “Oriente está ascendiendo, Occidente está decayendo”.

Ese año, con todo y que ellos la causaron, China había librado en gran medida  los estragos de la pandemia de Covid-19 y registró su crecimiento más rápido en una década, mientras que Estados Unidos luchaba contra repetidos brotes de Covid y una creciente inflación. En vísperas de una reunión virtual con el presidente Biden, en una cumbre de Asia Pacífico en el otoño de 2021, Xi fue consagrado formalmente como el líder más poderoso de China en una generación, mientras que Biden todavía trabajaba bajo la sombra del fallido intento de Donald Trump de permanecer ilegalmente en el cargo.

En la víspera de la reunión de Xi y Biden, de este miércoles 15 de noviembre en Woodside, California, en el marco de otra cumbre de Asia Pacífico, esa frase de Xi empezaba a parecer arrogancia. La economía de China está acosada por múltiples desafíos, desde una burbuja inmobiliaria que se desinfla y deudas inmanejables de los gobiernos locales, hasta la caída de la confianza del consumidor y la deflación. Mientras tanto, Estados Unidos acaba de registrar su trimestre más fuerte de crecimiento económico en casi dos años, mientras la inflación disminuye. El Producto Interno Bruto de China, que era 75% del tamaño de Estados Unidos en 2021, había caído al 64% de éste en el tercer trimestre, aproximadamente donde estaba en 2017.

Los presidentes de China y Estados Unidos, Xi Jinping y Joe Biden

¿Qué pasó en dos años? Los países no cambiaron repentinamente de dirección. Más bien, los problemas escondidos durante mucho tiempo por China salieron a la superficie y las políticas de Xi los han empeorado. Desde luego que China no está literalmente en declive, pero sus aspiraciones de liderar la economía global han retrocedido, tal vez indefinidamente.

De acuerdo con Logan Wright, director de investigación de mercados de China en Rhodium Group, Beijing nunca podrá hacer un reclamo creíble de primacía económica global. El PIB de China podría algún día alcanzar el 90% o incluso el 100% del de Estados Unidos, pero no existe un escenario realista en el que alcance el 150% o el 200%.

El PIB nominal de Estados Unidos se ha visto impulsado recientemente por su mayor inflación, mientras que China ha sufrido de una moneda más débil. No obstante, con el tiempo se convierte en un criterio importante de la capacidad de un país para financiar avances tecnológicos, proyectar poder militar y atraer a otros países como socios.

Sin embargo, el triunfalismo económico estadounidense ahora sería tan prematuro como lo fue el de China en 2021. A corto plazo, es probable que el consumo estadounidense se desacelere, y el crecimiento chino, que parece haberse estabilizado a medida que los consumidores dan señales de vida, aún superará al de Estados Unidos en la próxima década. Más importante aún es que si bien hasta tres cuartas partes de la economía de China enfrentan vientos en contra, la cuarta parte que no los enfrenta, la manufactura, mantendrá a China como una amenaza económica y militar para Occidente en el futuro previsible, incluso si el crecimiento general se volviera mediocre.

El crecimiento del PIB de China, que promedió 10% anual entre 1980 y 2012, siempre estuvo destinado a desacelerarse. Ahora, es una realidad debido al envejecimiento de la población, una menor migración del campo a la ciudad y menores oportunidades de alcanzar a los países más ricos.

Pero la desaceleración ha sido más pronunciada de lo que se esperaba. El Banco Mundial ahora espera que el crecimiento anual de China en los próximos dos años promedie el 4.5%, aproximadamente un punto porcentual más lento de lo que proyectó hace una década. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento promedio de sólo el 3.9% durante los próximos cinco años.

Algunos de los problemas de China son una imagen espejo de los problemas de Estados Unidos. El crecimiento chino ha estado impulsado durante mucho tiempo por la inversión física, el de Estados Unidos por el consumo, lo que ha generado la caricatura de chinos previsores y estadounidenses miopes.

En la última década, la fórmula de China llegó al exceso. Durante la crisis financiera mundial de 2007-2009, China lanzó un programa de estímulo masivo dirigido a infraestructura, vivienda y, más tarde, tecnología. Los gobiernos locales y los promotores financiaron esta inversión pidiendo préstamos a los bancos y al público inversionista chino, utilizando nuevos vehículos de financiamiento para sortear las restricciones de endeudamiento impuestas por Beijing. La superficie residencial china casi se duplicó entre 2010 y 2021, superando los 37 metros cuadrados per cápita, igualando la cifra de Gran Bretaña y Francia y el doble de Japón, según los economistas Kenneth Rogoff y Yuanchen Yang.

Mientras que Estados Unidos tiene muy pocas viviendas e infraestructura, China ahora tiene demasiado de ambas. Millones de apartamentos están vacíos. Guizhou, una provincia relativamente pobre, alberga 23 de los 100 puentes más altos del mundo. Según Rogoff y Yang, las vías de tren de alta velocidad están creciendo más del doble de rápido que la cantidad de pasajeros.

Gran parte de la deuda para financiar esa inversión, emitida por desarrolladores y gobiernos locales a bancos chinos o población china, está en peligro de impago. El FMI estima que el 30% de la deuda de los gobiernos locales no es viable. El colapso de los ingresos provenientes de las ventas de tierras y de los impuestos a las empresas ha hundido a los gobiernos locales con enormes déficits. Un informe de August Rhodium, del que Wright es coautor, concluyó que China tiene mucho menos espacio fiscal de lo que ampliamente se cree, para financiar la política industrial, la defensa y su Iniciativa de la Franja y la Ruta que consiste en otorgar préstamos a gobiernos extranjeros para infraestructura.

Condominios en construcción en Taiyuan, China

Uno de los supuestos beneficios del sistema autocrático de China es la capacidad de actuar con decisión, sin restricciones de controles y equilibrios democráticos. Sin embargo, Beijing todavía tiene que actuar decisivamente respecto de las deudas locales y los préstamos bancarios incobrables, transfiriéndolos al balance relativamente saludable del gobierno central.

Pero no, más bien, los está reestructurando poco a poco. Recientemente anunció que pediría prestado el equivalente al 0.8% del PIB para apoyar las finanzas de los gobiernos locales, una pequeña fracción de sus necesidades. Esto sugiere que China podría verse abocada a un atolladero financiero de varios años similar al que atravesó Japón en los años noventa. Por el contrario, cuando la burbuja inmobiliaria estadounidense colapsó en 2007-2008, el gobierno federal se movilizó rápidamente para recapitalizar el sistema bancario.

Al igual que la crisis inmobiliaria, la disminución de la población de China es un problema de evolución lenta que se aceleró repentinamente en los últimos dos años.

En 2017, la tasa de fertilidad, el número de hijos que una mujer podría esperar tener a lo largo de su vida, era de alrededor de 1.6, por debajo del 2.1 necesario para mantener una población estable. Después de haber abandonado su política de hijo único, Beijing proyectó que la fertilidad aumentaría a alrededor de 1.8 entre 2020 y 2030. En cambio, siguió cayendo, hasta 1.1 el año pasado, uno de los más bajos del mundo. No está claro exactamente por qué, pero algunos analistas culpan al creciente pesimismo económico entre las mujeres en edad fértil. Como resultado, la población de China cayó en el 2022 por primera vez desde la década de 1960.

Los problemas de propiedad y población de China pueden estar alimentándose el uno del otro. Mientras que Estados Unidos pudo superar su exceso de vivienda de mediados de la década de 2000 gracias al aumento de la población y la inmigración, China enfrenta una demanda estructuralmente decreciente debido a su población cada vez menor y a su inexistente inmigración.

China necesita una nueva fuente de demanda agregada para reemplazar la inversión y la propiedad. El candidato más obvio son los consumidores, que representan sólo el 37% del PIB, en comparación con el 68% en Estados Unidos.

Pero las autoridades chinas se oponen ideológicamente a impulsar el consumo. Lo podrían hacer a través de beneficios de salud y jubilación más generosos, lo que reduciría la necesidad de ahorrar. De manera simultanea, Xi ha empeorado la confianza de los consumidores a través de “una serie de decisiones políticas profundas… que ahora están regresando para obstaculizar la economía china y su recuperación”, dijo Barry Naughton, experto en política industrial china de la Universidad de California en San Diego.

A partir del año 2020, el Partido Comunista desató una ofensiva regulatoria contra las empresas privadas en el comercio, la educación y los juegos en línea, aparentemente para reprimir la privacidad y los abusos anticompetitivos, pero sobre todo para consolidar su control sobre el sector privado.

Además de destruir aproximadamente 1 billón de dólares de riqueza, dijo Naughton, Xi envió un “mensaje mucho más amplio de que todo tipo de trabajos en el sector de servicios independientes y altamente calificados no tenían futuro. Estaba diciendo: “No me gustan los negocios privados y no me importa si destruyo valor”.

Xi ha socavado aún más las perspectivas económicas de China con un impulso hacia la autosuficiencia y la beligerancia geopolítica que han llevado a Estados Unidos y Europa Occidental a “eliminar riesgos” al restringir el comercio y la inversión con China en sectores estratégicos. Esto ha generado la oleada de nearshoring.

Un estudio del FMI dirigido por el economista Shekhar Aiyar encontró que desde 2010 la inversión extranjera ha fluido cada vez más entre países del mismo bloque geopolítico (según lo define su forma de votar en las Naciones Unidas). Como resultado, China recibió un 60% menos de inversión extranjera directa en sectores estratégicos en 2022 que en 2015, mientras que Estados Unidos disfrutó un 43% más.

Así como la globalización ayudó a China más que a Occidente porque tenía mucho más espacio para crecer, la desglobalización la perjudicará más. Otro estudio del FMI consideró un escenario en el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que representa a las economías democráticas, en su mayoría avanzadas, se desacopla de China y todos los demás países se alinean con su bloque preferido. La penalización económica después de 10 años es sólo del 0.3% del PIB para Estados Unidos, pero del 4% para China.

Los signos de un debilitamiento empresarial están por todas partes. El mercado de capital de riesgo de China alguna vez rivalizó con la de Estados Unidos, pero este año, la realización de acuerdos se redujo al 32% del nivel de Estados Unidos desde el 85% en 2018, según PitchBook. Muchos empresarios chinos se han ido o están intentando hacerlo, especialmente hacia Singapur.

Probablemente esto no moleste a Xi, quien quiere que sea el Estado, no el sector privado, quien decida qué industrias deben recibir capital. Por ejemplo, el gobierno central y los locales han creado más de 2,000 “fondos de orientación gubernamental” para invertir billones de dólares en lo que ellos consideren sectores prioritarios.

Pero las ambiciones de Xi están en riesgo a medida que el crédito fácil se agota y las finanzas locales empeoran. Ngor Luong, del Centro de Seguridad y Tecnología Emergente de la Universidad de Georgetown, dijo que los fondos de orientación del gobierno recaudan constantemente menos de lo planeado “debido a la carga de la deuda local, las regulaciones más estrictas y otros obstáculos económicos”. La recaudación de fondos el año pasado cayó un 35% con respecto a 2021.

Las mismas limitaciones pesan sobre la diplomacia de chequera del gobierno de China. Los préstamos para infraestructura, en el marco del proyecto de la Franja y la Ruta, habían convertido a China en el mayor acreedor de numerosas naciones en desarrollo. Muchos, incluidos Sri Lanka y Zambia, han entrado en mora y los nuevos préstamos se han agotado.

Sin embargo, a pesar de todas las tensiones demográficas, fiscales y financieras que sufre China, su sector manufacturero, por mucho el más grande del mundo, no ha retrocedido. Todo lo contrario: este año China desplazó a Japón como el mayor exportador de automóviles a nivel global.

