Diversos analistas y políticos afines al gobierno federal destacan el “buen” desempeño que ha tenido la macroeconomía mexicana después de la crisis económica del 2020. Es verdad que el agregado de la economía nacional acumula ocho trimestres consecutivos con crecimientos a tasa anual en el valor de su producción; pero como veremos en esta entrega, apenas hemos recuperado el nivel de PIB que teníamos previo a la pandemia. El retraso en la recuperación se debe, en buena medida, a oportunidades que no hemos sabido aprovechar.
Comenzando con el análisis del Producto Interno Bruto (PIB) de México, y de acuerdo con el INEGI, éste sumó 29.33 billones de pesos corrientes en el primer trimestre de 2023, lo que a un tipo de cambio promedio del trimestre de 18.65 pesos por dólar, equivale a 1.572 billones de dólares. Gracias a la inflación y a la revaluación del peso mexicano, este es el nivel de PIB nominal, en pesos y dólares, más alto de la historia. En cuanto a sus componentes, cabe señalar que del total de PIB nominal, el 3.9% correspondió a actividades primarias (agricultura, ganadería, etc.), el 31.5% a las actividades secundarias (minería; electricidad, gas y agua; construcción y manufacturas); mientras que el restante 59.2% fue generado por las actividades terciarias (comercio y servicios).
Ahora, en cuanto al desempeño del PIB en términos reales (pesos ajustados por inflación), tenemos que éste creció 3.7% anual en el primer trimestre de 2023, lo cual es producto de incrementos en todas las actividades que lo componen, siendo éstos de 2.3% en las actividades primarias, 2.5% en las secundarias y 4.3% en las terciarias. Estas importantes tasas de crecimiento son todavía producto de un rebote en la actividad económica después de la crisis de 2020, misma que fue causada por las medidas tomadas para hacer frente al virus chino del Covid-19. Sucede que si comparamos el nivel de PIB total del primer trimestre de 2023 con el del mismo trimestre de 2019, vemos que éste apenas se encuentra 1.0% arriba del nivel de 2019. Por su parte, las actividades primarias están 0.6% por encima, las actividades secundarias todavía están 0.3% por debajo, mientras que las terciarias se ubican 1.7% por arriba del nivel de 2019.
Este es el balance de cuatro años en materia económica: un crecimiento real del PIB total de apenas 1.0%, lo cual se compara muy desfavorablemente con el desempeño de otras naciones que ahora no sólo tienen un nivel de PIB superior al de 2019, sino que inclusive han alcanzado el nivel de PIB que tendrían de acuerdo con la tendencia que llevaban previo a la crisis de 2020. Bajo esta medición, al PIB de México todavía le falta crecer al menos un 5% para tener el nivel de PIB que habríamos tenido sin la pandemia.
Un sector de enorme importancia para las economías nacionales es el industrial, ya que éste es el generador de bienes tangibles en un país. Si una nación no tiene industria, se convierte en importador nato y se vuelve dependiente de otras naciones. Los países descuidaron su industria para hacerse dependientes de las manufacturas baratas de Asia, ahora se arrepienten, y como ejemplo tenemos el caso de Estados Unidos, que desde tiempos del presidente Donald Trump trata desesperadamente de resucitarla. Ahora con la Administración del presidente Joe Biden los esfuerzos continúan y muestra de ello son las CHIPS Act y la Inflation Reduction Act, que con miles de millones de dólares en estímulos fiscales y apoyos, pretenden impulsar las industrias de semiconductores, automotriz, entre otras.
El asunto es que los países no deben descuidar su industria y en ese sentido, a continuación presento el desempeño industrial de México. Como ya se señaló, en el periodo del primer trimestre de 2022 al mismo trimestre de 2023 la industria creció 2.5%, pero ésta se encuentra todavía 0.3% por debajo del nivel que tenía en el primer trimestre de 2019. El crecimiento industrial de 2.5% en el último año es producto de crecimientos de 1.7% en la Minería; de 4.3% en Electricidad, gas y agua; de 2.1% en Construcción y de 2.7% en Manufacturas. De esta manera, para hacer el balance de la situación actual respecto de la prepandemia, tenemos que en el comparativo del primer trimestre de 2019 al mismo trimestre de 2023, la Minería se encuentra 5.2% por arriba; las actividades de Electricidad, gas y agua están 15.6% por debajo; la Construcción está 13.4% por debajo; mientras que las Manufacturas ya se encuentran 5.3% por arriba del nivel del primer trimestre de 2019.
Es muy preocupante lo que sucede con la industria de la construcción que aún está lejos de los niveles prepandemia. De acuerdo a diversas notas periodísticas, el sector actualmente opera al 50% de su capacidad instalada y esto se debe a que buena parte de la obra pública federal se ha entregado a las fuerzas armadas, en lugar de a los constructores, que son expertos en su área y pueden planear correctamente.
Y con estos datos en mente, ahora es importante analizar el papel que ha jugado la relocalización o nearshoring de empresas que han salido de China para ubicarse en nuestro país. Pues bien, en 2022 México captó un total de 35.3 miles de millones de dólares (mmdd) de Inversión Extranjera Directa (IED), pero de este total sólo 17 mmdd fueron nuevas inversiones, lo demás fueron reinversión de utilidades y cuentas entre compañías. Es decir, de todo lo captado en 2022, sólo el 48% fueron nuevas empresas que llegaron al país.
El problema de la escasa recepción de IED en la forma de nuevas inversiones se ha agravado en el arranque de este año, ya que en el primer trimestre de 2023 las nuevas inversiones son un porcentaje mínimo de la IED recibida.
Los datos oficiales indican que la IED del primer trimestre de 2023 implica un aumento de 48% respecto a un año antes (si quitamos el efecto de la fusión de Televisa-Univisión y la reestructura de Aeroméxico), pero la realidad es que los datos no son alentadores. En la tabla líneas arriba se ve como casi el 90% de lo que se “captó” de IED en el primer trimestre de 2023 es reinversión de utilidades y solo el 5% son nuevas inversiones. En otras palabras NO ESTAMOS APROVECHANDO EL NEARSHORING (o al menos no se ve).
