La desaceleración de la economía nacional

Los indicadores dados a conocer en la semana que recién concluye confirman que el ritmo de recuperación económica mundial se está desacelerando. Veamos los casos de las dos mayores economías del planeta: En Estados Unidos se informó que en el tercer trimestre de este año el Producto Interno Bruto (PIB) creció apenas 2.0% con respecto al trimestre inmediato anterior. Este dato contrasta con los incrementos observados de 6.7% y 4.5% observados en el segundo y primer trimestres de este año, respectivamente.  Por su parte, la segunda mayor economía del mundo, la de China, creció sólo 4.9% en el comparativo del tercer trimestre de 2021 respecto del mismo trimestre de 2020, tasa inferior al 7.9% observado en el segundo trimestre y del 12.7% del primero.

Buena parte de la desaceleración de la economía mundial se debe a que en la medida en que los países de todo el mundo eliminan las restricciones a la actividad económica ocasionadas por el Covid, los suministros de muchas materias primas no pueden satisfacer la demanda. La escasez global de semiconductores, por ejemplo, ha afectado mucho la fabricación de automóviles de EE.UU., lo que a su vez se tradujo en una caída de -26.2% en el consumo de bienes duraderos en dicha nación. Desde luego que los problemas logísticos con los puertos saturados de contenedores, la aparición de la variable delta del Covid en pleno verano, así como los incrementos en los precios de los insumos y energía han causado mella en el desempeño económico mundial.

México no es la excepción a este fenómeno de desaceleración y muestra de ello es que el INEGI dio a conocer la Estimación Oportuna del PIB y con cifras desestacionalizadas, en el comparativo del segundo al tercer trimestre de 2021, el PIB total disminuyó -0.2%. Esta contracción es producto de que las actividades terciarias (comercio y servicios) disminuyeron -0.6%, mientras que las primarias (agricultura y ganadería) y las secundarias (industria) crecieron 0.7% en ambos casos.

Esto viene a confirmar lo que diversos analistas habíamos anticipado en el sentido de que entre julio y septiembre el proceso de recuperación se detuvo. Para el caso concreto de México, en esta entrega analizamos algunas de las causas que influyeron en el mal desempeño económico durante el tercer trimestre del año.

1. Variante Delta del Covid. La aparición de esta variante provocó que sectores como el comercio y turismo dejaran de crecer, además de que mermó la confianza de los consumidores. Con cifras originales, vemos que los ingresos de los establecimientos comerciales al menudeo crecieron apenas 0.72% entre junio y julio de este año, y cayeron -0.36% entre julio y agosto. Por su parte, la confianza de los consumidores también se vio afectada, ya que el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) no creció entre junio y julio, cayo -4.1% entre julio y agosto, y creció apenas 1.9% entre agosto y septiembre. Sabemos que si los consumidores no se sienten optimistas guardan la cartera, por lo que la caída en la confianza de los consumidores resultó muy importante.

2. Desaceleración económica de Estados Unidos. Desde luego que la desaceleración económica de Estados Unidos nos afectó porque el ritmo de crecimiento de las exportaciones mexicanas se contrajo.  Entre junio y julio el valor de las exportaciones totales de México cayó -4.2%, entre julio y agosto disminuyó otro -1.4% y entre agosto y septiembre creció 3.4%. La desaceleración de las exportaciones desde luego que afecta directamente el desempeño del sector manufacturero. Al analizar el Índice de Volumen Físico de la Actividad Industrial (IVFAI) vemos que con respecto al mes inmediato anterior, las manufacturas cayeron -1.31% en mayo, se contrajeron -0.17% en junio, aumentaron apenas 1.56% en julio y crecieron sólo 0.21% en agosto.

3. Problemas en las cadenas globales de suministros y escasez de insumos. Se ha comentado ampliamente que a nivel mundial las interrupciones de la cadena de suministro se han convertido en un desafío importante para la economía global desde el inicio de la pandemia. Los cierres de fábricas en China a principios de 2020, los cierres de actividad económica en varios países, la escasez de mano de obra, la fuerte demanda de bienes comerciables, las interrupciones en las redes logísticas y las limitaciones de capacidad han dado lugar a grandes aumentos en los costos de flete y tiempos de entrega. Esto sin duda causó mella en el PIB mexicano también.

4. Alzas de precios de insumos para la producción. Derivado del punto anterior, los precios de los insumos se han aumentado, lo que a su vez ocasiona una disminución de la oferta y por lo tanto una desaceleración económica. De igual manera, los mayores costos de producción ocasionan dos cosas: a. Que los precios de los bienes y servicios se incrementen (la inflación fue de 6.12% anualizado en la primera quincena de octubre), lo que ha ocasionado que el Banco de México apriete la política monetaria hasta llevar su tasa de interés objetivo a 4.75% y con la perspectiva de que cierre 2021 en 5.25%; y b. Que las utilidades de las empresas disminuyan, complicando así las posibilidades de invertir y crecer.

5. Animadversión del gobierno federal en contra del sector privado. Varios analistas hablan de que la actual relación entre el sector privado y el gobierno federal era algo que no se veía desde el sexenio del presidente Luis Echevarría Álvarez. Las expresiones de desdén hacía el sector privado por parte del presidente desaniman el clima de negocios y afectan la inversión productiva. En su comparativo con el mes inmediato anterior, la Inversión Fija Bruta total registró una caída de -6.2% en abril, creció 5.5% en mayo, cayó -2.1% en junio y subió 2.3% en julio. Desafortunadamente no hay datos más actuales de esta variable al momento de escribir estas líneas, pero es evidente que el gobierno federal hace poco por alentar la inversión productiva por parte del sector privado.