Las marcas chinas tal vez no sean tan buenas como las marcas occidentales de primera línea, pero son lo suficientemente buenas y menos costosas y, por lo tanto, están ganando participación de mercado a nivel mundial. Hasta ahora, Estados Unidos ha obstaculizado la capacidad de China para fabricar los semiconductores más avanzados. Sin embargo, para 2026 China controlará el 42% de la capacidad global en chips menos avanzados, vitales en aplicaciones como electrodomésticos y automóviles, estima SEMI, un grupo de la industria de semiconductores.

Aunque Xi administre mal la economía en general, la destreza manufacturera de China persistirá debido a las ventajas competitivas incorporadas: una base de productores grande, integrada y adaptable, una fuerza laboral confiable y modestamente remunerada y su extendido know-how en prácticamente todas las manufacturas.

Esto le da a China un importante canal de influencia global. Incluso cuando la administración Biden busca acercar las economías asiáticas a través de su Marco Económico Indo-Pacífico, esas mismas economías se están vinculando más estrechamente a las cadenas de suministro chinas, de acuerdo con Abigail Dahlman y Mary Lovely del Instituto Peterson de Economía Internacional. Por ejemplo, Estados Unidos está cortejando a la India como contrapeso a China, pero la participación de China en las importaciones indias se ha disparado del 27% en 2010 al 39% en 2021.

La destreza manufacturera de China es también un activo militar formidable. Sus gigantescos y modernizados astilleros ya construyen el 46% de los barcos del mundo, lo que le permite producir varios buques de guerra y submarinos nuevos al año.

En contraste, la industria de construcción naval estadounidense, a pesar de un siglo de protección, tiene menos del 1% de la capacidad mundial, lo que deja a la Marina de Estados Unidos dependiendo de sólo un puñado de astilleros que carecen de la fuerza laboral necesaria para manejar la creciente demanda. Las entregas siempre llegan tarde y por encima del presupuesto.

Astilleros chinos

El cambio en la guerra hacia vehículos no tripulados más baratos también favorece a China, el mayor productor de drones del mundo.

Dan Wang, académico visitante en el Centro Tsai China de la Facultad de Derecho de Yale, que ha escrito extensamente sobre la industria tecnológica de China, dijo que Estados Unidos lidera principalmente en tecnologías intensivas en conocimiento, como la inteligencia artificial y la biotecnología, más que en productos físicos. “Imagínese un escenario futuro en el que estos países estén en serios conflictos y el comercio se detenga, ¿a quién le gustaría apostar: al país con todos los grandes modelos lingüísticos y a la biotecnología y el software empresarial o al país con una base manufacturera grande y adaptable? Mi dinero estaría en lo último”.

Tardíamente, Estados Unidos se ha dado cuenta de esa deficiencia. En lo que podría llamarse capitalismo chino con características estadounidenses, la administración Biden está colmando de subsidios y protección a industrias específicas, como las de vehículos eléctricos y semiconductores. Esto ha producido un aumento en la construcción de fábricas, pero no está claro que se materialice una demanda suficiente para que esas fábricas sean rentables.

También está promoviendo el nearshoring y friendshoring: alentar a las empresas occidentales a construir cadenas de suministro en países amigos, logrando así economías globales de escala sin depender de China. Después de todo, el PIB colectivo de “Occidente” (Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur y Taiwán) es aproximadamente tres veces el tamaño del “Oriente” (China, Rusia y una variedad de socios como como Bielorrusia, Irán y Pakistán.

Pero hablar de nearshoring o friendshoring oculta el fracaso de Occidente a la hora de comportarse como un bloque único hacia China o en la economía en general. Estados Unidos ha procedido en su mayor parte de manera unilateral en materia de subsidios a los vehículos eléctricos y controles de exportación. Estados Unidos y Europa han tratado de dejar de lado los aranceles estadounidenses sobre el acero y el aluminio o acordar un enfoque común para controlar las inversiones en China.

Y sobre la mente de los aliados pende la perspectiva de que Donald Trump pueda ser reelegido presidente el otoño de 2024. En su último mandato, Trump se retiró del Acuerdo Transpacífico de 12 naciones, impuso a sus aliados aranceles sobre el acero y el aluminio y amenazó con lo mismo para los automóviles. Ya fuera del cargo de presidente, ha cuestionado el apoyo a Ucrania, propuso un arancel del 10% sobre todas las importaciones e insinuó su retirada de la OTAN.

La expectativa en Europa es que si Trump regresa, estará mejor preparado y será más sofisticado en términos de presionar a Europa”, dijo Huotari. Por su parte, China explotaría las divisiones resultantes con incentivos económicos para cualquier aliado vacilante de Estados Unidos. En ese sentido, enfrentada a un Estados Unidos recientemente aislacionista y a la carga de apoyar a Ucrania contra Rusia, Alemania puede volverse pro China porque “no puede darse el lujo de librar batallas contra todos.

Nada cumpliría más eficazmente la predicción de Xi de un Occidente en decadencia que una situación en la que Estados Unidos decidiera que el concepto de “Occidente”, como principio para organizar la política militar y económica, ya no exista.

Xi supera a Biden en San Francisco

En este contexto, en un artículo de Pepe Escobar publicado el 17 de noviembre en el portal de sputnikglobe.com, y titulado “Pepe Escobar: Xi supera a Biden en San Francisco”, se hace una dura crítica al resultado del encuentro de los presidentes de Estados Unidos y China, del pasado miércoles 15 de noviembre.

Escobar comienza señalando que a un lado de la mesa estaba un líder del Sur Global en la cima de su juego. Del otro lado, una momia que vende la ilusión de que es el “líder del mundo libre”.

Esto estaba destinado a provocar un suspenso: antes, durante o después de la crucial reunión bilateral en la que participaron las dos principales potencias del mundo. Ya durante las palabras introductorias, el Secretario de Estado de los EE.UU., Antony Blinken, sentado al lado derecho de Biden, estaba tan aterrorizado como James Stewart lo estaba en la película “Vértigo” de Hitchcock, presintiendo que en cualquier momento llegaría el destino fatal.

Entonces sucedió, en la conferencia de prensa al final, cuando Joe Biden, tras una sonrisa proverbial, dijo que el presidente chino Xi Jinping es “un dictador”. Porque es el líder de un país comunista.

De esta manera, todos esos elaborados planes previos al encuentro, se desmoronaron en un instante. Un escenario tentativamente optimista convertido en cine negro. La respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores chino fue tan tajante como una frase de Dashiell Hammett: esto no sólo fue “extremadamente incorrecto” sino “una manipulación política irresponsable”.

Las delegaciones China y de EstadosUnidos se encuentran en San Francisco el 15 de noviembre de 2023

Todo lo anterior, por supuesto, suponía que Biden sabía dónde estaba y de qué estaba hablando, “fuera de la casualidad”, y no dictado por su omnipresente auricular.

La Casa Blanca delata la trama

El drama Xi-Biden, que duró poco más de dos horas, no fue exactamente una nueva versión de “Vértigo”. Washington y Beijing parecían bastante cómodos al prometer conjuntamente la proverbial promoción y fortalecimiento del “diálogo y la cooperación en diversos campos”; un diálogo intergubernamental sobre Inteligencia Artificial; cooperación para el control de drogas; volver a las conversaciones de alto nivel entre militares; un “mecanismo de consulta sobre seguridad marítima”; aumentar significativamente los vuelos para principios de 2024; y “ampliar los intercambios” en educación, estudiantes internacionales, cultura, deportes y círculos empresariales.

La Hegemonía estaba lejos de tener un halcón maltés de valor incalculable (“la cosa de lo que están hechos los sueños”) para ofrecer a Beijing. China ya se ha consolidado como la principal economía comercial del mundo gracias al PPP. China sigue avanzando a una velocidad vertiginosa en la carrera tecnológica, incluso bajo las desagradables sanciones de Estados Unidos. El poder blando de China en todo el Sur Global/Mayoría Global aumenta día a día. China está reorganizando con Rusia el impulso concertado hacia la multipolaridad.

En el comunicado de prensa emitido por la Casa Blanca, por insulsa que parezca, en realidad revela la parte clave de la trama.

En la reunión de ambos presidentes, Biden –en realidad su auricular– subrayó el “apoyo a un Indo-Pacífico libre y abierto”; la defensa de “nuestros aliados del Indo-Pacífico”; el “compromiso con la libertad de navegación y sobrevuelo”; “adhesión al derecho internacional”; “mantener la paz y la estabilidad en el Mar de China Meridional y el Mar de China Oriental”; “apoyo a la “defensa de Ucrania contra la agresión rusa”; y “apoyo al derecho de Israel a defenderse contra el terrorismo”.

Beijing comprende en detalle el contexto y los matices geopolíticos de cada una de estas promesas.

Lo que la lectura no dice es que los asesores de Biden también intentaron convencer a los chinos de que dejaran de comprar petróleo a su socio estratégico Irán.

Eso no va a pasar. China importó un promedio de 1.05 millones de barriles de petróleo por día de Irán durante los primeros 10 meses de 2023, y la cantidad sigue aumentando.

US Think Tankland, que siempre sobresalió en desinformación e información equivocada, creyó en su propia proyección infantil de Xi haciendo de tipo duro contra EE.UU. en Asia, sabiendo que Washington no puede permitirse un tercer frente de guerra, además de Ucrania e Israel/Palestina.

El hecho es que Xi sabe todo lo que hay que saber sobre los frentes imperiales rotativos de la Guerra Híbrida, además de otros que pueden encenderse con solo presionar un interruptor. La Hegemonía sigue provocando disturbios no sólo en Taiwán sino también en Filipinas, Japón, Corea del Sur, India y continúa coqueteando con posibles revoluciones de color en Asia Central.

Aún no ha habido una confrontación directa entre Estados Unidos y China gracias a la milenaria experiencia diplomática china y su visión a largo plazo. Beijing sabe en detalle cómo Washington se encuentra simultáneamente en modo de Guerra Híbrida Total contra la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y los BRICS (que pronto se convertirán en BRICS 11).

Sólo dos opciones para China y Estados Unidos

Un periodista chino-estadounidense, después de las palabras introductorias, preguntó a Xi, en mandarín, si confiaba en Biden. El presidente chino entendió perfectamente la pregunta, la cual simplemente miró y no respondió.

Ese es un giro clave de la trama. Después de todo, Xi supo desde el principio que durante la reunión con Joe Biden, realmente estaba hablando con los encargados que controlaban su auricular. Además, era plenamente consciente de que Biden, en realidad sus asesores, califican a Beijing como una amenaza al “orden internacional basado en reglas”, sin mencionar las incesantes acusaciones de “genocidio de Xinjiang”.

No por casualidad, en marzo pasado, en un discurso ante miembros notables del Partido Comunista, Xi declaró explícitamente que Estados Unidos está comprometido en “una contención, un cerco y una represión integrales contra nosotros”.

El académico Chen Dongxiao, radicado en Shanghai, sugiere que China y Estados Unidos deberían adoptar un “pragmatismo ambicioso”. Ése resultó ser exactamente el tono de la conclusión clave de Xi en San Francisco:

“Hay dos opciones para China y Estados Unidos en la era de transformaciones globales no vistas en un siglo: una es mejorar la solidaridad y la cooperación y unir esfuerzos para enfrentar los desafíos globales y promover la seguridad y la prosperidad globales; y el otro es aferrarse a la mentalidad de suma cero, provocar rivalidad y confrontación y llevar al mundo hacia la agitación y la división. Las dos opciones apuntan a dos direcciones diferentes que decidirán el futuro de la humanidad y del Planeta Tierra”.