Es por lo anterior que de acuerdo con Índice Nearshoring, elaborado por la empresa inglesa Savills, México se ubica en la posición número 15 entre 40 países que integran el ranking. El reporte destaca el bajo costo de la mano de obra en México, lo que lo vuelve extremadamente atractivo para los nuevos modelos de manufactura tras el Covid-19, pero evidentemente no se está capitalizando. Cabe señalar que el país que encabeza el ranking del Índice Nearshoring es Vietnam.
Obvio debemos plantearnos las acciones que debemos llevar a cabo, como país y como sectores económicos, para aprovechar esta oportunidad única que se nos presenta. Es la oportunidad para catapultar a México a ser una potencia manufacturera aún más importante a nivel global de lo que ya somos. Mientras que China representa aproximadamente el 20% del total de exportaciones manufactureras del mundo, México ha estado estancado con una participación de entre 3.0% y 2.6% en lo que va del siglo 21.
Para concluir solo agregaría que para crecer más, atraer más IED en la forma de nuevas inversiones y ser más competitivos, México debe resolver diferentes temas, tales como la generación de energía eléctrica suficiente y que al menos un porcentaje creciente de ésta provenga de fuentes renovables. De igual manera, se deben resolver los problemas de inseguridad, sobre todo en carreteras, y se debe respetar el estado de derecho para dar certidumbre a las inversiones.
Otras asignaturas pendientes para capitalizar el nearshoring y fortalecer el mercado interno son: desarrollar infraestructura, en especial la hidráulica; desarrollar las competencias de la población ocupada y brindar incentivos para que más personas se incorporen al mercado laboral; así como implementar una política industrial moderna en la que el Estado tenga una hoja de ruta de las acciones que se deben llevar a cabo en los próximos años.
La actividad industrial de México es muy importante, nuestro país es una potencia mundial en ese sentido. Ahora que atravesamos por esta complicada coyuntura mundial con la desaceleración de Estados Unidos y otras naciones, aprovechemos las oportunidades y potenciemos la producción y empleo. La ventana de tiempo para hacerlo es corta y esta es una de esas oportunidades que se presentan una sola vez en la vida.
Después de haber alcanzado cotizaciones de 17.42 pesos por dólar el pasado 15 de mayo, el peso mexicano se debilitó ligeramente y al momento de escribir estas líneas se ubica en 17.77 unidades por billete verde. La volatilidad es natural y de hecho causa grandes dolores de cabeza a algunos que realizan operaciones de comercio exterior al dificultarse costear los productos en moneda extranjera. Pero ahora la volatilidad es de naturaleza diferente y se debe principalmente a la incertidumbre causada por la negociación de la ampliación del techo de su deuda de Estados Unidos, mismo que se ubica en 31.4 billones de dólares.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ha dicho que el gobierno podría volverse incapaz de pagar sus deudas y gastos a partir del 1 de junio. Y paradójicamente la posibilidad de que EE.UU. incumpla en el pago de su deuda pública fortalece al dólar por dos razones: 1. Los inversionistas huyen de toda clase de activos percibidos como de mayor riesgo, como el peso mexicano y 2. Por los ajustes que se están dando en los precios de los bonos.
Janet Yellen, Secretaria del Tesoro de Estados Unidos
La incertidumbre de un posible impago por parte del gobierno de Estados Unidos provoca que los inversionistas liquiden sus posiciones en bonos del Tesoro de ese país, lo que a su vez provoca que el precio de estos bonos caiga y por lo tanto, que suba la tasa de interés implícita que pagan estos instrumentos. Para ilustrar esto, tenemos que el 1 de mayo de este año el rendimiento del T-Bill a plazo de un mes era de 4.49% y este viernes 19 de mayo era de 5.62%, por lo que a pesar del riesgo de impago, el atractivo de estos bonos ha aumentado y por lo tanto el dólar se fortalece.
Desde luego de que el hecho de que el Banco de México haya decidido dejar su tasa de interés objetivo en 11.25% tras su reunión de la semana pasada, aunado a la posibilidad de que el banco central mexicano haya terminado el ciclo alcista de tasas de interés, mientras que en Estados Unidos podrían seguir aumentando, también es un factor que juega a favor del dólar estadounidense y en contra del peso mexicano, pero ese es un asunto que se debe tratar en otra entrega.
Pero más allá de estos movimientos del tipo de cambio y de las tasas de interés de corto plazo, debemos estar preocupados por el problema de fondo: aumentar el techo de la deuda en EE.UU. Lo que pudiera suceder en Estados Unidos no es bueno y dependerá de si este asunto se resuelve hasta el último momento antes de que el Departamento del Tesoro se quede sin dinero, si se soluciona a los pocos días de que explote la bomba o si de plano tarda más tiempo en resolverse. En este sentido, en una nota de Sarah Chaney, publicada en el Wall Street Journal el sábado 20 de mayo y titulada “Los economistas evalúan el daño que podría ocurrir en tres escenarios que van desde un acuerdo de última hora hasta un largo callejón sin salida”, se presentan los posibles desenlaces y las repercusiones de estos a nivel global.
Este tema es importante porque las repercusiones para la economía mundial, en caso de que no haya un arreglo, podrían ser devastadoras y para la economía mexicana aun más graves, lo que descarrilaría nuestro proceso de recuperación económica y nos llevaría a una situación de crisis económica en pleno proceso electoral.
De entrada, la nota de Sarah Chaney comienza advirtiendo que las disputas y negociaciones políticas prolongadas por el techo de la deuda, entre la Casa Blanca y Legisladores Demócratas vs Republicanos, podrían llevar a la economía estadounidense a una recesión, pero el incumplimiento de sus obligaciones por parte del gobierno podría desencadenar una grave crisis financiera global. El tiempo para que se llegue a un acuerdo se agota y el mundo financiero mira con atención lo que sucede en la economía más grande del mundo.
La mayoría de economistas no esperan que se llegue a una situación de incumplimiento en el pago de deuda, que sería la primera vez que suceda en la historia de Estados Unidos. Pero describen tres escenarios potenciales de la manera en que el enfrentamiento político por este tema podría afectar la economía y el sistema financiero, que van desde consecuencias no muy buenas hasta las extremadamente aterradoras. A continuación se presentan los tres escenarios:
Escenario 1: Negociación de último minuto
Es evidente que la economía de Estados Unidos ya está en una fase de desaceleración debido al aumento de las tasas de interés, y muchos analistas esperan una leve recesión a finales de este año o principios del que viene. Mientras los legisladores negocian el techo de la deuda, la incertidumbre podría hacer que los consumidores, inversionistas y empresas detengan muchas de sus decisiones, aumentando así las posibilidades de una recesión.