Desde luego que hay otros factores importantes que han afectado a la actividad económica en el tercer trimestre de este año. Es muy importante mencionar que la caída del PIB en el periodo del segundo al tercer trimestre de este año de ninguna manera debe ser interpretada en este momento como que nos aproximamos a una crisis económica, ya que si realizamos una  comparación anual del tercer trimestre de 2020 al mismo trimestre de 2021, utilizando cifras originales, tenemos que el PIB total registró un avance de 4.6%, producto de que las actividades primarias crecieron 0.7%, las secundarias avanzaron 5.3%, mientras que las terciarias crecieron 4.1%.

Con los datos del tercer trimestre de 2021, ya tenemos que el balance de los primeros nueve meses del año es favorable ya que el PIB total muestra un crecimiento anualizado de 6.1%, producto de que las actividades primarias crecieron 3.4%, las secundarias 8.7% y las terciarias 5.2%. Con estas cifras confirmamos que todavía nos hace falta mucho camino por andar para regresar a los niveles de PIB que teníamos en 2019. Las cifras nos permiten estimar que en el comparativo de los primeros nueve meses de 2021 respecto de los mismos meses de 2019 el PIB total está 4.1% por debajo, el PIB de las actividades primarias se encuentra 2.02% arriba, el de las actividades secundarias 4.47% por debajo, mientras que el de las terciarias se encuentra 3.91% por debajo.

A manera de conclusión podemos señalar que al momento de escribir estas líneas, la economía nacional sigue en un proceso de recuperación, aunque tuvo un tercer trimestre complicado por las razones antes expuestas. En estos momentos ningún analista serio está anticipando una crisis para el cierre de este año ni en el que sigue. Sin embargo, si hay cosas que preocupan como la alta tasa de inflación y el impacto que esto tendrá en la política monetaria. Todo indica que México seguirá creciendo porque estamos en el proceso de rebote tras la caída de 2020, pero las malas decisiones de política económica por parte del gobierno federal harán que el crecimiento sea cada vez más bajo y que sigamos perdiendo competitividad en comparación de otras naciones. O sea, crisis no hay, pero problemas si, y son muchos.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP* 

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

La caída de la productividad laboral en México

El gobierno federal actual ha decretado aumentos considerables en el salario mínimo, el cual pasó de 88.36 pesos en 2018 a 141.70 pesos en 2021, lo que representa un incremento nominal de 60.4%. Sin embargo, son pocas las personas ocupadas que se han visto beneficiadas de este incremento, ya que los ingresos en el empleo informal no se rigen con el salario mínimo, mientras que en el empleo formal el salario promedio de cotización es mucho más elevado ($432 pesos diarios al 30 de septiembre de 2021), por lo que para la enorme mayoría de asegurados los incrementos salariales no se dan en función de cómo se mueve el salario mínimo.

Sin lugar a duda, una gran asignatura pendiente en México es elevar el nivel de ingresos de la población ocupada, pero sin que esto se traduzca en mayores costos o menor rentabilidad para las empresas, ya que no se trata de que los aumentos en los salarios se traduzcan en inflación que merme el poder adquisitivo de las familias. Lo he señalado en múltiples entregas, que de acuerdo con la teoría económica, el aumento de la productividad laboral es una condición indispensable para que haya mejora en los ingresos de la población  ocupada sin presiones inflacionarias, lo que implica que cada unidad de mano de obra empleada produzca un mayor valor de producción. En esta entrega analizamos qué tan bien vamos en el objetivo de tener una economía cada vez más productiva, tanto para la totalidad de la economía nacional como a nivel de entidad federativa.

El INEGI ha informado los datos del índice global de la productividad laboral de la economía con base en la población ocupada al segundo trimestre de 2021. Los datos confirman que lamentablemente para México y su competitividad relativa a nivel mundial, la productividad total promedio ha caído fuerte en lo que va del actual sexenio del gobierno federal. Esto se debe principalmente a la disminución de la productividad de la mano de obra en las actividades industriales. Cabe señalar que en el texto subsecuente, cuando se haga mención a los años 2012, 2018 o 2021, me referiré siempre a los datos del segundo trimestre de cada año.

Productividad a nivel nacional

Para la totalidad de las actividades económicas, mientras que en el periodo de 2012 a 2018 la productividad laboral creció 5.56%, en el periodo de 2018 a 2021 ésta disminuyó en -6.17%, de manera que para el periodo completo de 2012 a 2021, se registra un retroceso de -0.95%. En las actividades primarias (agricultura, ganadería, pesca), observamos un aumento considerable de 15.02% en el periodo de 2012 a 2018, y una caída de -0.27% entre 2018 y 2021, de manera que para el periodo de 2012 a 2021 la productividad laboral muestra un avance de 14.70%. En las actividades secundarias (industria) observamos una caída de la productividad laboral de -12.24% en el periodo de 2012 a 2018 y una caída adicional de -7.70% en el periodo de 2018 a 2021, de manera que para todo el periodo de 2012 a 2021 hay un fuerte retroceso de -19.0%. Finalmente, en las actividades terciarias (comercio y servicios), observamos que entre 2012 y 2018 hubo un aumento de la productividad de 12.85%, pero entre 2018 y 2021 ésta cayó -5.83%, de manera que el balance de 2012 a 2021 es de un incremento de apenas 6.27%. ¿Cuáles son las causas de la pérdida de productividad en actividades primarias, secundarias y terciarias en el actual sexenio? Desde luego que la pandemia del covid-19 jugó un papel, pero desde mi punto de vista el principal problema es la fuerte caída en la inversión fija bruta de -15.6% ocurrida en el comparativo de los primeros siete meses de 2018 y los mismos meses de 2021.