Esto es tan serio como parece. Xi añadió contexto. China no está involucrada en el saqueo colonial; no le interesa la confrontación ideológica; no exporta ideología; y no tiene planes de superar o reemplazar a Estados Unidos. Por tanto, Estados Unidos no debería intentar reprimir o contener a China.

Es posible que los asesores de Biden le hayan dicho a Xi que Washington todavía sigue la política de “Una sola China”, incluso mientras continúa armando a Taiwán bajo la lógica de que Beijing podría “invadir”. Pero Xi, una vez más, aportó el conciso argumento decisivo: “China eventualmente, inevitablemente, se reunificará” con Taiwán.

40,000 dólares por una cena con Xi

En medio de toda la tensión apenas disimulada, el alivio en San Francisco llegó en forma de negocios. Todo el mundo y su vecino corporativo –Microsoft, Citigroup, ExxonMobil, Apple– se morían por reunirse con líderes de varios países del APEC. Y especialmente de China.

Después de todo, APEC representa casi el 40% de la población mundial y casi el 50% del comercio mundial. Se trata de Asia-Pacífico (no del “Indo-Pacífico”), un acuerdo de “orden internacional basado en reglas” del que nadie sabe nada, y mucho menos utiliza en ninguna parte de Asia. Asia-Pacífico representará al menos dos tercios del crecimiento global en 2023, y sigue aumentando.

De ahí el gran éxito de una cena de negocios en el Hyatt Regency, con entradas que costaron entre 2,000 y 40,000 dólares, organizada por el Comité Nacional de Relaciones entre Estados Unidos y China (NCUSCR) y el Consejo Empresarial Estados Unidos-China (USCBC). Xi, inevitablemente, fue la estrella del espectáculo.

Los jefes corporativos sabían de antemano que Estados Unidos optó por no participar en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés); y que la nueva táctica comercial, el llamado Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF), está básicamente muerto. El IPEF puede abordar cuestiones de la cadena de suministro, pero no llega al meollo de la cuestión: aranceles más bajos y amplio acceso al mercado.

Así que Xi estaba allí para “vender” a los inversores no sólo China sino también gran parte de Asia-Pacífico.

Un día después de la reunión de San Francisco, el centro de la acción se trasladó a Shanghai y a una conferencia de alto nivel entre Rusia y China; ese es el tipo de reunión en la que la asociación estratégica formula los caminos a seguir en la Larga Marcha hacia la Multipolaridad.

En San Francisco, Xi destacó que China respeta la “posición histórica, cultural y geográfica” de Estados Unidos, al tiempo que esperaba que Estados Unidos respetara el “camino del socialismo con características chinas”.

Obvio que Xi no espera que esto suceda con los psicópatas neoconservadores straussianos dirigiendo la política exterior estadounidense. Y eso fue claramente confirmado por Biden.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General de GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En X: @alejandrogomezt

El perverso juego Nazi en Ucrania

La historia del final de la Segunda Guerra Mundial, en su forma más simple, nos dice que el Ejército Rojo venció a la Alemania Nazi en la Batalla de Berlin, lo que provocó la rendición alemana el 7 de mayo de 1945. Debido a las atrocidades cometidas por los alemanes en suelo ruso y un costo de 27 millones de vidas rusas en el conflicto, es lógico pensar que los rusos detestan cualquier resabio de nazismo en cualquier parte del mundo. Y de igual forma, cualquier remanente de nazismo detesta a los rusos. Este es el punto de partida de esta entrega.

Una de las excusas centrales del presidente ruso, Vladimir Putin, para justificar la invasión de Ucrania es el objetivo de “desnazificar” el país; pero los partidarios de Ucrania rechazan esta acusación e inclusive argumentan que su presidente, Volodymyr Zelensky, es judío. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia ha acusado a los países occidentales de ignorar lo que han llamado crímenes de guerra por parte de grupos ultraviolentos y de ultraderecha en Ucrania, diciendo que su silencio “alentaba la aparición del neonazismo y la rusofobia”.

En este sentido, diferentes analistas dan cuenta de que si existe una ideología de extrema derecha en ciertos grupos en Ucrania; sin embargo, los funcionarios ucranianos y los aliados extranjeros, como Estados Unidos y los países europeos, a menudo niegan la importancia de los movimientos neonazis y de extrema derecha en la política interna de Ucrania. Es claro que esos grupos que pretenden no observar, existen y son muy activos. Este tema sigue siendo muy delicado, de hecho es un tema tabú, rechazado por los políticos y la prensa occidentales. Nadie quiere alimentar la maquinaria de propaganda rusa que por lo general enfatiza el papel de estos grupos en la política ucraniana. Podemos decir que con respecto a este tema, estamos en un régimen de censura similar al de Corea del Norte, ya que no se está diciendo la verdad.  

Ucrania resta importancia al papel de la extrema derecha en el conflicto

¿A qué viene todo esto? A que el tema del nazismo en Ucrania ha resurgido con fuerza después de que el pasado 22 de septiembre, el parlamento de Canadá elogió a un veterano de guerra ucraniano que luchó con la Alemania nazi. En los últimos días hemos visto que se centra la atención en una parte controversial de la historia de Ucrania y su papel durante la Segunda Guerra Mundial.

En este contexto, en un artículo de David Sacks, publicado en el portal American Greatness el pasado 29 de septiembre y titulado “Primavera para Hitler”, se explican algunos de los defectos del pensamiento occidental sobre la guerra entre Rusia y Ucrania, y cómo en aras de destruir a Rusia han sacrificado a Ucrania, y han permitido que resurjan grupos indeseables, en un juego geopolítico perverso.

El artículo de Sacks comienza mencionando que los partidarios occidentales de la guerra en Ucrania han tratado de negar la complicada relación entre el nacionalismo ucraniano y los grupos neonazis, calificando cualquier discusión sobre el pasado o presente nazi en Ucrania como un “tema de conversación de Putin”. Pero la verdad sólo puede ser suprimida durante un tiempo, y recientemente estalló en lo que debería haber sido una aburrida sesión del Parlamento canadiense.

Mientras se presentaba al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky para dar otro discurso ante la Cámara de los Comunes de Canadá, el presidente de la Cámara, Anthony Rota reconoció a Yaroslav Hunka, de 98 años, como un héroe de guerra ucraniano por luchar contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Aparentemente sin saber que Hunka había sido un soldado voluntario en la 14.ª División de Granaderos de las Waffen-SS de la Alemania nazi, una unidad militar famosa por sus horrendos crímenes de guerra incluido el asesinato de civiles, incluidos judíos y ciudadanos polacos. Era una unidad tan cruel que hasta el propio arquitecto del holocausto, Heinrich Himmler se sorprendía de su brutalidad por atacar a civiles no armados.

El Kremlin dice que Canadá debe llevar ante la justicia al veterano nazi, Yaroslav Hunka

Una sala entera llena de parlamentarios, junto con el primer ministro canadiense Justin Trudeau y Zelensky, agitando los puños, se levantaron para aplaudir a Hunka. Anthony Rota se ha disculpado efusivamente por su error y ha renunciado a su cargo de Presidente del Parlamento Canadiense, pero el vergonzoso espectáculo revela algunos de los defectos del pensamiento occidental sobre esta guerra.

El Presidente Ucraniano, Volodímir Zelenski y el Primer Ministro Canadiense, Justin Trudeau aplaudiendo a Yaroslav Hunka

El imperativo de señalización de virtudes

En primer lugar, el incidente muestra el imperativo de apoyar el Proyecto Ucrania, que señala las virtudes y reemplaza todos los demás valores y consideraciones. La lógica funciona al revés de la siguiente manera: Ucrania es buena, por lo tanto el nacionalismo ucraniano es bueno. Por lo tanto, si alguien es un nacionalista ucraniano, debe ser bueno. Hechos incómodos como el servicio de Junka en las Waffen-SS o incluso que el padre del nacionalismo ucraniano, Stepan Bandera, fuera un colaborador de los nazis, son meros detalles históricos que deben ser barridos o borrados, como hacen a veces los medios occidentales con las fotografías de ucranianos. Soldados que lucen símbolos nazis en sus uniformes.

Hay que recordar que uno de los objetivos declarados de la operación militar de Rusia en Ucrania fue la desnazificación. Según los rusos, el nacionalismo extremista tiene un largo historial en territorio ucraniano y cobró especial fuerza tras el golpe de Estado del 2014. Desde entonces, se ha estado desarrollando un culto a Stepán Bandera, líder ultranacionalista con una historia sangrienta, que colaboró con las tropas hitlerianas durante la Segunda Guerra Mundial.

De acuerdo con David Sacks, eliminar todo el contexto histórico y la complejidad del conflicto actual crea un indebido binario simplista: uno debe apoyar el nacionalismo ucraniano o la conquista brutal del invasor. A medida que los principales medios de comunicación y los partidarios en línea refuerzan este marco una y otra vez, cualquier esfuerzo por buscar un mayor nivel de comprensión del conflicto se vuelve sospechoso. ¿Tienes alguna pregunta más profunda sobre las causas de la guerra o los posibles caminos hacia la paz? Debes ser “prorruso”. Para la mayoría de los liberales, y ciertamente para los políticos canadienses, es más seguro entregarse a señales de virtud históricamente ignorantes que correr el riesgo de ser llamados apologistas de Putin, incluso si esto resulta en algún momento ocasional de humillación al vitorear a un nazi.

Por supuesto, la realidad es más complicada que el binario simplista. La mayoría de los nacionalistas ucranianos no son nazis. Pero la presencia de la ideología nazi en Ucrania está bien documentada, y los grupos ultranacionalistas más ardientes de Ucrania conservan la ideología racial de su patriarca Stepan Bandera. Esta es la razón por la que las insignias nazis suelen aparecer en los uniformes ucranianos. Esta es la razón por la que los nacionalistas blancos acudieron en masa desde toda Europa para luchar en el lado ucraniano al comienzo de la guerra. Por eso algunas calles de Ucrania llevan el nombre de nazis ucranianos que participaron en crímenes de guerra. Esta es la razón por la que los grupos de vigilancia llevan algún tiempo preocupados por el aumento de los grupos de odio en Ucrania.

El papel de los ultranacionalistas

A pesar de todo esto, Occidente ha cerrado los ojos, tapado sus oídos y calificado el “problema nazi” de Ucrania como un argumento mentiroso y una vil excusa por parte de Vladimir Putin. Esto revela un segundo y más inquietante defecto en el pensamiento de la política exterior estadounidense: han hecho causa común con los ultranacionalistas ucranianos y básicamente de cualquier parte del mundo. Cualquier política exterior sensata de Estados Unidos hacia Ucrania se habría esforzado por mantener a raya a esta gente. En cambio, se les cultivó. Hay dos brigadas activas peleando en Ucrania y los Estados Unidos están perfectamente bien con eso. No se han dado cuenta de que pueden apoyar a Ucrania sin glorificar a los neonazis.  Si los medios reportaran la existencia de Neonazis en cualquier parte del mundo sería un escándalo, pero como son los neonazis consentidos de Estados Unidos, la enorme mayoría prefiere callar.  

Participaron en el golpe de estado Maidan respaldado por Estados Unidos en 2014, y una vez que estalló una guerra civil como reacción al golpe, grupos de extrema derecha como el Sector Derecha (Right Sector) y el infame Batallón Azov (por ciento, muy celebrado por los medios estadounidenses), comenzaron a matar separatistas en el Donbass, acumulando un número de miles de muertos. En lugar de reprimir estos esfuerzos, el gobierno de Kiev incorporó estas milicias a la estructura de mando militar para continuar su trabajo contra Rusia.

