La primera semana de octubre de 2025 ha sido particularmente reveladora para entender el estado real de la economía mexicana. Los datos publicados por el INEGI, Banxico y la Secretaría de Hacienda muestran una fotografía de contrastes. Por un lado vemos expectativas de inflación y tipo de cambio más favorables, un mercado laboral con cifras aparentemente positivas pero con creciente informalidad, y una disciplina fiscal que esconde un recorte histórico en la inversión pública. La narrativa oficial insiste en que el país avanza con finanzas públicas sanas, inflación estable y un peso fuerte. Sin embargo, la evidencia se sigue acumulando y es innegable el estancamiento económico y el debilitamiento de la capacidad productiva que amenaza con prolongar el rezago per cápita por varios años.

En esta entrega analizo los principales datos económicos recientemente publicados: las expectativas del sector privado, el desempeño del consumo, la inversión y los indicadores cíclicos; la situación del mercado laboral y la confianza empresarial; y finalmente el análisis fiscal y sus implicaciones para el crecimiento futuro. El objetivo es ofrecer una visión completa, crítica y sustentada de la coyuntura actual, con datos duros que muestran tanto avances como retrocesos.

Expectativas del sector privado y desempeño de la demanda interna

La encuesta más reciente del Banco de México al sector privado, correspondiente a septiembre de 2025, revela un panorama mixto. Por un lado, se ajustan a la baja las expectativas de inflación general para 2025, de 3.97% en agosto a 3.85% en septiembre, lo que confirma que el mercado anticipa que los precios podrían cerrar el año ligeramente por debajo del 4%. Para 2026, la expectativa subió de 3.70% a 3.80%, reflejando la persistencia de presiones inflacionarias en el mediano plazo.

La inflación subyacente, la que mide los precios de mercancías y servicios (menos volátil y más representativa del núcleo de precios), también se revisó al alza. Para 2025 pasó de 4.11% a 4.18%, mientras que para 2026 aumentó de 3.72% a 3.78%. Estos datos indican que, aunque la inflación general muestra signos de moderación, la subyacente sigue presionada, lo que erosiona el poder adquisitivo de la población. Cabe señalar que la persistencia de una elevada inflación subyacente no ha sido obstáculo para que el Banco de México recorte su tasa de interés objetivo y sin duda no será un factor que limite los recortes hacia delante.

En materia de crecimiento, el PIB esperado para 2025 pasó de 0.40% a 0.50% anual, aunque sigue siendo una cifra muy baja. Para 2026 se ajustó de 1.40% a 1.35%, mostrando que la recuperación seguirá siendo lenta e ilustrando la atonía económica esperada para todo este sexenio. El tipo de cambio esperado para el cierre de 2025 se ajustó de 19.50 a 19.01 pesos por dólar, reflejando optimismo sobre el peso mexicano y la debilidad del dólar, mientras que para el cierre de 2026 se ubica en 19.80, ligeramente menor que la expectativa anterior. Finalmente, la tasa de fondeo interbancaria se espera en 7.00% para el cierre de 2025, por debajo del 7.25% estimado en agosto, y en 6.50% para 2026, lo que sugiere que analistas están anticipando dos recortes más de tasa de un cuarto de punto porcentual para este año y otros dos recortes en 2026.

Sin embargo, la evolución de la demanda interna contradice parcialmente este optimismo. El Indicador Mensual del Consumo Privado muestra que entre enero y julio de 2025 el consumo total cayó 0.1% en términos reales, con un estancamiento en bienes de origen nacional (0.0%) y un retroceso de 3.1% en bienes importados. Al analizar solo julio de 2025, el panorama es igualmente débil: el consumo total retrocedió 0.1% anual, con una fuerte caída de 2.1% en bienes nacionales mientras que los bienes importados crecieron 5.5%. En contraste, durante 2024 el consumo privado había mostrado un avance de 2.6% anual, apoyado en un alza de 12.8% en bienes importados y apenas 0.2% en bienes nacionales.

Esto muestra que el consumo privado, que ha sido uno de los pilares del crecimiento en los últimos años, se debilita en su componente nacional. La paradoja es que los incrementos salariales reales y la baja tasa de desempleo no se traducen en un gasto interno robusto en bienes nacionales.