Es muy preocupante la fuerte caída de la productividad de las actividades secundarias y al profundizar en el tema, vemos que el INEGI nos proporciona información para la industria de la construcción y la manufacturera. Respecto a la productividad de la mano de obra ocupada en la industria de la construcción, tenemos que en el periodo de 2012 a 2018 ésta creció 2.82%, pero en el periodo de 2018 a 2021 disminuyó -15.78%, de manera que el balance de 2012 a 2021 es de un retroceso de -13.41%.

Ahora, al analizar la evolución del índice de productividad laboral con base en la población ocupada en la industria manufacturera vemos que en el periodo de 2012 a 2018 ésta cayó -8.11%, producto de que retrocedió -4.85% entre 2012 y 2018 y cayó otro -3.43% entre 2018 y 2021. Esta disminución de la productividad promedio de la industria manufacturera es lo que hace difícil que los salarios puedan aumentar más en esta actividad, además de que nos deja mal parados respecto a otros países que pudieran resultar más atractivos para la atracción de plantas manufactureras.

Productividad en las entidades federativas

Al analizar la evolución de la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera, pero a nivel de entidad federativa, tenemos que para el periodo completo de 2012 a 2021, los estados que muestran crecimiento de su productividad de la mano de obra son (en paréntesis se indica el porcentaje de incremento) son: Michoacán (75.76%), Baja California Sur (62.01%), Morelos (60.98%), Oaxaca (48.72%), Guerrero (44.43%), Baja California (13.44%), Guanajuato (11.30%), Yucatán (9.31%), Campeche (9.27%), Durango (9.02%), Ciudad de México (8.27%), Querétaro (5.71%), Nuevo León (5.38%), Colima (5.27%) y Jalisco (2.94%). En estos 15 estados la mano de obra promedio es ahora más productiva de lo que era en 2012. ¿Qué están haciendo los empresarios de estos estados para avanzar en su productividad?

Por su parte, los estados que presentan disminuciones en su índice de productividad laboral entre 2012 y 2021 son (en paréntesis se indica el porcentaje de disminución): Chiapas (-39.71%), Zacatecas (-25.76%), Tamaulipas (-24.93%), Nayarit (-23.73%), Hidalgo (-20.77%), Sonora (-20.06%), Quintana Roo (-17.90%), Veracruz (-15.07%), Tlaxcala (-11.04%), Estado de México (-5.44%), Coahuila (-3.91%), Aguascalientes (-3.89%), San Luis Potosí (-3.85%), Tabasco (-3.79%), Chihuahua (-2.90%), Puebla (-2.03%) y Sinaloa (-0.29%).   Desafortunadamente en estos 17 estados la mano de obra es ahora menos productiva de lo que era hace nueve años. ¿Qué sucedió en estas entidades para que no hayan logrado avanzar en su productividad laboral?

Es importante precisar que los datos de la tabla que se presenta a continuación sólo se refieren al crecimiento o disminución de la productividad laboral, no refleja la posición relativa del nivel de productividad de cada entidad. Las cifras del INEGI no permiten conocer la magnitud del nivel de productividad absoluta de los estados, sólo cómo han evolucionado desde 1993.

Al final de cuentas, esta evolución es lo que explica buena parte porque en unas entidades mejora el nivel de vida, mientras que en otras ocurre un estancamiento salarial, además de que confirma que una de las mayores asignaturas pendientes que tienen el sector privado y el sector público es la de elevar la productividad de su fuerza laboral a lo largo y ancho de México. Si no se logra esto, será imposible tener incrementos salariales permanentes cada año sin generar presiones inflacionarias.

Respecto al tema de la productividad laboral, desde luego que se pueden realizar muchos más análisis con un mayor nivel de detalle a nivel nacional y estatal, y claro que también se pueden obtener muchas más conclusiones de lo aquí presentado. Hay tres acciones fundamentales para elevar la productividad de la mano de obra, y son: 1. Elevar el nivel de capacitación y competencias de la población económicamente activa, 2. Generar un entorno económico propicio y amable con la inversión y 3. Brindar incentivos fiscales a la inversión productiva de manera que las empresas puedan adquirir más y mejor maquinaria y equipo.

La estrategia debe ser apostarle a los aumentos en la productividad para hacer frente al enorme reto de disminuir las brechas salariales en la población ocupada, por lo que este debería ser uno de los principales objetivos de la Secretaría de Economía, la Secretaría de Hacienda y la Secretaría del Trabajo del gobierno federal actual.   

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandrogomezt

¿La estanflación está a la vuelta de la esquina?

El miércoles 13 de este mes, el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos, informó que la inflación general repuntó, con un aumento del índice de precios al consumidor de 5.4% entre septiembre de 2020 y el mismo mes de 2021, lo que implicó un ligero incremento respecto a la inflación anualizada del mes inmediato anterior. En el caso de México, la semana anterior, el INEGI había informado que la inflación general en México fue de 6.0%, la tasa más elevada desde abril de 2021. Estos son solo dos ejemplos de cómo las presiones inflacionarias están aumentando a nivel mundial y las causas son muchas y diversas, tal y como lo expliqué en mi entrega de la semana pasada. Aquí el punto es que las presiones inflacionarias provocan que diversos países comiencen a endurecer su política monetaria (elevando tasas de interés); y en los que no ha habido apretón de política monetaria, los bancos centrales analizan cómo eliminar paulatinamente los estímulos y transitar a una normalización de la política monetaria con tasas de interés neutrales de aproximadamente 2.0% (caso de EE.UU.).