Es una escena familiar en Ucrania estos días, donde los ultraderechistas radicales son una presencia cada vez más amenazante en las calles.

Los antecedentes y las implicaciones del golpe de extrema derecha de 2014 en Kiev, que derrocó al presidente prorruso Viktor Yanukovich, son fundamentales para comprender la actual guerra entre Ucrania y Rusia. Este golpe fue apoyado abiertamente por el imperialismo estadounidense y europeo y fue implementado principalmente por tropas de choque de extrema derecha como el Sector Derecha y el Partido neonazi Svoboda.

Representó la culminación temporal de esfuerzos de larga data del imperialismo estadounidense para instalar un régimen títere en las fronteras de Rusia y acercó al mundo a una peligrosa guerra entre las mayores potencias nucleares, Estados Unidos y Rusia. Desde entonces, Ucrania se ha convertido sistemáticamente en una plataforma de lanzamiento para una guerra de la OTAN contra Rusia.

El cambio de régimen provocó el estallido de una guerra civil en curso en el este de Ucrania, entre separatistas respaldados por Rusia y el ejército ucraniano respaldado por Estados Unidos, que se ha cobrado la vida de decenas de miles y ha desplazado a millones.

En Estados Unidos, el golpe de 2014 fue un catalizador para una campaña cada vez más agresiva contra Rusia y un giro significativo hacia la derecha entre los sectores poblacionales de la clase media alta. El imperialismo estadounidense y la OTAN han financiado la guerra, al Estado ucraniano y a las fuerzas de extrema derecha con miles de millones de dólares.

El golpe de estado en Ucrania de 2014

La clase dominante alemana aprovechó el golpe como pretexto para intensificar agresivamente su campaña para remilitarizar y justificar los crímenes de las fuerzas fascistas. Otra vez en Alemania son graciosos los chistes respecto de los judíos. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se vio a representantes de un gobierno alemán en fotografías con neonazis ucranianos declarados.

Estados Unidos podría haber apoyado los Acuerdos de Minsk entre 2015 y 2021 para resolver pacíficamente el conflicto, pero los políticos estadounidenses se dejaron seducir por la idea de que el fervor nacionalista en Ucrania serviría a sus intereses. Un estudio de Rand Corporation mostró cómo se podría utilizar a Ucrania como sustituto para desestabilizar a Rusia. El Gran Tablero de Ajedrez de Zbigniew Brzezinski explicó que Ucrania era un Estado bisagra; Si pudiera entrar en la órbita de Occidente, Rusia ya no sería una gran potencia. Por lo tanto, Estados Unidos racionalizó alinearse con grupos que nunca harían concesiones con Rusia y se hicieron de la vista gorda ante sus problemáticas políticas.

Una trágica negativa a negociar

Como Zelensky ha reiterado constantemente, la posición ucraniana sigue siendo que cada centímetro cuadrado de territorio (incluida Crimea) debe ser devuelto a Ucrania o no habrá paz. Pero Moscú nunca estará de acuerdo con esto, particularmente cuando está ganando una guerra de desgaste. Ahora que la contraofensiva no ha logrado recuperar una cantidad significativa de territorio, no existe ningún plan viable para desalojar a Rusia del territorio ucraniano. La intransigencia de Zelensky y sus partidarios al negarse a negociar no sirve a los intereses a largo plazo de Ucrania, que actualmente está siendo destruida, pero es coherente con la agenda de los ultranacionalistas.

En mi artículo del 10 de septiembre, titulado “Lo único a lo que debemos temerle es a la extinción”, advierto que el objetivo de Estados Unidos con la campaña en Ucrania es la destrucción de Rusia y que hay mucha gente irresponsable tomando decisiones que podrían provocar que todo este juego termine mal con un problema nuclear. Hay mucha gente que no está actuando de manera madura en el conflicto.

La tragedia es que en 2019 Zelensky fue elegido con una plataforma de paz: se suponía que debía hacer las paces con Rusia bajo los auspicios de Minsk II. Pero los grupos de extrema derecha lo amenazaron con violencia si lo hacía, y él dio marcha atrás. En 2021 había cambiado de rumbo y apoyaba resoluciones para recuperar Crimea y aumentar el bombardeo del Donbás. Con un ferviente partidario de Ucrania, el presidente Biden en la Casa Blanca y un nuevo acuerdo estratégico de Estados Unidos que prometía armas, ayuda económica y una futura membresía en la OTAN, Zelensky se animó a seguir una política de línea dura en lugar de la plataforma de paz por la que fue elegido. Con la extrema derecha de Estados Unidos y Ucrania alineada a favor de esta posición, resistirse debe haber parecido suicida.

Una mejor política estadounidense

Estados Unidos está muy mal porque ha exacerbado los grupos de neonazis. Si bien odia el nazismo, con sus acciones grita que si eres de un grupo neonazi afín, pues está bien. Te vamos a tolerar es lo que dice.

Una política estadounidense mucho mejor habría sido reconocer el derecho a la autodeterminación de todo el pueblo de Ucrania. Pero eso habría significado reconocer la pérdida de Crimea (que es mayoritariamente rusa) y conceder autonomía regional al Donbás, como Ucrania acordó hacer en Minsk II. Hacer eso y eliminar la membresía de la OTAN habría logrado la paz y habría dejado a Ucrania intacta. Pero la paz no era el objetivo de los estrategas del Departamento de Estado, que querían debilitar a Rusia y veían a Ucrania como un peón en su Gran Tablero de Ajedrez.

Dar una gran ovación a un ex soldado nazi es una mancha moral, pero sacrificar a Ucrania en un juego geopolítico mientras se pretende ser su salvador es una mancha mucho mayor.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

Problemas en China y oportunidades para México

Es evidente que la economía de China, la segunda más grande del mundo, atraviesa por múltiples problemas que han mermado su crecimiento económico. El pasado 23 de octubre se informó que su Producto Interno Bruto (PIB) creció 3.9%, tasa por debajo de la meta gubernamental y que es producto de sus políticas públicas contra la libre empresa, una severa crisis inmobiliaria y los estrictos controles y bloqueos de cero-Covid, que han reducido la propagación del virus a costa de paralizar la actividad del consumidor. Todo esto sumado a su acercamiento a Rusia e Irán, además de su discurso beligerante contra Taiwan, que nos hace pensar que cualquier día de estos nos amanecemos con la noticia de que ya invadió la isla. 

Esta situación tiene muy preocupados a empresarios e inversionistas que buscan retirar, o al menos disminuir sus operaciones en China. En un artículo publicado en el portal Zerohedge el 28 de octubre, titulado “Confianza sacudida:” Las empresas estadounidenses en China miran a otros lugares mientras el ‘Friendshoring’ cobra fuerza, se hace un recuento de cómo se ha fracturado la economía global a medida que surge la necesidad de reajustar las cadenas de suministro. Las empresas estadounidenses se han dado cuenta de que la política de cero-covid por parte de China y los cierres de actividad económica que esto conlleva, junto con el mayor riesgo geopolítico en toda la región, son malos para las empresas por lo que han reducido sus inversiones en el país.

La última encuesta de la Cámara de Comercio Estadounidense en Shanghái, aplicada a cientos de empresas estadounidenses en el país asiático, encontró que con respecto a la última encuesta, casi el doble de encuestados están recortando inversiones.  Menciona que alrededor de una quinta parte de las 307 empresas encuestadas dijeron que estaban recortando inversiones en 2022 debido a los prolongados cierres relacionados con Covid, restricciones de viaje e interrupciones en la cadena de suministro.

“La confianza ha sido sacudida”, dijo la Cámara de Comercio Estadounidense en Shanghái.

El Financial Times citó a Eric Zheng, presidente de la cámara de Shanghái, indicando que Beijing debería “dar un giro hacia un enfoque más sensato para manejar el covid-19 basado en un equilibrio razonable entre la salud pública y la economía”, y agregó que las estrictas medidas han “cambiado de rumbo” de las expectativas de rendimiento empresarial”.

Aunque las empresas estadounidenses todavía esperan un crecimiento futuro, la confianza empresarial se ha hecho añicos, ya que solo el 55% de los encuestados son optimistas sobre las perspectivas comerciales de China dentro de cinco años, un mínimo histórico.

Y la reciente toma de poder del presidente Xi Jinping de un tercer mandato de cinco años, podría dejar a los directores ejecutivos de empresas estadounidenses frente a una perspectiva compleja. Esto es lo que puede estimular la relocalización acelerada de las cadenas de suministro críticas fuera del país, moviéndolas a lugares más amigables. La encuesta se realizó entre el 14 de julio y el 18 de agosto por lo que no toma en consideración lo sucedido en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.

Todo esto sugiere que es cada vez más probable que las empresas occidentales desvíen al menos parte (si no todas) sus cadenas de suministro fuera de China en un movimiento llamado “friendshoring”, que implica trasladar las operaciones de regreso a los EE.UU., a Europa o a países cercanos con regímenes amigables. Si se pueden encontrar lugares que conserven el beneficio de los bajos costos laborales y con menos controversia internacional, pues mejor aún. Desde luego que México es en teoría un país idóneo para la relocalización de empresas estadounidenses fuera de China, pero el problema es que nosotros enfrentamos graves problemas como la escasez de mano de obra, insuficiente generación de energía eléctrica, serios problemas de inseguridad y la incertidumbre de un régimen que parece estarse radicalizando en su actuar político.

Desde luego que estamos siendo considerados en este momento. Michael Every, el estratega global de Rabobank, describió recientemente en una nota a sus  clientes, qué países se beneficiarán del friendhoring…Hay una serie de gráficas que lo explican:

Los procesos productivos de mayor complejidad y valor agregado se mudarían de regreso a Estados Unidos, Canadá y Europa:

México y otros países de renta media como Brasil, Argentina, Chile, India y Sudáfrica, podían a traer los procesos de tecnología media:

Mientras que los países subdesarrollados de África y del Sudeste Asiático se beneficiarían de la salida de fábricas de China que realizan procesos productivos de bajo valor agregado e intensivos en mano de obra.

La conclusión es que con todo esto, en esta década podríamos presenciar uno de los mayores ajustes de la cadena de suministro global en una generación, producto de que para muchos, China ha dejado de ser un país confiable.

En este sentido, quiero hacer referencia a lo que se menciona en un artículo de Mickey D. Levy, publicado el 26 de octubre en el Wall Street Journal, y titulado: China está a punto de caer en la trampa de los ingresos medios. En él, se describe muy bien cómo Xi Jinping, al darle la espalda a la libre empresa, está provocando que la economía china deje de crecer, abriendo oportunidades para muchos países de desarrollo medio, entre los que destaca México. El Dr. Levy es economista sénior en Berenberg Capital Markets y académico visitante en la Institución Hoover.

El Dr. Levy comienza mencionando como el XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino consolidó el poder de Xi Jinping y confirmó su visión ideológica del futuro de China. Pero más allá de eso, el evento reveló poco sobre cómo China lidiará con una gran economía, pero en estado tambaleante. El crecimiento se está desacelerando (ya mencioné que creció apenas 3.9% anual en el tercer trimestre de este año) y el aumento de la autocracia ha agravado los problemas a largo plazo. El modelo de mayor control gubernamental sobre la actividad económica es intrínsecamente defectuoso; es evidente que las trabas que impone al crecimiento económico aumentarán y sin duda se agravarán a medida que Beijing siga reforzando su control sobre la economía.