En este escenario es poco probable que los trabajadores pierdan sus trabajos, pero la incertidumbre en las perspectivas económicas podría hacer que pospongan sus compras e inversiones.
Los precios de las acciones podrían comenzar a disminuir a medida que se acerca el 1 de junio. Esto ya sucedió, y en 2011 para cuando el Congreso votó elevar el techo de la deuda (solo unas horas antes de la fecha límite), los precios de las acciones ya habían caído y tardaron meses en recuperarse. De igual forma, como consecuencia, por primera vez las calificadoras de riesgo rebajaron la calificación crediticia de la deuda soberana de EE.UU. En 2021 Standard & Poor´s rebajó la calificación a AA+, lo cual sucedió cuatro días después de que el Congreso votara a favor de elevar el techo de la deuda del gobierno federal.
En marzo de este año, S&P Global Market Intelligence proyectó que las turbulencias financieras similares a las de 2011 podrían desacelerar el crecimiento del producto interno bruto de EE.UU. a tan sólo 0.1% anual en el cuarto trimestre de este año, comparado con el crecimiento esperado del 0.6% en el caso de que no hubiera problema en la negociación de la ampliación del techo de deuda.
Escenario 2: Se logra un acuerdo después de la fecha límite
Si las negociaciones se extienden más allá del jueves 1 de junio, los economistas esperan una reacción más severa de los mercados financieros, ya que la posibilidad de incumplimiento se torna más real. Las ondas de shock causadas por el impacto tenderían a acelerarse con bastante mayor rapidez en toda la economía estadounidense y en los mercados financieros globales.
Si el gobierno federal de Estados Unidos suspende sus pagos, entonces los saldos de las cuentas de los jubilados y de inversionistas se reducirían repentinamente, lo cual podrían reducir drásticamente los gastos de los consumidores, lo que constituye el motor de la economía estadounidense. Las empresas seguramente pausarían sus planes de contratación e inversión.
De cualquier forma, se debe contemplar que puede existir un pequeño colchón del que se puede hacer uso más allá del 1 de junio. Janet Yellen escribió que la fecha real en que el Tesoro agota su efectivo podría ser días o semanas más tarde de lo estimado. El Bipartisan Policy Center proyecta que el Tesoro gastará $622,500 millones de dólares en junio mientras recibe $495,000 millones en ingresos fiscales. El momento exacto de esas entradas y salidas determinará las reservas de efectivo.
Otra posibilidad es que por un corto tiempo, el gobierno le dé prioridad al pago de la deuda sobre otros rubros de gasto como las prestaciones del Seguro Social. Los economistas del banco de inversión UBS dicen que eso tendría un impacto económico notable en la economía estadounidense, pero sería menos severo que una situación de incumplimiento de la deuda. Sin embargo, estiman que, en ese escenario, el PIB se contraería a una tasa anual del 2% en el tercer trimestre y caería aún más en el cuarto trimestre. Los empleadores eliminarían 250 mil puestos de trabajo en la segunda mitad del año.
El lado positivo de una recesión económica: es probable que la inflación baje, como quiere el Banco de la Reserva Federal (FED). En un escenario recesivo, el banco central también podría recortar las tasas de interés para ayudar a compensar parte de la debilidad económica, aunque el efecto sería limitado.
El Presidente Joe Biden y el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy
Escenario 3: No se llega a un acuerdo
Si no se llega a un acuerdo y el gobierno no puede pagar sus gastos y deudas durante días o semanas, las repercusiones serían enormes.
Wendy Edelberg, economista de Brookings Institution dijo que habría caos en el sistema financiero mundial porque los bonos del Tesoro son muy importantes al ser la referencia de todos los demás instrumentos de deuda. “¿Qué sucede cuando esa cosa con la que todos se están comparando demuestra ser una de las cosas más riesgosas que existen?”, dijo.
Por su parte, la firma consultora Ernst & Young dijo que un incumplimiento desencadenaría una recesión más severa que la recesión de 2007-09.
El valor de los bonos del Tesoro caería, ya que los inversionistas venderían y posiblemente reducirían permanentemente sus tenencias de este tipo de instrumentos. Los pagos que no realice el gobierno federal interrumpirían los flujos globales multibillonarios en préstamos en dólares a corto plazo, que son fundamentales para la forma en que los bancos y las empresas financian las operaciones.
Los fondos de inversión, las empresas y los bancos tienen bonos del Tesoro en sus portafolios de inversión. Su valor decreciente golpearía sus balances financieros. Los problemas de quiebras bancarias recientes en los Estados Unidos fueron provocadas por la caída de precio de los valores de la deuda del Tesoro, por lo que nuevas caídas en los precios de los bonos agravarían los problemas sistémicos de la banca comercial estadounidense.
Los analistas también dicen que muchos inversionistas huirían de los activos de riesgo de todo tipo. Muchas divisas colapsarían y el mercado de valores estadounidense se desplomaría un 45% en los meses siguientes, además de que el desempleo se dispararía en 5 puntos porcentuales, según un informe de la Casa Blanca. UBS dijo que si la negociación del techo de la deuda se estanca un mes después del 1 de junio, esto provocaría que la economía se contraiga durante cuatro trimestres consecutivos.
Por su parte, las tasas de interés que pagan los bonos del Tesoro influyen en las tasas de interés en toda la economía, por lo que los consumidores podrían ver cómo aumentan las tasas de interés de sus deudas de tarjetas de crédito, hipotecas y préstamos para automóviles.
A diferencia de la recesión de Covid-19 de 2020, cuando la economía perdió más de 20 millones de empleos pero el gobierno inyectó billones de dólares en estímulos, Washington ahora no podría ofrecer apoyo para sus ciudadanos en apuros.