Las presiones inflacionarias y su impacto en la política monetaria, es algo que preocupa en un contexto de incipiente recuperación económica, misma que en diversos países ha estado financiada en gigantescos estímulos gubernamentales y contratación de deuda. En este contexto es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de publicar su más reciente reporte, en el cual emitió una alerta mundial recortando sus expectativas de crecimiento del PIB global y a nivel país, advirtiendo sobre una “divergencia peligrosa” en el desempeño económico entre regiones y naciones.

El FMI advirtió que las amenazas al crecimiento habían aumentado recientemente, señalando la variante delta del covid, las disrupciones crónicas en las cadenas de suministro, la creciente inflación reflejada en aumento de los precios de alimentos, energía y combustibles. Como resultado, el FMI recortó su pronóstico de crecimiento global y ahora espera que el PIB mundial aumente un 5.9% este año, lo que implica un 0.1% menos de lo que anticipó en julio de este año. El dato sigue siendo sólido e implica un rebote importante después de la contracción global del 3.1% de 2020. El pronóstico de crecimiento para 2022 se mantuvo sin cambios en 4.9%.

El FMI reconoce que a nivel global, las actividades económicas intensivas en mano de obra y las que implican intenso contacto humano, son las que se han visto más afectadas por la pandemia. También advirtió que detrás de su modesta revisión general se esconden grandes ajustes a la baja en la expectativa de crecimiento económico de algunos países. Dijo que en general las perspectivas para el grupo de países en desarrollo de bajos ingresos se han ensombrecido considerablemente debido al empeoramiento de la dinámica de la pandemia. La disminución de la expectativa de crecimiento agregado también refleja perspectivas más difíciles a corto plazo para el grupo de países considerados como economías avanzadas, en parte debido a las interrupciones en las cadenas de suministro. Para compensar parcialmente estos ajustes, las proyecciones para algunos países exportadores de productos primarios se actualizaron hacía arriba debido al aumento de los precios de los productos básicos.

Buena parte de la disparidad en el desempeño de las naciones se basa en diferencias en el acceso a las vacunas y la implementación de políticas públicas de apoyo a la actividad económica. Alrededor del 60% de las personas están vacunadas contra Covid-19 en los países ricos, pero menos del 5% lo están en las naciones de bajos ingresos. Las economías emergentes también están retirando más rápidamente los apoyos gubernamentales y se enfrentan a mayores costos por el encarecimiento de los alimentos.

Entre las economías más grandes del mundo, el FMI recortó su pronóstico para 2021. Concretamente, para los EE.UU., ajustó su pronóstico de crecimiento en un punto porcentual completo a 6.0%, principalmente debido a problemas de la oferta, pero aumentó su estimación para 2022 de 4.9% a  5.2%.

El FMI también pronosticó que China crecerá a una tasa del 8.0% este año y disminuirá a 5.6% en el 2022, lo que implica 0.1 puntos menos en comparación del pronóstico de julio de este año (podríamos esperar que ambos pronósticos se revisen drásticamente a la baja, ya que el grupo financiero Citi advirtió que China está entrando ahora en un período de estanflación aguda, aunque será breve).

Para el caso de México, que suele sufrir a un grado exacerbado los problemas de Estados Unidos, el FMI pronostica que su PIB se expandirá 6.2% este año y un 4% en el 2022. Esto implica un ajuste a la bajade 0.1 puntos en la perspectiva de crecimiento que se tenía el pasado mes de julio.

En contraste con lo anterior, el FMI elevó su proyección para la zona del euro al 5.0% para este año desde el 4.6% que estimaba en julio, y mantuvo su estimación para 2022 en el 4.3%. Las previsiones para Japón, el Reino Unido, Alemania y Canadá se redujeron para este año, pero se elevaron para 2022. Se preveía que los países de bajos ingresos avanzaran solo un 3% este año, una reducción de 0.9 puntos respecto de lo que se esperaba en julio.

Estanflación en puerta

La estanflación se define como una situación económica en la que un país que sufre de estancamiento económico a la vez que persiste el alza de los precios y el aumento del desempleo. Con esto en mente es que tal vez lo más delicado del reporte del FMI es que no obstante que se recortan las perspectivas de crecimiento de muchos países, también se advierte que la economía mundial está entrando en una fase de riesgo inflacionario. Es por ello que le pide a los bancos centrales que estén “muy, muy atentos” y tomen medidas tempranas para endurecer la política monetaria y suban tasas de interés en caso de que las presiones sobre los precios sean persistentes. El informe deja en claro que “los bancos centrales…deben estar preparados para actuar con rapidez si la recuperación se fortalece más rápido de lo esperado (problemas de exceso de demanda) o si los riesgos de aumento de las expectativas de inflación se vuelven tangibles”.

En este sentido, el reporte del FMI no está solo. En una nota del Wall Street Journal publicada el 13 de octubre se menciona que las perspectivas de la economía mundial se oscurecieron con la publicación de una serie de indicadores de Europa y Asia que sugieren que el crecimiento flaqueó en el tercer trimestre, obstaculizado por los problemas de las cadenas de suministro en todo el mundo, una fuerte aceleración de la inflación y el impacto de la variante delta del covid.