Hay una gran ironía en el alejamiento cada vez más intenso de los mercados por parte del presidente Xi, ya que fueron los mercados lo que convirtió a China en la potencia económica que es hoy. El sólido crecimiento que sacó a China de la pobreza fue impulsado por un modelo híbrido: una forma de capitalismo de Estado en la que Beijing permitió que la propiedad privada y la libre empresa al estilo estadounidense florecieran junto con grandes empresas estatales de baja productividad. El auge de la fabricación relacionada con la exportación de China fue impulsado por la mano de obra de bajo costo, la inversión del gobierno y la adquisición altamente eficiente de tecnología y conocimientos extranjeros. Con la libre empresa, el capital físico fluyó hacia China e impulsó la innovación y la productividad. La participación de China en las exportaciones mundiales aumentó del 4% en 2000 al 14% en 2015, creando empleos bien remunerados y prosperidad interna que financió la infraestructura urbana moderna. China representó el 30% del crecimiento global en este período.

Algunos analistas promovieron el modelo de crecimiento económico de China como una alternativa favorable respecto al capitalismo estadounidense y proyectaron un rápido crecimiento que duraría muchos años. Esto fue ingenuo. Así no es cómo funcionan las economías. A medida que se absorbió la oferta de mano de obra barata de China, los salarios y los costos de producción aumentaron considerablemente, mientras que los rendimientos marginales de la inversión de capital disminuyeron. La productividad total de los insumos combinados de capital y mano de obra disminuyó.

Para muchos, la evidencia ahora apunta a que el objetivo de China de hacer una transición de la manufactura relacionada con la exportación hacía una economía sostenida en el consumo interno fracasó, y otra muestra de ello es que el crecimiento económico de China depende cada vez más del gasto público, lo cual es una política condenada al fracaso. Muchos podrán decir que esto no es muy diferente a lo que pasa en Estados Unidos, dónde los déficits fiscales crónicos y el crecimiento de la deuda son lo que mantiene a flote su economía.

El problema es que el régimen del Sr. Xi ha frenado la libre empresa, socavando lo que trajo prosperidad a China. Los controles más estrictos están restringiendo el espíritu empresarial privado, la innovación y la movilidad del capital. La creciente propiedad del gobierno en la industria y la asignación burocrática de los recursos nacionales están generando ineficiencias y excesos.

Tomemos en consideración los problemas inmobiliarios de China. Los planificadores centrales de Beijing establecieron de manera persistente objetivos extremadamente altos para el PIB y los lograron aumentando el gasto público en infraestructura y bienes raíces residenciales. Los funcionarios locales y provinciales del Partido Comunista se beneficiaron de los ingresos por  la venta de tierras y los empleos creados por los promotores inmobiliarios. El auge de la urbanización y el valor de las propiedades elevaron la actividad inmobiliaria a más del 25% del PIB y a aproximadamente el 75% del valor del patrimonio neto de los hogares, niveles muy poco saludables e insostenibles.

Los excesos se están desmoronando. Las fuertes caídas en los precios de las viviendas y expectativas agrias que golpean el valor del patrimonio neto de los hogares, han mermado la confianza. Esto está reduciendo el gasto de los consumidores y haciendo ineficaces las iniciativas gubernamentales para estimular el consumo. Los promotores inmobiliarios más grandes se encuentran en una situación desesperada, con crecientes incumplimientos en sus créditos y tasas de incumplimiento de los bonos extranjeros denominados en dólares que superan el 20%. Los futuros propietarios protestan por los pagos de la hipoteca de los apartamentos apenas en construcción que nadie sabe cuándo se terminarán. Los rescates del gobierno, si es que los hay, serán costosos y volver a ganar la confianza del pueblo será un desafío.

El Sr. Xi también está reforzando el control estatal sobre la economía digital de China, las empresas de tecnología de la información, redes sociales y muchas empresas que considera una amenaza para los ideales comunistas. Estos incluyen firmas que brindan una plataforma para expresar puntos de vista contrarios y generación de lo que él considera riqueza “excesiva”. Xi está asignando más capital a empresas estatales políticamente leales, al tiempo en el que las regulaciones financieras se vuelven más estrictas y se restringen los flujos de capital para financiar a empresarios privados.

Aunado a lo anterior, hay un claro deterioro de las relaciones de China con el mundo occidental, lo que también pone a prueba su progreso económico. Las empresas globales, cansadas de las prácticas desagradables de China en el comercio internacional y en los joint ventures que ha emprendido, sin mencionar su beligerancia hacia Taiwán, están tomando medidas para reducir la exposición de sus cadenas de suministro, como se mencionó líneas arriba. Muchas naciones están restringiendo el comercio de microchips avanzados y los intercambios de tecnología y capital humano. La iniciativa del presidente estadounidense Joe Biden de restringir las exportaciones estadounidenses de microchips, semiconductores y tecnología relacionada, si se implementa de manera efectiva, será un duro golpe para el desarrollo y la innovación de China en una variedad de industrias. La disminución del flujo de competencia e ideas tecnológicas, a la larga, socavará las capacidades innovadoras de China. Tal vez los asesores de Joe Biden si leyeron la novela “2034”, de la cual escribí hace tres semanas.

Los días de crecimiento persistentemente fuerte de China han terminado, pero sin duda seguirá siendo una potencia económica. Su tecnología y las industrias civiles y de defensa apoyadas por el gobierno seguirán siendo fuentes de fortaleza. Sin embargo, la estrategia de relocalización y friend shoring, en la forma de reducciones corporativas de muchas empresas globales, en sus vínculos con la cadena de suministro china ya han comenzado.

Es una realidad que el control cada vez más estricto de Xi y su rechazo a la libre empresa aumentan la probabilidad de que China se vea atrapada en la trampa de los ingresos medios en la que han caído muchas naciones. Sus ciudadanos oprimidos pagarán el precio. Los socios comerciales de China ya están sintiendo los efectos y los que pueden se están saliendo de China. ¿A dónde irán? ¿Será México capaz de capitalizar esta oportunidad y consolidarse como potencia manufacturera mundial? El lograrlo dependerá de las políticas públicas que se implementen que brinden seguridad pública y legal, energía eléctrica suficiente y que sea verde, mano de obra capacitada, parques industriales con la debida infraestructura, entre otros. Veremos que sucede.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

La política monetaria no nos salvará en esta ocasión

Hay un problema inflacionario de precios al consumidor en la mayoría de los países del mundo y en México la situación es aún más grave comparada con la de la mayoría de naciones. En Estados Unidos se acaba de informar que su inflación anualizada en noviembre fue de 6.8%, la tasa más alta desde 1982. Por su parte, en Canadá es de 4.7%, Alemania 5.2%, Irlanda 5.3%, España 5.6%, Polonia 6.8%, Rusia 7.45%, Brasil 10.7%, y pues en nuestro país el alza de precios anualizada fue de 7.37% en el onceavo mes de 2021. Para nosotros en México, una inflación  superior al 5% anual podría parecer “normal” y estamos “acostumbrados” a lidiar con ella, pero en EE.UU. y Europa la escalada de precios  es el principal tema en materia económica, así como la forma como se debe lidiar con él.  

El nivel actual de inflación en los Estados Unidos es similar al que experimentaron a finales de la década de los setentas y principios de los ochentas en las presidencias de Jimmy Carter y Ronald Reagan; mientras que en México estamos viviendo la inflación más alta desde enero de 2001. Sin embargo, las causas del alza de precios de ahora no son las mismas que las del pasado, por lo que las viejas recetas de política monetaria de recortar la oferta monetaria y subir las tasas de interés no necesariamente funcionaran ahora, o al menos sin ocasionar un severo golpe al proceso de recuperación económica en el que nos encontramos.

Es verdad que en Estados Unidos y México se dio un fuerte incremento en su agregado monetario M1, el cual consiste de billetes y monedas en circulación, así como los depósitos a la vista. Entre septiembre de 2019 y el mismo mes de 2021, en EE.UU. M1 aumentó 410.9%, mientras que en México subió 35.8%. Es evidente que en ambos casos el dinero en circulación  creció mucho más de lo que lo hizo la actividad económica. Esto sin duda contribuye al crecimiento de los precios, pero en este momento no es la única causa.

Como ya lo señalé, en los Estados Unidos el índice de precios al consumidor subió un 6.8% anualizado en noviembre de 2021, la mayor tasa de inflación anualizada desde junio de 1982. Se observaron aumentos de precios en muchos sectores, incluidos la gasolina, el gas, la alimentación y la vivienda. Este es el sexto mes consecutivo que Estados Unidos experimenta aumentos de precios. Los precios de la gasolina aumentaron un 58.1% en noviembre, el mayor aumento anual desde 1980. En el caso de México, la inflación general fue de 7.37% anualizado en noviembre, pero tenemos diversos bienes y servicios que aumentaron más que eso. Está el caso de frutas y verduras, que subieron 17.8%, los energéticos aumentaron 15.41%, los productos pecuarios subieron 11.44%, mientras que el rubro de alimentos, bebidas y tabaco presenta un crecimiento de 7.59%.

Es verdad que los estímulos económicos que dio el gobierno de Estados Unidos a su población, durante la presidencia de Donald Trump y en la de Joe Biden, impulsaron una fuerte recuperación de la demanda de bienes y servicios, cuando la producción de bienes y servicios en muchos países aún estaba cerrada, lo que provocó escasez de diversos productos e insumos para la producción, de igual manera escasearon los contenedores y hubo saturación en los puertos para despachar las mercancías que venían de Oriente. También es cierto que estamos viviendo en un “crunch” energético porque muchas compañías han dejado de invertir en los combustibles fósiles cuando aun no estamos listos para depender exclusivamente de las energías renovables.  

Con esto en mente y al analizar los componentes de los índices de precios que más están aumentando, que la inflación que ahora vemos en México y Estados Unidos no es causada exclusivamente por un fenómeno monetario, sino que es un problema estructural global. Por lo que la vieja receta de subir tasas de interés no hará que bajen los precios de las frutas, ni resolverá los problemas logísticos internacionales, ni hará que baje el precio del petróleo (al menos en el corto plazo).

Debemos recordar que la situación inflacionaria de principios de los ochentas y en los noventas en México fue causada por las tres crisis económicas de balanza de pagos que sufrimos (III/82 a IV/83, I/86 a I/87 y I/95 a IV/95), las cuales se traducían en fuertes devaluaciones del peso, encarecimiento de importaciones, inflación, alza en tasas de interés y caídas generalizadas del PIB durante varios trimestres. En el caso de Estados Unidos, los problemas inflacionarios de finales de los setentas y principios de los ochentas fueron impulsados por lo que se llamó “estanflación”, una combinación de desempleo de dos dígitos, inflación y altas tasas de interés. El abandono del patrón oro, la revolución iraní, los controles de precios y salarios de la era Nixon y una serie de otros factores contribuyeron a las tasas de inflación del pasado estadounidense.

En los últimos 18 meses, a nivel global, hemos sufrido más una inflación como la que ocurre cuando estamos en guerra o en una crisis financiera. La pandemia ocasionada por el Partido Comunista Chino y su Covid-19, cerró la producción de muchos sectores económicos, por lo que poner en funcionamiento esos sistemas lleva tiempo, especialmente en una situación en la que una nueva variante del covid-19  puede retrasar el proceso una y otra vez. Las cadenas de suministro simplemente no han tenido la oportunidad de recuperarse de manera que pueda mantenerse al día con la creciente demanda, impulsada por los miles de millones de dólares de estímulo que Estados Unidos dio a sus  consumidores.

Los problemas de la cadena de suministro y el transporte pueden ayudar a explicar por qué los precios de la gasolina son más altos ahora que en 2008, cuando el costo del barril de petróleo era mucho más alto que en la actualidad. Los precios de muchas mercancías, frutas, verduras y productos pecuarios seguirán aumentando independientemente del nivel de las tasas de interés. Esto por el simple hecho de que la oferta no ha seguido el ritmo de crecimiento de la demanda. No importa lo que hagan con  las tasas de interés, el problema de inflación  no se resolverá hasta que aumente la producción, o sea, no se trata de descarrilar el proceso de recuperación golpeando la recuperación de la demanda agregada de consumo y de inversión empresarial.