Conclusiones
Si bien el escenario base es uno en el que se resolverá la negociación del techo de deuda de Estados Unidos antes del 1 de junio, no podemos dejar de estar al pendiente de lo que sucede en el vecino del norte. Todo indica que esta incertidumbre, aunque el tema se resuelva antes del 1 de junio, causará un impacto negativo en el desempeño del PIB estadounidense. También queda claro que existen los otros escenarios en los que las repercusiones podrían ser terribles para Estados Unidos, lo que implica que para México sucederían cosas aún más graves en materia de exportaciones, evolución del PIB, empleo y desempleo. Nuestro país podría llegar a la elección presidencial del 2024 envuelto en una crisis económica.
Agregaría que por otra parte, de cumplirse el escenario de un arreglo de último minuto respecto del techo de la deuda, los mercados recuperarán la calma y en ese sentido podríamos volver a ver al dólar estadounidense debilitado y al tipo de cambio acercarse a los 17 pesos por dólar, lo que en si mismo sería un gran problema para la planta manufacturera nacional, pero ese es tema para otro editorial.
Muchos países están cansados del arreglo financiero que desde 1971, año en que se rompieron los acuerdos de Bretton Woods, ha permitido a Estados Unidos controlar buena parte de la suerte económica de casi todos los países. Este país es el emisor de la moneda utilizada para la mayoría de las transacciones comerciales a nivel mundial y de reserva global. Esta posición privilegiada, también le ha permitido sancionar a las naciones que considera hostiles y hacerse de buena parte de la riqueza global, en la forma como lo expliqué en la entrega de la semana pasada.
Richard Nixon, presidente de EEUU de 1969 a 1974
Pero las cosas poco a poco han venido cambiando y desde hace algún tiempo muchos países huyen del dólar. Esto no sólo se debe a que el dólar ha perdido el 85% de su valor entre 1971 y la actualidad (debido a la emisión imparable de billones de dólares sin ningún respaldo, como el que se tenía antes con el patrón oro), sino porque además muchas naciones están cansadas de un sistema financiero injusto que permite a una nación obtener una enorme ventaja sobre las demás y hacerse de sus riquezas de manera fácil. Para ponerlo de una manera sencilla, Estados Unidos es un jugador de Monopoly, pero al mismo tiempo controla el banco, extiende créditos a los otros jugadores, por los que cobra sustanciales intereses, y jamás se le acaba el efectivo para comprar todas las propiedades y bienes que quiera a los demás jugadores.
En este sentido, en un artículo de Ted Snider, publicado el 9 de mayo en el portal de AntiWar.com, y titulado “La huida desde el dólar estadounidense”, se hace un recuento de cómo una enorme cantidad de países, enemigos y aliados de Estados Unidos por igual, realizan esfuerzos por alejarse del uso del dólar estadounidense en el comercio internacional.
El artículo comienza con un recuento de que el 20 de marzo, el presidente chino, Xi Jinping, se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin, en Moscú. En su artículo publicado en los medios de comunicación rusos antes de la reunión, XI dijo con entusiasmo que “el comercio entre China y Rusia superó los 190 mil millones de dólares estadounidenses el año pasado, un 116% más que hace diez años”. Aunque ha alcanzado el equivalente a 190 mil millones de dólares estadounidenses, ya no se negocia en dólares estadounidenses. En su artículo en los medios chinos, Putin dijo que “la proporción de liquidaciones en monedas nacionales” de todo ese comercio “está creciendo”. El 65% de ese comercio masivo entre China y Rusia ahora se realiza en sus monedas rusa y china.
Aunque EE.UU. ve a Rusia y China como las mayores amenazas a su posición en el mundo, no son solo los enemigos de EE.UU. los que huyen del dólar. Sus amigos más cercanos también lo han insinuado y hecho. Después de sus reuniones con XI en China, el presidente francés, Emmanuel Macron, probablemente sorprendió y enfureció a los EE.UU. al pedir a Europa que reduzca su dependencia de la “extraterritorialidad del dólar estadounidense”.
Xi Jinping y Vladimir Putin, presidentes de China y Rusia respectivamente
Estos llamados a una huida del dólar estadounidense no son meramente económicos, son también geopolíticos. Son llamados a reformar el orden financiero mundial desafiando la hegemonía estadounidense y abogando por la multipolaridad. El monopolio del dólar no solo ha asegurado la riqueza estadounidense: ha asegurado el poder estadounidense. Estados Unidos es el único país del mundo que paga su deuda externa en su propia moneda, además de que la mayor parte del comercio internacional se realiza en dólares y la mayor parte de las reservas de divisas de los países también se mantienen en dólares. Ese dominio del dólar a menudo ha permitido a los EE.UU. dictar la alineación ideológica o imponer ajustes estructurales económicos y políticos en otros países. También ha permitido que EE.UU. se convierta en el único país del mundo que puede sancionar efectivamente a sus oponentes. La emancipación de la hegemonía del dólar es la liberación de la hegemonía estadounidense. La huida del dólar estadounidense es un mecanismo para reemplazar el mundo unipolar liderado por Estados Unidos por un mundo multipolar.
Como Estados Unidos ha demostrado a lo largo de la historia con Cuba, Venezuela, Afganistán, Irán y Rusia, el monopolio del dólar permite convertirlo en un arma muy poderosa rápidamente. Las reservas internacionales y los fondos de los países pueden ser rehenes, y los países pueden verse coaccionados y obligados a acatar las sanciones estadounidenses para evitar pasar hambre. Las demostraciones recientes de ese poder han despertado a muchos países a que se den cuenta de su vulnerabilidad en el sentido de que EE.UU. en cualquier momento los puede sancionar si no están alineados a sus intereses.
La secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, dijo recientemente (a raíz de las sanciones impuestas a Rusia por su invasión a Ucrania) que “existe un riesgo cuando usamos sanciones financieras que están vinculadas al papel del dólar que, con el tiempo, podría socavar la hegemonía del dólar”. Explicó que “por supuesto, crea un deseo por parte de China, Rusia e Irán de encontrar una alternativa”.
Janet Yellen, Secretaria del Departamento del Tesoro
Y eso es justo lo que se ha hecho. Pero en su diagnóstico a Yellen aún le falta considerar el efecto mayor de la guerra del dólar estadounidense. No son solo China, Rusia e Irán los que ahora buscan escapar de la presión. Los enemigos de Estados Unidos, pero también sus amigos y todo los que están en medio, están considerando huir del dólar.