Desde Suecia y el Reino Unido hasta Alemania y Japón, los puertos están congestionados y los cuellos de botella en el comercio internacional de materias primas y componentes han impactado negativamente a las fábricas, lo que ha provocado que algunas de éstas detengan la producción y que los ejecutivos adviertan a los clientes que tendrán que esperar por los productos que se necesitan con urgencia.

El FMI advierte que derivado del aumento de la inflación en varios países, los riesgos para las perspectivas económicas han aumentado, lo que ha vuelto más complejo el análisis costo-beneficio de una política cobre otra. ¿Se debe privilegiar la estabilidad de precios y menores tasas de interés en un contexto de débil demanda agregada y frágil recuperación económica?  El FMI recomienda mitigar las presiones inflacionarias antes de permitir que se arraiguen las mentalidades inflacionistas en los agentes económicos. “Una espiral de dudas podría frenar la inversión privada y conducir precisamente a una recuperación más lenta del empleo que los bancos centrales buscan evitar cuando retrasan el endurecimiento de las políticas”, advirtió el FMI. En otras palabras, los bancos centrales no deben hacer nada si la inflación es transitoria, pero deben intervenir rápidamente si no lo es. Si tan solo los bancos centrales supieran cuál es cuál.

Por su parte, se debe destacar que existe una peligrosa divergencia en la implementación de políticas económicas entre países. Mientras que México lleva tres apretones de 0.25 puntos porcentuales en la tasa de interés objetivo del Banco de México, el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) sigue analizando la pertinencia de disminuir o eliminar su programa de compra de bonos en algún momento de principios de 2022 (hablar de subir tasas de interés es casi impensable). Para ilustrar las diferencias monetarias, tenemos que en la primera semana de octubre de 2021 estas eran las tasas de interés nominales de los bancos centrales de algunos países: Suiza (-0.75%), Dinamarca (-0.60%), Eurozona (-0.50%), Japón (-0.10%), Reino Unido (0.10%), Estados Unidos (0.13%), Canadá (0.25%), Corea del Sur (0.75%), Chile (1.50%), Colombia (2.00%), China (3.85%), India (4.00%), México (4.75%), Brasil (6.25%), Rusia (6.75%), Turquía (19.6%) y Argentina (51.4%).

El pronóstico central del FMI es que la inflación aumentará drásticamente hacia fines de este año, pero que se moderará a mediados de 2022 y luego volverá a niveles previos a la pandemia, similar a la narrativa actual de la mayoría de los bancos centrales. Sin embargo, la realidad y las perspectivas de los consumidores están mostrando ser más persistentes. Es evidente que los riesgos de inflación están sesgados al alza, mientras que los del crecimiento están inclinados a la baja, mientras que la receta del FMI es que los bancos centrales actúen subiendo tasas si los precios muestran signos de durabilidad.

La conclusión de todo esto es que el mundo seguirá transitando en una fase de inflación que se irá extendiendo a lo largo y ancho del planeta. La gran incógnita es si estas presiones serán de corta o larga duración, pero en el inter veremos un apretón monetario. En México ya estamos acostumbrados a las altas tasas de interés, el riesgo es lo que sucederá con el tipo de cambio peso-dólar cuando se acabe el exceso de liquidez mundial y Estados Unidos tenga tasas de interés en torno a un 1 o 2%. El impacto en la paridad peso-dólar puede afectar la tasa de inflación y ello puede generar mayores alzas en la tasa de interés en México, las cuales podrían llegar a niveles de un 6.0% el año que viene. En este escenario, podríamos esperar mayores costos financieros para el gobierno federal y empresas, menos inversión y menor crecimiento económico.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP

alejandro@gaeap.com

En Twitter: @alejandroparaleonogomezt

El problema inflacionario

La siempre presente inflación es uno de los principales problemas de México ya que año con año erosiona el poder adquisitivo de la población ocupada. Si bien México ya no sufre las tasas de inflación de las décadas de los 70s y 80s, el alza de precios sigue siendo un problema crónico para el desarrollo de nuestro país.

Si analizamos el alza de precios ocurrido en cada una de las últimas cinco décadas nos sorprenderíamos. Tenemos que de enero de 1970 al mismo mes de 1980 la inflación fue de 320.9%; de enero de 1980 a enero de 1990 fue de 15,045.5%; de enero de 1990 a enero de 2000 fue de 477.8%; de enero de 2000 a enero de 2010 fue de 61.5%; mientras que de enero de 2010 a enero de 2020 fue de 46.7%. Las inflaciones de cada década, vistas de manera aislada, hacen que el problema inflacionario se vea menos grave de lo que ha sido, pero la realidad es que para todo el periodo de enero de 1970 a agosto de 2021 ¡la inflación en México fue de 939,436%! Esto equivale a un promedio anual de 19.3% en todo el periodo. Llama mucho la atención este enorme número, pero no podemos olvidar que ya le quitamos tres ceros a la moneda en 1993.

Si nos centramos en los tiempos recientes, tenemos que la inflación de precios al consumidor entre enero del 2000 y agosto de 2021 fue de 155.1%. Esto implica una tasa promedio de 4.56% anual en el periodo, pero deja en claro que hasta las tasas inflacionarias “moderadas”, en el largo plazo causan una enorme mella en el poder adquisitivo de la población ocupada. En promedio, algo que costaba 100 pesos en enero del año 2000, ahora cuesta 255.10 pesos.