En Estados Unidos el Banco de la Reserva Federal (FED) anunció el 3 de noviembre que comenzarían a disminuir lentamente (en 15 mil millones de dólares menos al mes) su programa de compra de bonos que venía siendo de 120 mil millones de dólares que venía comprando al mes. Sin embargo, se espera que en su reunión del 14 y 15 de diciembre, la FED discuta la posibilidad de acelerar el fin de su programa de compra de bonos. Si la FED decide reducir sus compras de bonos más rápidamente, también podría comenzar a subir las tasas de interés más rápido, tal vez tan pronto como marzo o abril de 2022. Los inversionistas estarán atentos a las nuevas previsiones de tasas de interés de la FED.

El Banco de México tendrá su última reunión de 2021 este jueves 16 de diciembre y prácticamente la totalidad de analistas estamos seguros de que habrá un nuevo incremento en la tasa de interés objetivo a un día, misma que en la actualidad está en 5.00%. La mayoría de analistas se inclina a pensar que será un aumento de un cuarto de punto porcentual, pero no se descarta que el alza sea de medio punto hasta 5.50% si la FED anuncia que tomará medidas más contundentes contra la inflación. Sin embargo, el perfil de los nuevos integrantes de la Junta de Gobierno (más paloma que halcón) nos hace pensar que cuidarán no estropear el proceso de recuperación de la economía mexicana, mandando también una señal de que están preocupados por la inflación y la estabilidad del tipo de cambio, por lo que lo más probable es que vemos que la tasa objetivo cierre 2021 en 5.25%.

Al final, con independencia de los aumentos que veamos en tasas de interés en México, el problema inflacionario por el que transitamos es estructural por lo que tardará al menos dos años en resolverse. Esperemos que no se agrave más y no se cumpla el pronóstico de los más pesimistas de que veremos tasas de inflación superiores al 10 por ciento.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

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China quiere entrar al CPTPP, EE.UU. lo puede impedir

El 16 de septiembre de este año, el gobierno de Pekín presentó su solicitud formal para formar parte del Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), que es un acuerdo comercial integrado por 11 países, cuyos miembros incluyen a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. China envió una notificación al ministro de comercio de Nueva Zelanda, quien funge como el miembro designado del CPTPP que actúa como depositario de los asuntos administrativos.

En el caso de México, los dirigentes de sectores sensibles como calzado y vestido han manifestado su rechazo total al ingreso de China al CPTPP, ya que dicha nación sigue realizando prácticas poco competitivas al no ser una economía de mercado con precios distorsionados. A la fecha no ha habido una respuesta formal por parte del gobierno de México ante la solicitud de China, no obstante que existe una cláusula en el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) que limita a México a negociar acuerdos comerciales con economías de no mercado, como la de China. Sin embargo, no sería sorpresa que en el discurso, México le diera el visto bueno a China, sobre todo a la luz de los guiños que ha tenido el presidente López Obrador con Xi Jinping, a quien se le dio un espacio para hablar a través de un video grabado para la reciente VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Otros países han sido más francos y expeditos al fijar una postura respecto a China, como es el caso de Australia, que señaló que no estaría dispuesta a negociar la solicitud de China para unirse al CPTPP a menos de que Beijing elimine los aranceles de represalia que ha impuesto sobre los productos australianos. Por su parte, Japón mantiene una relación tensa con China por su intrusión en las aguas de las islas Senkaku administradas precisamente por Japón, por lo que no sería sorpresa que manifieste una negativa en tanto ese asunto se resuelve.

Con independencia de lo anterior y de la habilidad de China de cumplir lo que manda el CPTPP a sus países miembros. Existe una gran brecha entre los estándares básicos del CPTPP y los compromisos vigentes de China en otros acuerdos comerciales. El CPTPP tiene capítulos sobre el trabajo y las empresas estatales que exigen la libertad de asociación, eliminan todas las formas de trabajo forzoso y establecen disciplinas sobre las actividades comerciales de las empresas públicas; mientras que el RCEP (Asociación Económica Integral Regional) no lo hace. Tanto el CPTPP como el RCEP contienen un capítulo sobre comercio electrónico, pero los compromisos asumidos son muy diferentes. No se trata solo de que las disposiciones digitales del CPTPP van más allá (por ejemplo, que prohíben la divulgación forzada del código fuente), sino que están sujetas a la solución de controversias entre las partes y no permiten que se invoquen exenciones de seguridad nacional autoevaluables (algo a lo que China es muy proclive).

En este contexto, es importante analizar el papel que Estados Unidos pueda tomar en esta posible negociación de los países miembros del CPTPP con China. En un artículo editorial publicado el pasado 29 de septiembre en el Wall Street Journal y titulado “Estados Unidos tiene un camino para regresar al comercio del Pacífico”, Tim Groser, Ministro de Comercio de Nueva Zelanda del 2008 al 2015 y embajador en los EE.UU. de 2016  a 2018, se señala que Estados Unidos, por razones militares y políticas que contrarresten a China, debe regresar al Tratado Transpacífico. Esto a pesar de que en principio este no es un tema que sea prioritario para el Presidente Joe Biden, ni para los legisladores republicanos ni demócratas.

Recuerda que fue en febrero de 2017 cuando el presidente Donald Trump daba su primer discurso en una sesión conjunta del Congreso. Fue en esa ocasión que el presidente anunció la retirada de Estados Unidos del recientemente negociado Tratado Transpacífico (TPP). Tim Groser relata que mientras Trump daba su discurso, él recordaba una conversación que había tenido con un embajador asiático, particularmente astuto, quien le había dicho que si alguna vez se escribía un libro sobre el declive de la influencia estadounidense en Asia y la región del Indo-Pacífico, su primer capítulo sería un relato sobre la retirada de Estados Unidos del TPP.

Se debe reconocer que en gran parte, fue gracias a la valiente decisión de Japón de avanzar sin EE.UU., que el TPP sobrevivió. Con algunos cambios en algunas de sus disposiciones y un nuevo apodo fue que el TPP se volvió “integral y progresivo” y se convirtió en CPTPP. Nada hubiera sido posible si Japón, por mucho la economía dominante que queda en el acuerdo, hubiera tomado una decisión distinta.

Para Groser, la reciente decisión de China de solicitar acceso como miembro del CPTPP debería ser un recordatorio para los legisladores republicanos y demócratas por igual, de que si Estados Unidos se toma en serio competir con China en la región del Indo-Pacífico, debe enfrentar una realidad central: habiéndose retirado del TPP, Estados Unidos muestra que no tiene una estrategia comercial para respaldar su postura militar en la región. China es el principal socio comercial de muchos países del Indo-Pacífico. El tamaño de la economía de China, así como su ambición militar y geoestratégica, significa que Pekín estará en el centro del debate sobre todos los problemas regionales y globales del siglo XXI, desde el cambio climático hasta el comercio. Su capacidad para influir en los resultados de esos problemas estará determinada por el grado de influencia que EE.UU. mantenga en la zona, y no se ve que vaya a ser mucha.

Todavía no sabemos a dónde conducirá el nuevo guion político que el Partido Comunista Chino está escribiendo sobre el rumbo de la segunda economía más grande del mundo. Cuando Deng Xiaoping, hace 40 años, orientó a China hacia el crecimiento y una economía abierta con su lema “ser rico es glorioso”, fue el comienzo del programa de reducción de la pobreza más grande de la historia de la humanidad. Cientos de millones de chinos salieron de la indigencia y se abrieron enormes oportunidades para los socios comerciales de China. Sin embargo, las cosas se han estado moviendo hacia atrás últimamente, en la dirección de una mayor centralización y control estatal. En este sentido, se podría argumentar que la propia China necesita un equilibrio a partir del compromiso total de Estados Unidos en la región.

El pueblo chino se ha beneficiado del compromiso positivo de Pekín con el modelo económico liberal diseñado por Estados Unidos. Las opciones y estrategias comerciales futuras de China serán fundamentalmente diferentes si no se les pone un freno a través de una estrategia económica comercial estadounidense sólida y exitosa en la región Indo-Pacífico.

Curiosamente, Estados Unidos está paulatinamente implementando los elementos de un nuevo compromiso regional. Es verdad que ninguna política exterior (o política comercial) es políticamente sostenible sin un electorado nacional sólido que la respalde. El comercio ha sido durante mucho tiempo un tema tortuoso en la política interna estadounidense, particularmente para los demócratas, porque el cambio económico crea ansiedad en la clase media (por esa razón este segmento del electorado apoyó a Donald Trump en su campaña de 2016). Cuando las personas se encuentran bajo una fuerte presión económica, el comercio siempre será un buen chivo expiatorio.

En septiembre de 2020, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional publicó un documento técnico titulado “Hacer que la política exterior de los Estados Unidos funcione mejor para la clase media”. Entre los autores se encontraba Jake Sullivan, quien ahora es asesor de seguridad nacional del presidente Biden. El enfoque de la Casa Blanca para calmar los temores tradicionales de los demócratas de un cambio económico inducido por el comercio internacional parece claro: apuntalar la política interna antes de avanzar agresivamente en cualquier acuerdo comercial internacional.

Sin embargo, el reciente establecimiento del acuerdo de seguridad de AUKUS, entre los EE.UU., el Reino Unido y Australia, no puede dejar ninguna duda de que la administración Biden ve al Indo-Pacífico como el escenario más importante de competencia estratégica con China. Kurt Campbell, el coordinador del Consejo de Seguridad Nacional para el Indo-Pacífico, ha dejado en claro que la estrategia de Estados Unidos en la región debe extenderse más allá de un plan militar para proteger a los aliados estadounidenses de las ambiciones expansionistas de China. Necesita un componente económico.

No obstante lo anterior, en opinión de Tim Groser, es poco probable que EE.UU. rectifique el error de haber dejado el TPP solicitando unirse al CPTPP. Biden ha dicho que se opondría a unirse al acuerdo original sin una renegociación. Eso por sí solo dificultaría que Estados Unidos vuelva a entrar. Pero también es cierto que el entorno estratégico ha evolucionado. Gran parte del TPP, como sus disposiciones sobre comercio y medio ambiente, siguen siendo pertinentes, pero los últimos cinco años han agudizado la comprensión del mundo respecto de las políticas sobre cuestiones clave como el comercio digital y las empresas estatales. Además, hay un chico nuevo en el bloque del TPP: el Reino Unido, la sexta economía más grande del mundo, un importante socio de inteligencia y defensa de los EE.UU. que ha manifestado que quiere unirse al tratado. El deseo del Reino Unido después del Brexit de expandir sus horizontes más allá de la Europa geográfica se desprende del acuerdo comercial anunciado este verano entre Londres y Canberra.

Independientemente de los resultados de las elecciones al Congreso estadounidense en 2022, la participación activa en política exterior siempre requiere del apoyo de los dos partidos políticos estadounidenses. El Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), que actualizó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se aprobó fácilmente con el apoyo de republicanos y demócratas durante la administración Trump. Si Estados Unidos vuelve a comprometerse con el TPP, debería rebautizarse como Acuerdo de Asociación Económica Indo-Pacífico. Un nuevo nombre podría facilitar la venta políticamente.

