La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha dado un nuevo paso en su difícil y contradictoria ruta de política monetaria. Con una votación de 11 contra 1, decidió recortar su tasa de referencia en un cuarto de punto, ubicándola en un rango de 4.00–4.25%, el nivel más bajo en casi tres años. Esta decisión marca el inicio de lo que podría convertirse en un nuevo ciclo de recortes adicionales en los meses venideros, una estrategia que el propio presidente del organismo, Jerome Powell, describió como un acto de “gestión de riesgos”.
El recorte ocurre después de nueve meses de pausa y en un entorno donde los nubarrones sobre el mercado laboral han comenzado a pesar más que las preocupaciones inflacionarias. La Fed justificó el movimiento al reconocer un “cambio en el balance de riesgos”, y por primera vez dejó de describir al mercado laboral como “sólido”. Los datos lo confirman ya que la generación de empleo ha caído dramáticamente, pasando de promedios mensuales revisados de 150,000 en junio a apenas 29,000 en el último par de meses. Paralelamente, la tasa de desempleo se elevó a 4.3%, rompiendo la estabilidad que había mantenido entre 4.0% y 4.2% en los últimos doce meses.

La división interna en la Fed
Aunque la decisión se aprobó con mayoría clara, la votación dejó ver fisuras. El recién nombrado gobernador Stephen Miran, cercano a la Casa Blanca, fue el único disidente, y lo hizo en favor de un recorte más agresivo de medio punto porcentual. Este episodio refleja un problema mayor consistente en la creciente percepción de que la independencia de la Fed está siendo erosionada por presiones políticas. El presidente Donald Trump ha sido implacable en sus críticas a Powell, al que acusa de actuar con lentitud para bajar las tasas, mientras que su administración ha colocado a aliados directos en el seno de la institución.
El caso más extremo se vivió con el fallido intento de destitución de la gobernadora Lisa Cook, acusada de irregularidades hipotecarias. Un tribunal federal bloqueó los esfuerzos de Trump, permitiéndole participar en la reunión más reciente. Estos episodios han llevado a analistas e inversionistas a preguntarse si la Fed sigue siendo una entidad independiente o si ha quedado atrapada en la lógica de la política partidista.
El propio Powell insistió en que las críticas presidenciales no afectan las decisiones de la Fed. Sin embargo, la mezcla de tensiones políticas, divergencia interna y señales contradictorias de la economía ha generado un ambiente de incertidumbre inédito. Lo que antes eran debates técnicos entre halcones y palomas ahora se percibe como una lucha por la credibilidad y la autonomía de la política monetaria estadounidense.