Dado el repunte inflacionario que estamos viviendo, en esta entrega analizamos la situación actual en cuanto al alza de precios al consumidor en México, la postura que la Junta de Gobierno del Banco de México ha tenido al respecto, así como las repercusiones de las decisiones de política económica en el débil proceso de recuperación económica.

El pasado 7 de octubre, el INEGI informó que la inflación anualizada de precios al consumidor durante septiembre de 2021 fue de 6.0%, la tasa de incremento de precios más alta desde abril de este año. Pero lo más graves que con este dato se ligan 7 meses consecutivos en los que la inflación general en México ha estado por encima del límite máximo de la meta del Banxico, que es de 4.0 por ciento.

Es verdad que en la actualidad muchos países están experimentando un problema inflacionario derivado de diversas causas (cada caso es distinto), entre las que destacan: el enorme incremento en sus agregados monetarios que se traduce en más dinero en circulación, la escasez de ciertas materias primas e insumos para la industria manufacturera (como los semiconductores), las alzas en los costos de la energía, la persistencia de los problemas logísticos en el comercio internacional, los estímulos económicos en naciones desarrolladas que ocasionaron un fuerte desequilibrio entre la demanda y la oferta de bienes y servicios, entre otros. Todos estos elementos se combinan y causan inflación en distintas naciones. Destacan por su inusualmente alta tasa de inflación naciones como España (3.3%), Canadá (3.7%), Alemania (3.9%), Estados Unidos (5.3%), India (5.3%) Polonia (5.4%), Rusia (6.7%) y Brasil (9.7%).

Regresando al caso de México, tenemos que el incremento de precios del 6.0% entre septiembre de 2020 y el mismo mes de 2021 es producto de que el índice subyacente registró un incremento anualizado de 4.92%, mientras que el índice no subyacente subió 9.37%. Es preocupante que ambos índices acumulan 7 meses consecutivos en un nivel por arriba del 4.0%, que es el límite máximo de la meta anual del Banxico.

Ahora, al analizar el comportamiento de los elementos que componen el índice subyacente, vemos que durante septiembre de 2021 el incremento anualizado del índice de las mercancías fue del 6.26% mientras que el alza de precios en los servicios fue de 3.43%. Este comportamiento es resultado, en parte, de que los hogares ahora destinan un mayor porcentaje de su gasto a la compra de bienes que de servicios (por ejemplo, el gasto en restaurantes y en viajes aun está en un nivel prepandemia). Con esto, el índice de precios de mercancías acumula 18 meses en un nivel arriba del 4.0%, mientras que la inflación de precios de los servicios ha estado controlada. Finalmente, en relación al índice no subyacente, su incremento de 9.37% anualizado en septiembre se debe a que los productos agropecuarios registran alza de 10.41%, mientras que los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno aumentaron 8.55%. Con estos datos tenemos que el índice de los productos agropecuarios acumula 5 meses consecutivos arriba del 4.0%, mientras que el de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno suma 8 meses por arriba.

Más allá del deterioro del poder adquisitivo de la población ocupada, el otro impacto sensible e inmediato de esta persistente inflación es que la Junta de Gobierno del Banco de México ha realizado tres aumentos de un cuarto de punto porcentual en la tasa de interés objetivo en lo que va de este año, elevándola de 4.00% a 4.75%. La enorme mayoría de analistas anticipa que en la reunión de noviembre de este año habrá otro incremento de al menos un cuarto de punto porcentual, pero dado que las presiones inflacionarias arreciaran en lo que queda del año, pues no podemos descartar que el aumento de la tasa objetivo de noviembre sea de medio punto porcentual y la tasa se vaya hasta 5.25%. Desde luego que el mercado está dando por un hecho que en 2022 seguirán los incrementos en la tasa de interés y muestra de ello es que en GAEAP hemos calculado la tasa de interés implícita para los Cetes a 28 días que estaría vigente dentro de un año y es de 6.48 por ciento.

Desde esta columna he mencionado que varios de los componentes del índice inflacionario no van a responder con una disminución o alza más moderada, ante los incrementos en la tasa de interés objetivo del Banxico. Este es el caso de los componentes del índice no subyacente. El hecho de que el Banxico suba su tasa de interés no hará que se produzcan más aguacates o que las gallinas pongan más huevos; y de igual forma, el que el Banxico suba su tasa de interés no hará que baje el precio de la gasolina o del gas. Por lo tanto, la lucha contra la inflación está perdida en este frente.

¿Qué tan efectivo es que el Banxico suba su tasa de interés para frenar el índice de precios de las mercancías? Pues puede ser efectivo sólo para que se disminuya la demanda de estos bienes, pero no hará que se produzcan más semiconductores en Asia, ni hará que se resuelvan los problemas logísticos internacionales que han encarecido los fletes, ni resolverá la crisis energética china y su impacto en la capacidad manufacturera de sus fábricas.

Queda claro pues que la incidencia de los incrementos en tasa de interés por parte del Banxico en los objetivos inflacionarios es muy limitada, pero a pesar de ello, la mayoría de los miembros de la Junta de Gobierno, quieren mandar una señal clara de que están comprometidos con su mandato constitucional de preservar el poder adquisitivo de la moneda.