Groser concluye su artículo señalando que ya había mucho en juego en la región incluso antes del movimiento agresivo de China sobre Hong Kong, sus amenazas a Taiwán y su creciente guerra comercial con Australia. Ahora se vuelve necesario que los líderes políticos estadounidenses de ambos partidos comiencen a hablar sobre que la participación en la región es fundamental para cerrarle la puerta a China, no solo en los niveles político y militar, sino en la arquitectura comercial y económica que moldeará las relaciones económicas durante la próxima década y más allá. Sólo entonces el astuto embajador asiático, podrá descansar tranquilo, seguro de saber que el declive de la influencia estadounidense en el Indo-Pacífico es un libro que nunca se escribirá.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

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El mundo en el 2021: después de la crisis, la oportunidad

La revista inglesa The Economist publicó su edición titulada “El Mundo en 2021”, la cual contiene diversos artículos que analizan a profundidad lo que podemos esperar para el año que viene a nivel global. En esta entrega quiero hacer referencia a dos piezas: la primera de Tom Standage, editor de la edición “El Mundo en 2021”; y la segunda, de Zanny Minton Beddoes, editora en jefe de The Economist, titulado “Después de la crisis, oportunidad”. Me parece que ambas son lecturas imperdibles que nos dan una buena idea sobre qué esperar para el año que viene en el ámbito mundial, y cómo Estados Unidos podría regresar a liderar nuevamente la escena mundial.

El mundo en 2021

Tom Standage publicó una carta en la que menciona las 10 tendencias que habremos de observar en año 2021, mismas que dejan claro que no todo será fatalidad y tristeza como en el año que está por concluir. La carta comienza haciendo la pregunta de si nos sentimos con suerte. El número 21 está relacionado con la suerte, como el riesgo de lanzar los dados, es el número de puntos en un dado estándar y es el nombre de una familia de juegos de cartas, incluido el blackjack.

Todo esto parece extrañamente apropiado para un año de inusual incertidumbre. El gran premio que se ofrece es la posibilidad de controlar la pandemia de coronavirus. Pero en el proceso, abundan múltiples riesgos para la salud, la recuperación económica y la estabilidad social en 2021. A continuación se presentan las diez tendencias a seguir en el próximo año:

1. Peleas por las vacunas. A medida que las primeras vacunas ya están disponibles en cantidad, el enfoque pasará del heroico esfuerzo para desarrollarlas a la igualmente abrumadora tarea de distribuirlas. La “diplomacia” de las vacunas acompañará las luchas dentro y entre países sobre quién debería recibirlos y cuándo. Pero habrá un comodín: ¿cuántas personas rechazarán una vacuna cuando se les ofrezca?

2. Una recuperación económica desigual. A medida que las economías reboten después de la crisis de la pandemia, la recuperación será irregular, ya que los cierres económicos parciales se seguirán imponiendo en diferentes lugares, se removerán y se volverán a imponer conforme la pandemia avance. Y los gobiernos que han dado apoyos, pasarán de una estrategia de apoyar a las empresas (para mantenerlas con vida artificial) a ayudar a los trabajadores que han perdido sus trabajos. Se ampliará la brecha entre empresas fuertes y débiles.

3. Reparando el desorden del nuevo mundo. ¿Cuánto podrá Joe Biden, recién llegado a la Casa Blanca, arreglar de un orden internacional basado en reglas que se desmoronan? El Acuerdo climático de París y el Acuerdo nuclear con Irán son los lugares obvios donde comenzará la presidencia de Biden. La tarea será difícil porque el derrumbe del orden mundial comenzó desde antes de la Presidencia de Donald Trump, por lo que repararlo durará más de los cuatro años que duró su presidencia.

4. Más tensiones entre Estados Unidos y China. No esperen que Biden termine la guerra comercial con China. En cambio, querrá enmendar las relaciones con los aliados para librarla de una manera más efectiva. Muchos países, desde África hasta el sudeste asiático, están haciendo todo lo posible para evitar tomar partido a medida que aumenta la tensión.

5. Empresas en primera línea. Otro frente para el conflicto entre Estados Unidos y China son las empresas, y no solo los ejemplos obvios de Huawei y TikTok, en la medida en la que los negocios se convierten más en un campo de batalla geopolítico. Además de la presión desde arriba, los jefes de estas grandes empresas también se enfrentan a la presión desde abajo, ya que los empleados y clientes exigen que se tomen posiciones más firmes sobre el cambio climático y la justicia social, donde los políticos han hecho muy poco.

6 Después de la tecno-celeración. En 2020, la pandemia aceleró la adopción de muchos comportamientos tecnológicos, desde videoconferencias y compras en línea hasta trabajo remoto y aprendizaje a distancia. En 2021, será más claro hasta qué punto estos cambios se mantendrán o si retrocederán.

7 Un mundo menos suelto. El turismo se encogerá y cambiará de forma, con más énfasis en los viajes nacionales. Las aerolíneas, las cadenas hoteleras y los fabricantes de aviones seguirán teniendo dificultades, al igual que las universidades que dependen en gran medida de los estudiantes extranjeros. El intercambio cultural también se verá afectado.

8. Una oportunidad sobre el cambio climático. Un lado positivo en medio de la crisis es la oportunidad de tomar medidas sobre el cambio climático, ya que los gobiernos de países desarrollados han estado invirtiendo en planes de recuperación ecológica para crear empleos y reducir las emisiones. ¿Qué tan ambiciosas serán las promesas de reducción por parte de los países en la Conferencia de la ONU sobre el Clima, la cual no se pudo llevar en 2020?

9. El año del déjà vu. Ese es solo un ejemplo de cómo el próximo año puede sentirse, en muchos aspectos como una segunda versión del 2020, ya que los organizadores de eventos como los Juegos Olímpicos, la Expo de Dubai y muchas otras reuniones políticas, deportivas y comerciales harán todo lo posible para llevarlas a cabo un año después de lo planeado. No todos tendrán éxito.

10 Una llamada de atención para otros riesgos. Los académicos y analistas, muchos de los cuales han advertido del peligro de una pandemia durante años, intentarán aprovechar esta estrecha ventana de oportunidad para lograr que los responsables de la formulación de políticas tomen más en serio otros riesgos desatendidos, como la resistencia a los antibióticos y el terrorismo nuclear. Hay que desearles suerte.

Tom Standage concluye señalando que el próximo año promete ser particularmente impredecible, dadas las interacciones entre la pandemia, una recuperación económica desigual y una geopolítica conflictiva. Advierte que entre más informados estemos, tendremos mayores probabilidades de sortear los riesgos y las oportunidades que se avecinan.

Después de la crisis, la oportunidad

En el artículo de Zanny Minton Beddoes, la autora aborda lo que considera que son las fuerzas que darán forma al mundo post-Trump y post-covid. Ella comienza señalando que algunos años cobran protagonismo en la historia. Por lo general, es el final de una guerra o el inicio de una revolución lo que marca el cambio de un capítulo a otro, pero el 2020 será una excepción. La derrota de Donald Trump marcó el final de una de las presidencias más divisivas y dañinas en la historia de Estados Unidos. Por su parte, una pandemia única en un siglo ha creado la oportunidad de un reinicio económico y social tan dramático como el de la era progresista. La gran pregunta para 2021 es si los políticos son lo suficientemente atrevidos para comprenderlo.

El Covid-19 no solo ha golpeado la economía global. Ha cambiado la trayectoria de las tres grandes fuerzas que están dando forma al mundo moderno: 1. La globalización se ha truncado, 2. La revolución digital se ha acelerado radicalmente, y 3. La rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China se ha intensificado. Al mismo tiempo, la pandemia ha agravado uno de los grandes flagelos actuales: la desigualdad. Y al mostrar el costo de no estar preparados para un desastre de baja probabilidad pero de muy alto impacto, ha hecho que más mentes piensen en el desastre inevitable e incluso de mayor impacto del próximo siglo: el del cambio climático. Todo esto significa que no hay vuelta atrás al mundo pre-covid.

Esto no será obvio a principios del siguiente año. En medio de la miseria de una segunda ola de contagios y muertos, la atención en muchos países seguirá centrada en controlar el virus. Cuando comience el año nuevo, ya habrá vacunas, aunque no estén todavía ampliamente disponibles. Solo a medida que avance el 2021 y se hagan vacunaciones masivas, quedará claro cuánto en el mundo ha cambiado permanentemente.

Y eso resultará ser mucho, particularmente para Occidente. El mundo post-covid será mucho más digital. Desde el trabajo a distancia hasta el comercio minorista en línea, la pandemia ha reducido años de transformación digital a meses, lo que ha traído consigo un cambio radical en la forma en que las personas viven, lo que compran y dónde trabajan. Los ganadores de este ataque de destrucción creativa incluyen a los gigantes tecnológicos (cuyas ganancias y precios de las acciones han aumentado) y las grandes empresas en general (que tienen los mayores tesoros de datos y los suficientes recursos para invertir en la transformación digital). Las grandes ciudades tendrán que reinventarse. Habremos de presenciar una avalancha de más cierres, especialmente entre pequeñas empresas y en las industrias minorista, de viajes y hotelería.

Aunque la globalización seguirá siendo sobre bienes y capitales que cruzan fronteras, la gente viajará menos. Los países asiáticos que controlaron el virus con mayor eficacia fueron también los que cerraron sus fronteras de forma más estricta. Su experiencia dará forma a las políticas de otros. Las restricciones fronterizas y las cuarentenas permanecerán vigentes mucho después de que disminuyan los casos de covid-19. E incluso después de que se reinicie el turismo, la migración seguirá siendo mucho más difícil. Eso hará mella en las perspectivas de los países pobres que dependen de los flujos de remesas de sus trabajadores migrantes en el extranjero, reforzando el daño causado por la pandemia en sí. Es probable que unos 150 millones de personas caigan en la pobreza extrema a fines de 2021.

El comercio mundial se llevará a cabo en un contexto geopolítico desfavorable. El mercantilismo de Trump desaparecerá, pero las sospechas de Estados Unidos sobre el comportamiento de China no terminarán con la partida del “Tariff Man”, como el presidente Trump se enorgullecía de ser conocido. Se mantendrán los aranceles, ahora aplicados a dos tercios de las importaciones de China, al igual que las restricciones a sus empresas de tecnología. Continuará la fragmentación del mundo digital y su cadena de suministro en dos partes, una dominada por los chinos y la otra por los estadounidenses. La rivalidad chino-estadounidense no será la única influencia de esas dos potencias en la globalización. Castigados por su dependencia de suministros médicos importados y otros bienes críticos (a menudo de China), los gobiernos de Europa a India redefinirán el alcance de las “industrias estratégicas” que deben protegerse. Las ayudas estatales para apoyar esta nueva política industrial se han convertido y seguirán siendo omnipresentes.

Todo esto dejará la economía mundial dividida y debilitada. La brecha entre la fuerza de China (y otras economías asiáticas post-covid) y la debilidad de otros lugares seguirá siendo evidente. La de China fue la única gran economía que creció en 2020; en 2021 su tasa de crecimiento superará el 7%, sustancialmente más alta que la tasa de recuperación en Europa y América. Y, a diferencia de las economías occidentales, su recuperación no se sustentará en enormes déficits presupuestarios o estímulos monetarios extraordinarios. El éxito económico de China y la rápida derrota del covid-19 serán el telón de fondo de un año de celebración triunfal en Beijing, ya que el Partido Comunista celebra su centenario.

El contraste con Occidente será profundo. Estados Unidos comenzará el año con un crecimiento tambaleante, sobre todo por no haber aprobado un paquete de estímulo económico lo suficientemente robusto en los últimos días de la administración Trump. Las economías de Europa serán lentas por mucho más tiempo, con generosos apoyos laborales que atan a las personas a trabajos que ya no existen y mantienen empresas zombis respaldadas por el estado. A ambos lados del Atlántico, la inequidad del impacto del covid-19 será cada vez más clara: los más vulnerables son los más afectados por el virus; la pérdida de puestos de trabajo se concentra entre las personas menos calificadas; la interrupción educativa afectará más a los niños más pobres. La ira pública crecerá, particularmente en Estados Unidos, que entrará en 2021 como un país profundamente dividido.