China y Rusia lo están haciendo. El aliado de la OTAN, Francia, lo pide para Europa. Los países no alineados también están hablando de ello o ya lo están haciendo.
India es una potencia económica en crecimiento. Y, al igual que China, India ha aumentado enormemente su comercio con Rusia. India y Rusia ahora han comenzado las discusiones sobre un acuerdo de libre comercio entre India y la Comisión Económica Euroasiática dirigida por Rusia. Los dos países están ahora comprometidos en “negociaciones avanzadas” para un nuevo tratado bilateral de inversión. Rusia ha expresado interés en utilizar “monedas nacionales y monedas de países amigos” para el comercio. India también “ha estado interesada en” avanzar hacia dejar atrás el dólar al “aumentar el uso de su moneda rupia para el comercio con Rusia”. Y la India ha comenzado recientemente a comprar algo de petróleo ruso en rublos rusos.
La hegemonía del dólar estadounidense también se ha visto amenazada en el patio trasero de Estados Unidos. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha propuesto escapar del control del dólar “creando una moneda latinoamericana”. Mientras estaba en China para reunirse con XI, Lula preguntó: “¿Quién decidió que el dólar sería la moneda [del mundo]?” Luego respondió a su propia pregunta. En marzo, Brasil y China escaparon del dólar estadounidense al asignar cada uno de sus bancos para realizar su comercio bilateral en el real brasileño y el yuan chino.
El presidente de Brasil, Lula da Silva y Xi Jinping
Pakistán ahora también comercia con China en su propia moneda. Irán y Rusia han huido del dólar y ahora están negociando en riales y rublos. Recientemente anunciaron que eludieron el sistema financiero de EE.UU. al vincular sus sistemas bancarios como una alternativa al SWIFT para operar entre ellos. Arabia Saudita ha dicho que no ve “problemas” en el comercio de petróleo en monedas distintas al dólar estadounidense. Robert Rabil, profesor de ciencias políticas en Florida Atlantic University, dice que los Emiratos Árabes Unidos, Egipto e Israel también se han alejado del dólar estadounidense.
La Unión Económica Euroasiática ha acordado “una transición por etapas” de la liquidación del comercio en “moneda extranjera” a “liquidaciones en rublos”.
Quizás lo más sorprendente para EE.UU. fue la decisión de la reunión del 30 y 31 de marzo de los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) de reducir la dependencia del dólar estadounidense. ASEAN está compuesta por Indonesia, Tailandia, Filipinas, Singapur, Vietnam, Camboya, Laos, Malasia, Myanmar y Brunei. La reunión produjo una declaración conjunta para “reforzar la resiliencia financiera… mediante el uso de la moneda local”. Pero lo que debe haber sido más inquietante para EE. UU. fue la explicación que dio el presidente de Indonesia, Joko Widodo, sobre la decisión. Widodo dijo que la medida es necesaria para protegerse de “posibles repercusiones geopolíticas”. ¿Qué quiso decir con eso? “Ten mucho cuidado”, explicó. “Debemos recordar las sanciones impuestas por Estados Unidos a Rusia”.
Yellen tenía razón cuando dejó entre ver que las sanciones a Rusia habían mermado la confianza en el dólar como moneda de reserva. Widodo dijo que las sanciones de EE.UU. a Rusia expusieron cuán vulnerables son los países si dependen de los dólares estadounidenses y de los sistemas de pago extranjeros de EE.UU. Dijo que el uso del sistema de transacciones en moneda local de la ASEAN para comerciar en monedas locales ayudaría a abordar la necesidad de que Indonesia se prepare para la posibilidad de que Estados Unidos pueda sancionarlo de manera similar.
Estas naciones no son las únicas organizaciones que mapean su huida del dólar estadounidense. También lo están haciendo los países que conforman BRICS, una organización internacional enorme cuyo objetivo principal es equilibrar la hegemonía estadounidense en un nuevo mundo multipolar. Compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, representa el 41% de la población mundial. BRICS también está hablando de realizar operaciones comerciales en las monedas de sus miembros o incluso en una nueva moneda de BRICS.
Lula sugirió recientemente que “el banco BRICS tenga una moneda para financiar el comercio entre Brasil y China, entre Brasil y otros países BRICS” para que los países no se vean obligados “a perseguir dólares para exportar, cuando podrían exportar en sus propias monedas.” El vicepresidente de la Duma estatal rusa, Alexander Babakov, también dijo recientemente que los BRICS están trabajando para crear su propia moneda.
Una moneda BRICS podría desafiar al dólar más allá de las fronteras de BRICS. “Debido a que cada miembro de la agrupación BRICS es un peso pesado económico en su propia región, los países de todo el mundo probablemente estarían dispuestos a hacer negocios” en la moneda, sugirió un informe en el Financial Post.
Una de esas regiones es África. En julio se celebrará en San Petersburgo la cumbre Rusia-África. Olayinka Ajala, profesora titular de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Leeds Beckett y autor de “The Case for Neutrality: Understanding African Stances on the Russia-Ukraine Conflict”, dijo que “un enfoque principal de Rusia y China en este momento es lograr que los países africanos apoyen la moneda BRICS propuesta”. Él dice que “este será un tema importante en la próxima conferencia”. Ajala explica que “África es un continente consumidor, lo que significa que importan muchos bienes y servicios”. Dice que “con una población de más de 1.2 miles de millones, si Rusia y China son capaces de convencer a los países africanos de la necesidad de deshacerse del dólar, será un duro golpe para Estados Unidos”.
El artículo de Ted Snider concluye mencionando que desde África hasta el Sudeste Asiático y América Latina, desde Rusia y China hasta India, Irán y Arabia Saudita, los países están trazando su curso para alejarse del dólar estadounidense. Como mecanismo de transición de la hegemonía estadounidense a un mundo multipolar, los efectos económicos serían grandes, pero los efectos geopolíticos podrían ser aún mayores.