El problema es que estos incrementos en tasa de interés tendrán un costo importante para el proceso de recuperación económica. Las mayores tasas de interés implican un golpe a la ya muy deteriorada inversión fija bruta; de igual manera, implican que el gobierno federal tendrá que destinar mayores recursos para hacer frente al costo financiero de su deuda, y de igual forma, los hogares y empresas que tengan créditos a tasa flexible, tendrán que pagar más por estas deudas o bien, los refinanciamientos serán más caros.

Todo esto se da en un contexto de una lenta y frágil recuperación económica. ¿Vale la pena pagar este costo de mayores tasas de interés a sabiendas de que apenas si tendrán un impacto en la inflación? Considero que no, pero al final de cuentas ahí está el mandato del Banco de México.

Alejandro Gómez Tamez*

Dirección General GAEAP*      

alejandro@gaeap.com

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China quiere entrar al CPTPP, EE.UU. lo puede impedir

El 16 de septiembre de este año, el gobierno de Pekín presentó su solicitud formal para formar parte del Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP), que es un acuerdo comercial integrado por 11 países, cuyos miembros incluyen a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. China envió una notificación al ministro de comercio de Nueva Zelanda, quien funge como el miembro designado del CPTPP que actúa como depositario de los asuntos administrativos.

En el caso de México, los dirigentes de sectores sensibles como calzado y vestido han manifestado su rechazo total al ingreso de China al CPTPP, ya que dicha nación sigue realizando prácticas poco competitivas al no ser una economía de mercado con precios distorsionados. A la fecha no ha habido una respuesta formal por parte del gobierno de México ante la solicitud de China, no obstante que existe una cláusula en el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) que limita a México a negociar acuerdos comerciales con economías de no mercado, como la de China. Sin embargo, no sería sorpresa que en el discurso, México le diera el visto bueno a China, sobre todo a la luz de los guiños que ha tenido el presidente López Obrador con Xi Jinping, a quien se le dio un espacio para hablar a través de un video grabado para la reciente VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Otros países han sido más francos y expeditos al fijar una postura respecto a China, como es el caso de Australia, que señaló que no estaría dispuesta a negociar la solicitud de China para unirse al CPTPP a menos de que Beijing elimine los aranceles de represalia que ha impuesto sobre los productos australianos. Por su parte, Japón mantiene una relación tensa con China por su intrusión en las aguas de las islas Senkaku administradas precisamente por Japón, por lo que no sería sorpresa que manifieste una negativa en tanto ese asunto se resuelve.

Con independencia de lo anterior y de la habilidad de China de cumplir lo que manda el CPTPP a sus países miembros. Existe una gran brecha entre los estándares básicos del CPTPP y los compromisos vigentes de China en otros acuerdos comerciales. El CPTPP tiene capítulos sobre el trabajo y las empresas estatales que exigen la libertad de asociación, eliminan todas las formas de trabajo forzoso y establecen disciplinas sobre las actividades comerciales de las empresas públicas; mientras que el RCEP (Asociación Económica Integral Regional) no lo hace. Tanto el CPTPP como el RCEP contienen un capítulo sobre comercio electrónico, pero los compromisos asumidos son muy diferentes. No se trata solo de que las disposiciones digitales del CPTPP van más allá (por ejemplo, que prohíben la divulgación forzada del código fuente), sino que están sujetas a la solución de controversias entre las partes y no permiten que se invoquen exenciones de seguridad nacional autoevaluables (algo a lo que China es muy proclive).

En este contexto, es importante analizar el papel que Estados Unidos pueda tomar en esta posible negociación de los países miembros del CPTPP con China. En un artículo editorial publicado el pasado 29 de septiembre en el Wall Street Journal y titulado “Estados Unidos tiene un camino para regresar al comercio del Pacífico”, Tim Groser, Ministro de Comercio de Nueva Zelanda del 2008 al 2015 y embajador en los EE.UU. de 2016  a 2018, se señala que Estados Unidos, por razones militares y políticas que contrarresten a China, debe regresar al Tratado Transpacífico. Esto a pesar de que en principio este no es un tema que sea prioritario para el Presidente Joe Biden, ni para los legisladores republicanos ni demócratas.

Recuerda que fue en febrero de 2017 cuando el presidente Donald Trump daba su primer discurso en una sesión conjunta del Congreso. Fue en esa ocasión que el presidente anunció la retirada de Estados Unidos del recientemente negociado Tratado Transpacífico (TPP). Tim Groser relata que mientras Trump daba su discurso, él recordaba una conversación que había tenido con un embajador asiático, particularmente astuto, quien le había dicho que si alguna vez se escribía un libro sobre el declive de la influencia estadounidense en Asia y la región del Indo-Pacífico, su primer capítulo sería un relato sobre la retirada de Estados Unidos del TPP.

Se debe reconocer que en gran parte, fue gracias a la valiente decisión de Japón de avanzar sin EE.UU., que el TPP sobrevivió. Con algunos cambios en algunas de sus disposiciones y un nuevo apodo fue que el TPP se volvió “integral y progresivo” y se convirtió en CPTPP. Nada hubiera sido posible si Japón, por mucho la economía dominante que queda en el acuerdo, hubiera tomado una decisión distinta.