Con un mundo occidental golpeado y China cacareando, muchos expertos declararán que la pandemia será la sentencia de muerte para un orden mundial liderado por Occidente. Esa afirmación resultará prematura. A pesar de su “diplomacia de las vacunas”, China inspira más miedo y sospecha que admiración. Y a pesar de toda su determinación de llevar a China al centro del escenario, su presidente, Xi Jinping, muestra poco apetito por un liderazgo global genuino. Aunque el desprecio de Trump por los aliados y las incursiones en la diplomacia transaccional han sacudido la confianza en el orden global liderado por Estados Unidos, no la han destruido del todo.

Eso significa que Estados Unidos, una vez más, tendrá la capacidad desproporcionada para moldear el mundo pospandémico, y el hombre más capaz de marcar la pauta es un hombre de 78 años. Joe Biden, quien es considerado como un moderado constructor de consensos cuyas propias posiciones políticas siempre se han acercado al centro de gravedad de su partido, es poco probable que se convierta en el arquitecto del nuevo orden mundial.

Pero podría ser la persona adecuada. La plataforma política de Biden es lo suficientemente ambiciosa. Detrás del lema de “reconstruir mejor” hay un intento audaz, pero no radical, de unir un estímulo a corto plazo con una fuerte inversión en infraestructura verde, investigación y tecnología para acelerar drásticamente la transformación energética de Estados Unidos. Desde ampliar el acceso a la atención médica hasta mejorar el seguro social, el contrato social propuesto por Bidenomics es una versión del siglo XXI de la era progresista: reforma audaz sin izquierdismo peligroso.

En política exterior, Biden reparará las relaciones y reafirmará los valores y el papel global de Estados Unidos. Un veterano de la diplomacia y un multilateralista instintivo y constructor de instituciones, Biden enviará señales fuertes rápidamente: Estados Unidos volverá a entrar en el Acuerdo climático de París, permanecerá en la Organización Mundial de la Salud y se unirá a COVAX, la coalición global para distribuir una vacuna covid-19. Se dirigirá rápidamente a Europa para reafirmar el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y la alianza transatlántica, aunque su primera parada será Berlín o París, en lugar del Brexit de Boris Johnson en Gran Bretaña. Biden reafirmará la importancia de los derechos humanos y la democracia para la política exterior estadounidense. Espere críticas más duras a China por su trato a los uigures en Xinjiang y su opresión en Hong Kong. Con Biden ya no habrá más simpatías para con los dictadores.

Sin embargo, en las cuestiones más importantes, la presidencia de Biden ofrecerá más un cambio de enfoque que de dirección. Estados Unidos seguirá preocupado por la amenaza que representa una China en ascenso: la administración Trump merece crédito por centrar la atención en este punto. Pero en lugar de atacar con aranceles unilaterales, el equipo de Biden se centrará en construir una coalición multilateral para contrarrestar a China. Espere que se hable de una gran negociación transatlántica en la que Estados Unidos tranquilizará las preocupaciones europeas sobre sus gigantes tecnológicos, particularmente los datos personales que recopilan y el impuesto que no pagan, a cambio de una estrategia conjunta en contra de las empresas tecnológicas chinas. Espere escuchar de una nueva alianza global, que unirá a las democracias asiáticas en la coalición occidental para contrarrestar a China, la base, posiblemente, de un nuevo tipo de orden mundial liderado por Estados Unidos.

Zanny Minton Beddoes concluye señalando que la oportunidad esta ahí. La pregunta es si el señor Biden lo comprenderá. El riesgo es que, tanto en casa como en el extranjero, una presidencia de Biden demuestre ser extensa en palabras tranquilizadoras y corta en acciones efectivas. De igual forma existe el riesgo de que Biden, esté o no limitado por un Senado controlado por el partido Republicano, dedique demasiado tiempo en reparar el mundo del ayer en lugar de construir el de mañana. En conclusión, el mayor peligro no es la sacudida de la izquierda que temen muchos simpatizantes de derecha, sino la inacción, la timidez y el estancamiento. Para Estados Unidos y el mundo, sería una lástima terrible.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

Buenas noticias, se va Trump; pero su legado quedará

Después de una semana llena de incertidumbre, todo parece indicar que el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Lo único que falta es que se reúna el Colegio Electoral de dicho país y que los delegados lo formalicen. Con esto parece que concluye una etapa de constante incertidumbre mundial y una era de populismo que le “dio alas” para hacer y deshacer a muchos líderes populistas en todo el mundo, incluido al presidente mexicano. El desdén por la verdad, los medios de comunicación, la ciencia, la globalización, así como la práctica de polarizar a la población, tienen ya sus días contados. 

Ahora en día, las redes sociales están inundadas de mensajes en el sentido de que el triunfo de Biden es un triunfo de los “socialistas”, pero me parece que no es así. El triunfo de Biden pone un fin a una etapa en la cual la política exterior de los Estados Unidos se regía por el estado de ánimo de Donald Trump y su cuenta de Twitter. Se acabó el solapar lo que sucede en Venezuela porque Maduro es un protegido de Putin, quien a su vez “se la lleva bien” o tiene una relación obscura con Trump. Si las descalificaciones hacia Joe Biden están fincadas en que el Partido Demócrata trabajará más para crear un estado de bienestar en Estados Unidos o si se basan en que los demócratas son pro aborto y los republicanos son anti aborto, pues me parece que están dejando de ver los temas más importantes que nos deben importar a los mexicanos.

Me parece que con la llegada de Joe Biden a la presidencia, veremos una mayor estabilidad global hacía el futuro. Estados Unidos regresará a una agenda de globalización, una agenda en favor del combate al cambio climático y los derechos de los trabajadores, y dejara de socavar a sus aliados históricos con el fin de congraciarse con sus enemigos históricos como Rusia y Corea del Norte.

Sin embargo, a Joe Biden, no le alcanzará su presidencia (sea de 4 u 8 años) para remediar el daño que ha causado Donald Trump, que por muy Republicano que sea, ocasionó un enorme daño a una economía mundial de libre mercado. Y no me refiero al tema de combatir las trampas de los chinos y lo que hicieron creando su virus y enfermedad del Covid-19, y la ventaja que esto les ha dado para la conquista mundial. Me refiero a lo mucho que Donald Trump dañó con su populismo a la economía mundial.

Es así que después del triunfo de Joe Biden, la mayor parte del mundo ha mostrado su beneplácito, sin embargo subsisten aspectos que van a continuar, aunque Donald Trump haya dejado la Casa Blanca. A continuación  los explico:

1. La animadversión contra china. Para la mayoría de estadounidenses es bastante claro que China no juega limpio en el comercio mundial. Es un país que no tiene una economía de mercado por lo que los costos de producción de sus fábricas están distorsionados.  Los gobiernos provinciales siguen dando subsidios a la exportación, además de que sigue teniendo una gran participación del Estado en la vida económica mediante la participación de empresas públicas. Y eso no es todo, sino que además manipula su moneda en aras de obtener una ventaja en precio en los mercados mundiales (el yuan debería estar más caro).

Si a esto le sumamos que hay serias sospechas de que el virus que causa el Covid-19 salió de un laboratorio de China, pues los políticos estadounidenses, con independencia de su partido político, difícilmente permitirán que un presidente Joe Biden sea suave con China. Si bien es probable que las hostilidades en si guerra comercial bajen de nivel, las exigencias a que China juegue limpio van a seguir.  

Por su parte, y esto lo explico más ampliamente en el siguiente punto, los empresarios de Estados Unidos probablemente se lo piensen dos veces antes de invertir fuerte en China, ya que no se descarta que en 4 años llegue a la presidencia otro populista, igual o más duro que Trump, que vuelva a emprender una guerra comercial contra China. Es por ello que considero que las inversiones estadounidenses seguirán saliendo de China y se ubicarán en naciones como Vietnam o Myanmar. A México llegarán unas pocas ya que los inversionistas tampoco confían en las políticas públicas que lleva a cabo el presidente López Obrador. La falta de certidumbre que genera nuestro gobierno no nos permite capitalizar lo que sucede en Oriente.

2. Se ha perdido la confianza en los Estados Unidos. Los problemas de nuestro vecino del norte son muy complejos. Los retos para reactivar su economía, en un  contexto de una creciente pandemia de Covid-19 son mayúsculos, por lo que difícilmente Joe Biden será un presidente popular en el mediano plazo. Es por ello, además de su edad, que es probable que él pierda las elecciones de 2024 (si es que se decide reelegir). Es así que puede ser que en 2024, el propio Donald Trump busque regresar a la presidencia de Estados Unidos o lo haga algún otro populista radical republicano.

Ante este riesgo, los países no tomarán muy en serio el regreso de Estados Unidos a la arena mundial y al mundo globalizado. ¿Si Estados Unidos regresa al Acuerdo de París será sólo mientras los demócratas estén en la Casa Blanca? ¿Si Estados Unidos decide incorporarse al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífica (TIPAT o CPTPP por sus siglas en inglés) será hasta que llegue un radical del partido que sea y decida salirse?  

La confianza en las relaciones que los países, sobre todo los aliados europeos, puedan fincar con Estados Unidos se ha deteriorado. Veremos cómo van evolucionando las cosas en el multilateralismo de Joe Biden.

3. La política del “America First”. Como lo señalé líneas arriba, los problemas económicos para Estados Unidos van a continuar. Su planta manufacturera seguirá cabildeando fuerte para que continúen las políticas arancelarias y no arancelarias que le den protección y le permitan crecer. Estados Unidos ya se dio cuenta de que con la amenaza de aranceles punitivos puede doblar a sus adversarios, por lo que seguirá utilizando esta herramienta para buscar fortalecer su manufactura.

Los tiempos en los que Estados Unidos desdeñaba la manufactura y buscaba las maquilas en Asia, han quedado atrás. Nuestro vecino del norte seguirá buscando atraer de regreso a las fábricas y volver a ser una potencia manufacturera. En ese sentido, Estados Unidos mantendrá una dura política comercial y cuando algo no le parezca, seguirá haciendo valer su palabra con amenazas.

En su relación con México, la llegada de Biden a la Casa Blanca y con la videpresidenta Kamala Harris, pondrá una fuerte presión para que los capítulos laborales y ambientales contenidos en el T-MEC se cumplan. La presión para que se fortalezca el sindicalismo y se aplique la reforma laboral en México va a subir de tono.

AMLO apostó por Trump y se equivocó.

A manera de conclusión podemos decir que la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos es una buena noticia para el mundo. Veremos un regreso al multilateralismo y la cooperación, pero el legado de Donald Trump subsistirá, además de que nos queda claro que siempre quedará la puerta abierta para que regrese un populista con un mensaje mesiánico de que resolverá todos sus problemas.

México debe ser inteligente y aprovechar la animadversión contra China y debe entablar una relación de confianza con el nuevo gobierno estadounidense. No creo que le vayan a cobrar muy caro a AMLO la visita de respaldo político que hizo a Washington el pasado 8 de julio, con el pretexto de la ratificación de la entrada en vigor del T-MEC. Sin embargo, les debe quedar bien claro que ya se acabó el gobierno de Donald Trump que les “solapaba” lo que sucedía en México en todos los ámbitos, mientras que nuestro país le detuviera a los migrantes. Ahora si se le exigirán resultados a México, veremos si el gobierno de López Obrador está a la altura.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

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