Por su parte, la inversión fija bruta —otro indicador clave de la demanda interna— muestra un deterioro evidente en 2025. Tras crecer 3.3% en 2024 impulsada por un avance de 4.6% en construcción y 2.0% en maquinaria y equipo, entre enero y julio de 2025 acumuló una caída de 6.4%, con descensos de 7.3% en construcción y 5.5% en maquinaria y equipo. Al analizar solo julio de 2025, el retroceso se profundizó a 7.2% anual, reflejando caídas de 5.9% en construcción y 7.5% en maquinaria y equipo. Este desempeño evidencia que, pese a algunos repuntes mensuales aislados, la inversión fija bruta enfrenta un debilitamiento estructural que compromete la capacidad productiva futura del país.

El Sistema de Indicadores Cíclicos confirma esta lectura. El Indicador Coincidente se ubicó en julio de 2025 por debajo de su tendencia de largo plazo y disminuyó 0.06 puntos respecto a junio, mostrando que la economía se encuentra en una fase de debilidad. En contraste, el Indicador Adelantado se colocó en agosto por arriba de su tendencia de largo plazo, con una variación de 0.21 puntos, lo que podría anticipar un ligero repunte en los próximos meses.

Mercado laboral y confianza empresarial: luces y sombras

El mercado laboral mexicano muestra cifras superficiales positivas, pero con matices preocupantes. En agosto de 2025, la Población Económicamente Activa (PEA) fue de 61.3 millones de personas, 274 mil menos que en agosto de 2024. La tasa de participación económica cayó de 60.2% a 58.8%, lo que significa que menos personas están activamente en el mercado de trabajo. ¿A qué se puede deber esto? Una posible explicación es los apoyos que da el gobierno, otra posible razón es la precarización del mercado laboral, lo que hace menos atractivo el trabajar.

La tasa de desocupación se situó en 2.9%, apenas por debajo del 3.0% de un año antes, y la de subocupación en 7.1%, menor al 8.0% de agosto de 2024. Sin embargo, la informalidad laboral aumentó a 54.8% de la población ocupada, frente a 54.3% en 2024. En términos absolutos, la población ocupada fue de 59.5 millones de personas, un descenso anual de 201 mil. Las mujeres aumentaron su ocupación en 41 mil, mientras que los hombres la redujeron en 242 mil.

El cuadro revela que la aparente baja tasa de desempleo se sostiene en gran medida por una menor participación laboral y por un aumento de la informalidad. Aunque en cifras brutas el empleo formal creció, en el último año apenas se sumaron 65 mil trabajadores registrados en el IMSS, lo que evidencia un estancamiento en la creación de plazas formales. Al mismo tiempo hay menos personas en la fuerza laboral y más precariedad. Los sectores con mayores descensos en población ocupada fueron la agricultura (524 mil menos), los servicios profesionales, financieros y corporativos (121 mil menos) y la construcción (105 mil menos), reflejando un debilitamiento en actividades productivas clave para la economía.

La Encuesta Mensual de Opinión Empresarial aporta otra señal de alarma. El Indicador de Pedidos Manufactureros cayó 0.6 puntos en septiembre de 2025 respecto al mes anterior y se situó en 48.6 puntos, por tercer mes consecutivo por debajo del umbral de 50 puntos. Esto indica una contracción en las expectativas de los industriales sobre pedidos, entrega de insumos y niveles de inventario.

Por su parte, el Indicador Global de Opinión Empresarial de Confianza aumentó apenas 0.1 punto en septiembre de 2025 para ubicarse en 49.4 puntos, pero suma siete meses seguidos por debajo de 50. Por sectores, el indicador de Industrias manufactureras fue de 49.7 puntos, el de Construcción 46.5, el de Comercio 48.2 y solo el de Servicios privados no financieros superó el umbral, con 50.6 puntos. Esto muestra que la confianza empresarial sigue deprimida en la mayoría de los sectores, pese a pequeños repuntes mensuales.

Lo que todos estos datos del mercado laboral y de la confianza empresarial sugieren es que el dinamismo económico sigue siendo débil y que las expectativas de mejora en el corto plazo son limitadas. La combinación de menor participación laboral, mayor informalidad y falta de pedidos manufactureros constituye un obstáculo para que el país logre la tasa de crecimiento que necesita.

Disciplina fiscal aparente y el costo del estancamiento

El gobierno ha presumido finanzas públicas ordenadas, recaudación tributaria en ascenso y un peso fuerte. Sin embargo, detrás de los números hay un ajuste preocupante que no se menciona. Entre enero y agosto de 2025 los ingresos presupuestarios totales del sector público sumaron 5.380 billones de pesos, con un crecimiento de 2.6% anual pero 118 mil millones por debajo de lo programado. La principal explicación es la caída de 15.8% anual en los ingresos petroleros, que llegaron a casi 599 mil millones de pesos, 230 mil millones menos de lo previsto.