Ahora en día vemos que nuevamente Estados Unidos se acerca a alcanzar su límite máximo legal de contratación de deuda por parte de su gobierno federal, el cual asciende a 31.38 billones de dólares. Esta no es la primera vez que sucede y conforme avanza el tiempo y los legisladores estadounidenses no se ponen de acuerdo para aumentarlo, es que comenzamos a escuchar toda clase de comentarios de los riesgos que conlleva que el país más poderoso del mundo no pueda servir si quiera el costo financiero de su deuda pública. La propia Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ha declarado que el gobierno federal se quedará sin efectivo el 1 de junio. Cabe señalar que durante la administración de Trump, la deuda nacional aumentó aproximadamente $7.8 billones de dólares, y bajo la administración de Biden hasta ahora, ha aumentado alrededor de $3.7 billones.
En este contexto, en el que se debate un nuevo límite para el endeudamiento, vale la pena comentar el artículo de John Michael Greer, publicado el pasado 1 de mayo en el portal de internet UnHerd.com, y titulado “El imperio de Estados Unidos está en bancarrota”, en el cual se hace una relatoría de como el dólar está siendo destronado y llegando a su ocaso.
El artículo comienza con lo básico. Menciona que aproximadamente el 5% de la raza humana vive actualmente en los Estados Unidos. Esa fracción muy pequeña de la humanidad, hasta hace muy poco tiempo, disfrutó de alrededor de una tercera parte de los recursos energéticos y productos manufacturados del mundo y alrededor de una cuarta parte de sus materias primas. Esto no sucedió debido a que nadie más quisiera esas cosas y tampoco se debe a que EE.UU. produzca y exporte algo tan tentador que provoque que el resto del mundo quiera entregar ansiosamente su riqueza a cambio. Sucedió porque, como nación dominante después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. impuso patrones de intercambio desequilibrados en el resto del mundo, y estos canalizaron una parte desproporcionada de la riqueza del planeta hacia sí mismos.
No hay nada nuevo en este tipo de arreglo. En su momento, el Imperio Británico controló una parte aún mayor de la riqueza del planeta, y el Imperio Español desempeñó un papel comparable mucho tiempo atrás. Antes de eso, hubo otros imperios, aunque los límites tecnológicos en el transporte provocaron que su alcance no fuera tan grande. Poderosos imperios florecieron en Asia y África cuando los pueblos de Europa vivían todavía en chozas de barro con techo de paja. Los imperios surgen cada vez que una nación se vuelve lo suficientemente poderosa como para dominar a otras naciones y drenarles la riqueza. Han prosperado desde que existen registros y, sin duda, prosperarán mientras existan civilizaciones humanas.
El imperio de Estados Unidos nació a raíz del colapso del Imperio Británico, durante las guerras fratricidas europeas de principios del siglo XX. A lo largo de esos amargos años, el papel de quien sería la potencia hegemónica mundial estuvo en juego, y alrededor de 1930 estaba bastante claro que Alemania, la Unión Soviética o los EE.UU. terminarían llevándose el premio. Como se sabe, dos de estos contendientes unieron sus fuerzas para acabar con el demonio encarnado en el Tercer Reich, y luego los vencedores se enfrentaron entre sí, forjando esferas de influencia en competencia hasta que una colapsó. Cuando la Unión Soviética se derrumbó en 1991, Estados Unidos emergió como el último imperio en pie.
Francis Fukuyama insistió en un ensayo de 1989 en que, habiendo ganado el puesto de líder global, Estados Unidos estaba destinado a permanecer allí para siempre. Estaba, por supuesto, equivocado. El ascenso de un imperio implica que otros países aspirantes al mismo estatus comenzarán a afilar sus cuchillos. También podrán usarlos, porque los imperios invariablemente se destruyen a sí mismos: con el tiempo, las consecuencias económicas y sociales del imperio destruyen las condiciones que hacen posible el imperio. Eso puede suceder rápida o lentamente, según el mecanismo que cada imperio utilice para extraer riqueza de sus naciones sometidas.
El mecanismo que usó EE. UU. para este último propósito fue ingenioso e incluso con resultados de más corto plazo que la mayoría. En términos simples, EE.UU. impuso una serie de arreglos monetarios a la mayoría de las demás naciones que garantizaban que la mayor parte del comercio internacional utilizaría dólares estadounidenses como medio de intercambio, y se encargó de que una parte cada vez mayor de la actividad económica mundial requiriera comercio internacional. Esto permitió al gobierno de EE.UU. imprimir billones de dólares de la nada a través de gigantescos déficits fiscales, de modo que los intereses estadounidenses podrían utilizar esos dólares para comprar grandes cantidades de la riqueza mundial. Dado que el exceso de dólares es recogido por los bancos centrales y las empresas comerciales en el extranjero, que los necesitaban para su propio comercio exterior, la inflación se mantuvo bajo control mientras las clases ricas de los EE.UU. se beneficiaban enormemente.
El problema con este esquema es la misma dificultad que enfrentan todos los esquemas piramidales o Ponzi; y es que tarde o temprano, te quedas sin tontos para atraer. Esto sucedió poco después del cambio de milenio, y junto con otros factores, en particular el pico de la producción mundial convencional de petróleo, condujo a la crisis financiera de 2008-2010. Desde 2010, Estados Unidos ha estado dando tumbos de una crisis a otra. Esto no es accidental. La bomba de riqueza que mantuvo a EE. UU. en la cúspide de la pirámide mundial se ha estado desvaneciendo a medida que un número creciente de naciones ha encontrado formas de mantener una mayor parte de su propia riqueza mediante la expansión de sus mercados internos y el aumento del tipo de barreras comerciales que utilizó EE. UU. antes de 1945 para construir su propia economía.
La única pregunta que queda es qué tan pronto la bomba comenzará a fallar por completo.
Cuando Rusia lanzó su invasión de Ucrania en febrero de 2022, EE.UU. y sus aliados respondieron no con la fuerza militar sino con sanciones económicas punitivas, que se esperaba que paralizaran la economía rusa y obligaran a ese país a ponerse de rodillas. Aparentemente, nadie en Washington consideró la posibilidad de que otras naciones interesadas en socavar el imperio estadounidense pudieran tener algo que decir al respecto. Por supuesto, eso es lo que pasó. China, que tiene la economía más grande del mundo en términos de poder adquisitivo, le pinto su dedo medio a Washington y aumentó sus importaciones de petróleo, gas, granos y otros productos rusos. Lo mismo hizo India, actualmente la tercera economía más grande de la tierra en los mismos términos; al igual que más de 100 otros países.