La justificación del recorte: el mercado laboral
Powell fue claro al señalar que la razón principal detrás del recorte es el deterioro visible en el mercado de trabajo. Lo que hace apenas unas semanas era catalogado como un “riesgo a la baja” ahora se ha convertido en una realidad innegable. La ralentización en la creación de empleo, junto con un menor dinamismo en la fuerza laboral, ha encendido las alarmas.
Aunque la inflación ha mostrado cierta persistencia, con un componente subyacente en 2.9% anual (todavía por arriba de la meta de 2%), la Fed ha decidido tolerar este riesgo con tal de evitar que el desempleo escale y provoque una contracción más profunda. Powell y la mayoría de los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) parecen apostar a que los riesgos de inflación son más manejables que los del mercado laboral.
Esta visión no es unánime. Varios funcionarios siguen preocupados de que el alza de precios se afiance y se vuelva estructural, sobre todo en el sector servicios. Además, el efecto de los nuevos aranceles impuestos por Trump agrega un factor distorsionador porque encarece insumos y bienes importados, presiona costos y reduce márgenes de empresas que podrían recortar contrataciones. Así, la Fed enfrenta el dilema de si estos choques son transitorios o el inicio de un ciclo de inflación más persistente.
La política comercial como telón de fondo
La economía estadounidense está siendo profundamente alterada por las políticas de Trump. A los nuevos aranceles se suman restricciones migratorias más severas, lo que ha limitado la oferta laboral y posiblemente amplificado la debilidad en el empleo. Estas medidas, lejos de fortalecer al mercado interno, han generado tensiones que dificultan la lectura de la economía.
En teoría, los aranceles buscan proteger a los productores nacionales, pero en la práctica elevan los costos de insumos importantes, restan competitividad y erosionan el poder adquisitivo de los consumidores. Al mismo tiempo, los recortes fiscales promovidos por la administración podrían añadir un estímulo artificial a corto plazo, complicando la labor de la Fed al mezclar señales contradictorias de inflación y crecimiento.
Una Fed atrapada en el “territorio pesadilla”
Algunos analistas han descrito la situación actual como la entrada de la Fed en “territorio pesadilla”. Según esta lectura, el banco central ya no tiene espacio para balancear de manera creíble sus dos mandatos: estabilidad de precios y pleno empleo. Cada vez que intenta favorecer uno, sacrifica el otro. Si prioriza el mercado laboral y baja agresivamente las tasas, alimenta la inflación. Si se enfoca en controlar los precios, arriesga una recesión con desempleo creciente.
En este escenario, el discurso de Powell se percibe como evasivo y carente de dirección clara. La conferencia de prensa posterior a la decisión fue criticada por su falta de propuestas concretas y por el tono ambiguo, que más pareció un intento de ganar tiempo que de ofrecer una hoja de ruta coherente.
El riesgo consiste en que los mercados interpreten esta falta de cohesión como pérdida de confianza. Una Fed dividida y bajo presión política se asemeja más a una institución reactiva que a una fuerza estabilizadora. De hecho, los inversionistas ya anticipan que la entidad tendrá que recortar tasas más rápido y más profundo de lo que hoy reconoce.
Los mercados y la credibilidad de la Fed
Los mercados financieros han reaccionado con entusiasmo a la baja de tasas, pero esta euforia es engañosa. Detrás se esconde un proceso de debilitamiento institucional. Los inversionistas leen en las acciones de la Fed no solo una estrategia técnica, sino una señal de que la autoridad monetaria ha perdido control sobre los tiempos y los objetivos de política económica.
El temor más grande es que los recortes no logren estabilizar la economía y, en cambio, se traduzcan en mayor inflación. Si esto ocurre, el mercado de bonos podría reaccionar con incrementos de las tasas de interés de largo plazo, reflejando un riesgo país mayor y una percepción de pérdida de credibilidad. En ese punto, la Fed se vería forzada a intervenir directamente con compras de bonos (emisión de circulante), lo cual encendería aún más la maquinaria inflacionaria.
Se trataría de un círculo vicioso:
- La Fed recorta para salvar al empleo.
- La inflación se acelera.
- Los mercados exigen mayor prima de riesgo.
- La Fed compra bonos para controlar rendimientos.
- La inflación se desborda.
Todo esto bajo la mirada de una opinión pública que podría culpar directamente a Powell de haber cedido a presiones y perdido el timón de la política monetaria.
La sombra de la política y el futuro de Powell
El papel del presidente Trump es ineludible. Su intromisión ha puesto a la Fed en una posición incómoda, minando la percepción de independencia. Aunque Powell ha tratado de proyectar neutralidad, los movimientos recientes hacen evidente que la política fiscal, comercial y migratoria de la administración ha condicionado la política monetaria.
La historia reciente muestra que Powell podría convertirse en el chivo expiatorio de cualquier desenlace adverso. Si la economía entra en recesión, o si la inflación se descontrola, será su nombre el que figure en los libros como responsable del fracaso. Algunos analistas incluso sugieren que Powell podría estar contando los días para dejar el cargo antes de que el colapso se materialice.
Es así que el dilema de la Fed no es meramente técnico, sino un reflejo de un contexto económico profundamente distorsionado. Por un lado, la inflación aún está por arriba de la meta y amenaza con afianzarse en el sector servicios. Por el otro, el empleo da señales de agotamiento y la economía pierde tracción. Los aranceles, la incertidumbre fiscal y las restricciones migratorias solo hacen más grave la confusión.
El resultado es una política monetaria que oscila entre frenar y acelerar al mismo tiempo, un juego peligroso que podría conducir a un escenario de estanflación consistente de bajo crecimiento con inflación elevada.
Implicaciones para México y el Banco de México
La decisión de la Fed de recortar tasas y señalar más reducciones antes de fin de año tendrá repercusiones inevitables para México. Históricamente, Banxico se ha visto obligado a reaccionar a los movimientos de la Fed para evitar desajustes en el tipo de cambio y salidas de capital. Sin embargo, el contexto actual abre la puerta a un escenario particular.
El gobierno mexicano ha mostrado interés en que la política monetaria se alinee con sus objetivos fiscales y de crecimiento. En este sentido, la postura de la Fed puede servir como cobertura para que Banxico justifique recortes adicionales en su tasa de referencia, aun cuando la inflación subyacente acumule cuatro meses por arriba del 4.0%, por encima de la meta.

El razonamiento será claro: si la Fed, a pesar de la inflación, está dispuesta a privilegiar el empleo y tolerar riesgos de precios, México puede seguir el mismo camino para estimular una economía estancada. El mensaje implícito será que Banxico está “haciendo la chamba” que en realidad correspondería a la Secretaría de Hacienda e implica sostener el crecimiento mediante estímulos monetarios.
En consecuencia, es probable que Banxico acelere su ciclo de recortes, confiando en que el paraguas de la Fed limitará las reacciones adversas en los mercados cambiarios y financieros. No obstante, este camino conlleva un riesgo considerable: que la relajación monetaria agrave las presiones inflacionarias internas y erosione aún más la credibilidad del banco central mexicano.
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Alejandro Gómez Tamez*
Director General GAEAP*
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