Para Groser, la reciente decisión de China de solicitar acceso como miembro del CPTPP debería ser un recordatorio para los legisladores republicanos y demócratas por igual, de que si Estados Unidos se toma en serio competir con China en la región del Indo-Pacífico, debe enfrentar una realidad central: habiéndose retirado del TPP, Estados Unidos muestra que no tiene una estrategia comercial para respaldar su postura militar en la región. China es el principal socio comercial de muchos países del Indo-Pacífico. El tamaño de la economía de China, así como su ambición militar y geoestratégica, significa que Pekín estará en el centro del debate sobre todos los problemas regionales y globales del siglo XXI, desde el cambio climático hasta el comercio. Su capacidad para influir en los resultados de esos problemas estará determinada por el grado de influencia que EE.UU. mantenga en la zona, y no se ve que vaya a ser mucha.

Todavía no sabemos a dónde conducirá el nuevo guion político que el Partido Comunista Chino está escribiendo sobre el rumbo de la segunda economía más grande del mundo. Cuando Deng Xiaoping, hace 40 años, orientó a China hacia el crecimiento y una economía abierta con su lema “ser rico es glorioso”, fue el comienzo del programa de reducción de la pobreza más grande de la historia de la humanidad. Cientos de millones de chinos salieron de la indigencia y se abrieron enormes oportunidades para los socios comerciales de China. Sin embargo, las cosas se han estado moviendo hacia atrás últimamente, en la dirección de una mayor centralización y control estatal. En este sentido, se podría argumentar que la propia China necesita un equilibrio a partir del compromiso total de Estados Unidos en la región.

El pueblo chino se ha beneficiado del compromiso positivo de Pekín con el modelo económico liberal diseñado por Estados Unidos. Las opciones y estrategias comerciales futuras de China serán fundamentalmente diferentes si no se les pone un freno a través de una estrategia económica comercial estadounidense sólida y exitosa en la región Indo-Pacífico.

Curiosamente, Estados Unidos está paulatinamente implementando los elementos de un nuevo compromiso regional. Es verdad que ninguna política exterior (o política comercial) es políticamente sostenible sin un electorado nacional sólido que la respalde. El comercio ha sido durante mucho tiempo un tema tortuoso en la política interna estadounidense, particularmente para los demócratas, porque el cambio económico crea ansiedad en la clase media (por esa razón este segmento del electorado apoyó a Donald Trump en su campaña de 2016). Cuando las personas se encuentran bajo una fuerte presión económica, el comercio siempre será un buen chivo expiatorio.

En septiembre de 2020, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional publicó un documento técnico titulado “Hacer que la política exterior de los Estados Unidos funcione mejor para la clase media”. Entre los autores se encontraba Jake Sullivan, quien ahora es asesor de seguridad nacional del presidente Biden. El enfoque de la Casa Blanca para calmar los temores tradicionales de los demócratas de un cambio económico inducido por el comercio internacional parece claro: apuntalar la política interna antes de avanzar agresivamente en cualquier acuerdo comercial internacional.

Sin embargo, el reciente establecimiento del acuerdo de seguridad de AUKUS, entre los EE.UU., el Reino Unido y Australia, no puede dejar ninguna duda de que la administración Biden ve al Indo-Pacífico como el escenario más importante de competencia estratégica con China. Kurt Campbell, el coordinador del Consejo de Seguridad Nacional para el Indo-Pacífico, ha dejado en claro que la estrategia de Estados Unidos en la región debe extenderse más allá de un plan militar para proteger a los aliados estadounidenses de las ambiciones expansionistas de China. Necesita un componente económico.

No obstante lo anterior, en opinión de Tim Groser, es poco probable que EE.UU. rectifique el error de haber dejado el TPP solicitando unirse al CPTPP. Biden ha dicho que se opondría a unirse al acuerdo original sin una renegociación. Eso por sí solo dificultaría que Estados Unidos vuelva a entrar. Pero también es cierto que el entorno estratégico ha evolucionado. Gran parte del TPP, como sus disposiciones sobre comercio y medio ambiente, siguen siendo pertinentes, pero los últimos cinco años han agudizado la comprensión del mundo respecto de las políticas sobre cuestiones clave como el comercio digital y las empresas estatales. Además, hay un chico nuevo en el bloque del TPP: el Reino Unido, la sexta economía más grande del mundo, un importante socio de inteligencia y defensa de los EE.UU. que ha manifestado que quiere unirse al tratado. El deseo del Reino Unido después del Brexit de expandir sus horizontes más allá de la Europa geográfica se desprende del acuerdo comercial anunciado este verano entre Londres y Canberra.

Independientemente de los resultados de las elecciones al Congreso estadounidense en 2022, la participación activa en política exterior siempre requiere del apoyo de los dos partidos políticos estadounidenses. El Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), que actualizó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se aprobó fácilmente con el apoyo de republicanos y demócratas durante la administración Trump. Si Estados Unidos vuelve a comprometerse con el TPP, debería rebautizarse como Acuerdo de Asociación Económica Indo-Pacífico. Un nuevo nombre podría facilitar la venta políticamente.

Groser concluye su artículo señalando que ya había mucho en juego en la región incluso antes del movimiento agresivo de China sobre Hong Kong, sus amenazas a Taiwán y su creciente guerra comercial con Australia. Ahora se vuelve necesario que los líderes políticos estadounidenses de ambos partidos comiencen a hablar sobre que la participación en la región es fundamental para cerrarle la puerta a China, no solo en los niveles político y militar, sino en la arquitectura comercial y económica que moldeará las relaciones económicas durante la próxima década y más allá. Sólo entonces el astuto embajador asiático, podrá descansar tranquilo, seguro de saber que el declive de la influencia estadounidense en el Indo-Pacífico es un libro que nunca se escribirá.

Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

En Twitter: @alejandrogomezt

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