Y pues también está Irán, sobre el cual la mayoría de los estadounidenses son impresionantemente tontos. Irán es la decimoséptima nación más grande del mundo, más del doble del tamaño de Texas y aún más rico en petróleo y gas natural. También es una potencia industrial en auge. Tiene una industria automotriz próspera, por ejemplo, y construye y lanza sus propios satélites orbitales. Ha estado lidiando con severas sanciones estadounidenses desde poco después de la caída del Shah en 1978, por lo que es una apuesta segura que el gobierno iraní y el sector industrial conozcan todos los trucos imaginables para eludir esas sanciones.
Justo después del comienzo de la guerra de Ucrania, Rusia e Irán repentinamente comenzaron a firmar acuerdos comerciales en gran beneficio para Irán. Claramente, una parte del quid pro quo fue que los iraníes transmitieron su conocimiento ganado con tanto esfuerzo sobre cómo eludir las sanciones a una audiencia atenta de funcionarios rusos. Con un poco de ayuda de China, India y la mayor parte del resto de la humanidad, el fracaso total de las sanciones se produjo en poco tiempo. Hoy, las sanciones están perjudicando más a EE.UU. y a Europa, no a Rusia, pero el liderazgo político de EE.UU. se ha metido en una posición de la cual no puede retroceder. Esto puede contribuir en gran medida a explicar por qué la campaña rusa en Ucrania ha sido tan pausada. Los rusos no tienen por qué darse prisa. Saben que el tiempo no está del lado de Estados Unidos.
Durante muchas décadas, la amenaza de ser excluido del comercio internacional por las sanciones de EE.UU. fue el gran garrote que Washington utilizaba para amenazar a las naciones rebeldes que no eran lo suficientemente pequeñas para una invasión de EE.UU. o lo suficientemente frágiles para una operación de cambio de régimen respaldada por la CIA. Durante el último año, resultó que ese gran palo estaba hecho de madera de balsa y se partió en la mano de Joe Biden. Como resultado, en todo el mundo, las naciones que pensaban que no tenían otra opción que usar dólares en su comercio exterior están cambiando a sus propias monedas o a las monedas de las potencias emergentes. El día del dólar estadounidense como medio de cambio global está terminando.
Ha sido interesante ver a los expertos económicos reaccionar ante esto. Como era de esperar, bastantes de ellos simplemente niegan que esté sucediendo; después de todo, las estadísticas económicas de años anteriores aún no lo muestran. Algunos otros han señalado que ninguna otra moneda está lista para asumir el papel del dólar; esto es cierto, pero irrelevante. Cuando la libra esterlina perdió un papel similar en los primeros años de la Gran Depresión, ninguna otra moneda estaba lista para asumir su papel. No fue sino hasta 1970 que el dólar estadounidense terminó de establecerse como la moneda del comercio mundial. En el intervalo, el comercio internacional se tambaleó torpemente utilizando cualquier moneda o canje de materias primas que los socios comerciales pudieran establecer: es decir, la misma situación que está tomando forma a nuestro alrededor en el libre comercio global que definirá la era post-dólar.
Una de las consecuencias interesantes del cambio que ahora se está produciendo es una reversión del punto geográfico medio de distribución global de la riqueza. Hasta la era del imperio global europeo, el corazón económico del mundo estaba en el este y el sur de Asia. India y China eran los países más ricos del planeta, y un collar resplandeciente de otros estados ricos, desde Irán hasta Japón, completaban la imagen. Hasta el día de hoy, la mayor parte de la población humana se encuentra en la misma parte del mundo. La gran era de la conquista europea desvió temporalmente gran parte de esa riqueza hacia Europa, empobreciendo a Asia en el proceso. Esa condición comenzó a desmoronarse con el colapso de los imperios coloniales europeos en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero algunos de los mismos arreglos fueron respaldados por Estados Unidos a partir de entonces. Ahora se están desmoronando y Asia está creciendo. Para el próximo año, cuatro de las cinco economías más grandes del planeta en términos de paridad de poder adquisitivo serán asiáticas. El quinto es Estados Unidos, y puede que no esté en esa lista por mucho más tiempo.
En resumen, Estados Unidos está en bancarrota. Sus gobiernos desde el nivel federal hacia abajo, sus grandes corporaciones y una gran cantidad de sus ciudadanos acomodados han acumulado deudas gigantescas, que solo pueden ser pagadas si se les da acceso directo o indirecto a los flujos de riqueza no ganada que EE.UU. extrae del resto del planeta. Ellos saben que esas deudas no se pueden pagar, y de muchas de ellas ni siquiera se pueden pagar su costo financiero por mucho más tiempo. Las únicas opciones son incumplirlas o inflarlas y, en cualquier caso, ya no serán posibles los arreglos basados en niveles de gasto como los de ahora. Dado que los arreglos en cuestión incluyen la mayor parte de lo que se considera el estilo de vida ordinario en los EE.UU. de hoy, el impacto de su disolución será grave.
En efecto, muchos estadounidenses tendrán que volver a vivir como antes de 1945. Pero hay que considerar que si todavía tuvieran las fábricas, la mano de obra capacitada, los abundantes recursos naturales y los hábitos ahorrativos que tenían antes, lo que está pasando ahora igual sería una transición dolorosa, pero no una debacle. La dificultad, por supuesto, es que ya no tienen esas cosas: las fábricas se cerraron en la locura de la deslocalización de los años setenta y ochenta, cuando la economía imperial se estrelló a toda marcha, y la mano de obra capacitada fue entregada a la negligencia maligna.
Desde luego que EE.UU. aún tiene recursos naturales, pero nada como lo que alguna vez tuvo. ¿La cultura del ahorro? Esa se fue hace mucho tiempo. En las últimas etapas de un imperio, explotar los flujos de riqueza no ganada del exterior es mucho más rentable que tratar de producir riqueza en casa, y la mayoría de la gente dirige sus esfuerzos en consecuencia. Así es como terminas con la típica economía imperial tardía, con una clase gobernante que hace alarde de fantásticos niveles de riqueza en papel, una clase parásita de parásitos que prosperan atendiendo a los muy ricos o dotando de personal a los sistemas burocráticos barrocos que impregnan el sector público y la vida privada, y la gran mayoría de la población empobrecida, hosca y poco dispuesta a mover un dedo para salvar a sus superiores de las consecuencias de sus propias acciones.
La buena noticia es que hay una solución para todo esto. La mala noticia es que se necesitarán un par de décadas de serias turbulencias para llegar allí. La solución es que la economía de EE.UU. se reutilice para producir riqueza ganada en forma de bienes reales y servicios no financieros. Eso sucederá inevitablemente a medida que los flujos de riqueza no ganada vayan disminuyendo, los bienes extranjeros se vuelvan inaccesibles para la mayoría de los estadounidenses y se vuelva rentable producir cosas dentro de los EE. UU. nuevamente. La dificultad, por supuesto, es que la mayor parte de un siglo de las decisiones económicas y políticas destinadas a apoyar su antiguo proyecto imperial tendrán que deshacerse.
¿El ejemplo más obvio? La hinchazón metastásica de los puestos de trabajo gerenciales gubernamentales, corporativos y sin fines de lucro en la vida estadounidense, mismos que generan un bajo valor agregado. Eso es algo normal en una era de imperio, ya que es una forma de canalizar dinero hacia la economía de consumo, que proporciona los trabajos que existen para las clases empobrecidas. Tanto las oficinas públicas como las privadas están llenas de legiones de oficinistas cuyo trabajo no contribuye en nada a la prosperidad nacional pero cuyos cheques de pago apuntalan al sector de consumo. Esa burbuja ya está perdiendo aire. Es muy ilustrativo como Elon Musk, luego de su toma de control de Twitter, despidió a alrededor del 80% del personal de esa empresa; otras grandes empresas de Internet están recortando su fuerza laboral de la misma manera, aunque todavía no en la misma medida.
El reciente alboroto sobre la inteligencia artificial está ayudando a amplificar la misma tendencia. Detrás de los chatbots hay programas llamados modelos de lenguaje extenso (LLM por sus siglas en inglés), que son muy buenos para imitar los usos más predecibles del lenguaje humano. Una gran cantidad de trabajos de oficina en estos días pasan la mayor parte de su tiempo produciendo textos que entran en esa categoría: contratos, resúmenes legales, comunicados de prensa, historias de los medios, etc. Esos trabajos están desapareciendo. La codificación informática es aún más adecuada para la producción LLM, por lo que también puede despedirse de muchos trabajos asociados al desarrollo de software. Cualquier otra forma de actividad económica que implique ensamblar secuencias predecibles de símbolos se enfrenta a la misma crisis. Un artículo reciente de Goldman Sachs estima que alrededor de 300 millones de puestos de trabajo en todo el mundo industrial serán reemplazados total o parcialmente por LLM en los próximos años.
Otra tecnología con resultados similares es la creación de imágenes generadas por computadora (CGI por sus siglas en inglés). La empresa Levi’s anunció no hace mucho que todos sus futuros catálogos y anuncios utilizarán imágenes CGI en lugar de modelos y fotógrafos muy bien pagados. Espere que lo mismo se propague en general para toda la industria. Ah, y Hollywood es el siguiente. No estamos muy lejos del punto en el que un programa puede recolectar todo el metraje de Marilyn Monroe de sus películas y usarlo para generar nuevas películas de Marilyn Monroe por una pequeña fracción de lo que cuesta contratar actores vivos, equipos de cámara y todo lo demás. El resultado será una disminución drástica de los empleos bien remunerados en amplios sectores de la economía.
¿El resultado de todo esto? Bueno, un montón de expertos insistirán a todo pulmón en que nada cambiará de ninguna manera importante, y otro montón comenzará a gritar que el apocalipsis está sobre nosotros. Esas son las dos únicas opciones que nuestro imaginario colectivo puede procesar estos días. Por supuesto, ninguna de esas cosas sucederá realmente.
En cambio, lo que sucederá es que las clases media y media alta en los EE.UU., y en muchos otros países, se enfrentarán al mismo tipo de demolición lenta que barrió a las clases trabajadoras de esos mismos países a fines del siglo XX. Despidos, quiebras corporativas, salarios y beneficios hacía abajo, y la última versión de alta tecnología de los letreros NO HAY VACANTES estarán ocurriendo en intervalos irregulares. Todas las empresas que ganan dinero atendiendo a estas mismas clases sociales también perderán sus ingresos, poco a poco. En una visión apocalíptica, las comunidades se ahuecarán de la forma en que lo hicieron las ciudades industriales de la zona llamada “Rust Belt” de Estados Unidos y las “Midlands” inglesas hace medio siglo, pero esta vez será el turno de los suburbios de lujo y los barrios urbanos de moda colapsaran en la medida en que desaparezcan los flujos de ingresos que los sustentaban.
Esto no va a ser un proceso rápido. El dólar estadounidense está perdiendo su lugar como medio universal de comercio exterior, pero seguirá siendo utilizado por algunos países en los años venideros. El desmantelamiento de los arreglos que dirigen la riqueza no ganada hacía los EE.UU. será un poco más rápido, pero aún llevará tiempo. El colapso de la clase trabajadora que labora en cubículos y la destrucción de los suburbios se desarrollará en u proceso que durará décadas. Así es como se desarrollan los cambios de este tipo.
En cuanto a lo que la gente puede hacer en respuesta a esta situación, el autor señala que el desmoronamiento de la economía estadounidense y el proyecto más amplio de la civilización industrial se han venido acelerando, y aquellos que quieran prepararse para ello deben comenzar a prepararse pronto recortando sus gastos, pagando sus deudas, y adquiriendo las habilidades necesarias para producir bienes y servicios para las personas en lugar de la maquinaria corporativa.
El artículo de John Michael Greer concluye señalando que los Estados Unidos están a punto de caer en una larga pendiente resbaladiza hacia una nueva realidad no deseada. Los Estados Unidos y sus aliados cercanos debemos prepararnos para un par de décadas de agitación económica, social y política. Aquellos en otros lugares lo tendrán más fácil, pero aún será un viaje salvaje antes de que los escombros dejen de rebotar y los nuevos arreglos sociales, económicos y políticos se remienden a partir de los escombros.