La recaudación tributaria creció 6.5% anual y superó lo programado en 88.6 mil millones de pesos. El ISR aumentó 6.9% real anual, apoyado en el empleo formal y salarios más altos, y el IVA 6.2%, con 46 mil millones adicionales al programa. Sin embargo, el IEPS quedó 39.4 mil millones por debajo de lo previsto. La mayor recaudación por ISR e IVA no alcanzó para tapar el boquete petrolero.

Para cuadrar las cuentas, Hacienda recortó 322 mil millones de pesos de gasto entre enero y agosto. El gasto neto total se ubicó en 5.961 billones de pesos, una caída real anual de 3.6%. El gasto programable cayó 5.4% y fue 299.4 mil millones menor a lo calendarizado. La inversión física del sector público se desplomó 33.7% real, el mayor retroceso para un mismo periodo desde 1995. En el sector energético la caída fue de 31.3%, con retrocesos de 31.8% en hidrocarburos y 27.7% en electricidad.

Los recortes más drásticos fueron en inversión en agua potable y alcantarillado (75.5% menos), en educación (56.1% menos) y en salud (12.8% menos). Solo en comunicaciones y transportes hubo un aumento de 71.8%. Esta estrategia ha permitido mostrar un déficit presupuestario de 581.1 mil millones de pesos, menor al programado, y un superávit primario de 240 mil millones, superior al monto calendarizado. También ha ayudado a que los Requerimientos Financieros del Sector Público al mes de agosto se ubiquen en 709.5 mil millones dentro de los techos autorizados.

Pero debe quedar claro que estos logros se deben más a recortes de gasto que a mayores ingresos estructurales. La consolidación fiscal avanza sobre la espalda de la inversión pública, no sobre una economía más productiva. El costo financiero de la deuda creció 9.3% anual hasta 820.8 mil millones de pesos. Aunque Hacienda presume un ahorro de 22.5 mil millones frente al monto calendarizado, la tendencia es clara: el servicio de la deuda consume cada vez más espacio del presupuesto.

El Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público se ubicó en 49.5% del PIB, menor al 51.3% de 2024. Sin embargo, la deuda pública por habitante pasó de 146,000 a 149,000 pesos en el primer año del gobierno y podría llegar a 151,000 en 2026. Para el decil más pobre esa cifra representa casi cuatro años de ingresos.

Conclusiones

El primer año de Claudia Sheinbaum se distingue por tres tensiones importantes. Por un lado, hay una disciplina fiscal aparente con superávit primario y déficit menor al programado. Por otro, esta disciplina se sostiene sobre un recorte histórico de la inversión pública y sobre un mercado laboral cada vez más informal. Finalmente, la deuda por habitante sigue creciendo y el costo financiero presiona las finanzas públicas a pesar de que el peso se mantiene fuerte.

Las cifras de Hacienda no mienten pero tampoco cuentan toda la historia. Los ingresos tributarios crecieron gracias a que la actividad económica no se ha derrumbado y a la labor de cobranza que está realizando el SAT, pero la caída petrolera abrió un boquete de casi 230 mil millones de pesos. Para compensarlo, el gobierno recortó más de 321 mil millones de gasto. La inversión física cayó 34% real, el mayor desplome en tres décadas.

El discurso oficial insiste en la consolidación fiscal y en el orden de las finanzas públicas. Sin embargo, la realidad es que la economía mexicana entra en 2026 con un crecimiento prácticamente nulo y, en términos de PIB per cápita, en retroceso; con un mercado laboral debilitado y con una revisión del T-MEC cada vez más compleja, que definirá la posición del país en la próxima década.

El reto para los próximos dos años será pasar de la disciplina fiscal defensiva a una estrategia de crecimiento que combine inversión pública inteligente, incentivos a la formalidad y un plan claro para enfrentar la transición energética y la revisión del T-MEC. Esto se ve aún más complicado porque el gobierno ha erosionado de manera sistemática la confianza empresarial, elemento indispensable para detonar la inversión y el empleo. De lo contrario, México seguirá presumiendo balances ordenados en papel mientras la realidad muestra un país cada vez más atrasado.

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Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

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1 comentario

  1. Creo que el empresariado Mexicano no se esperaba un segundo sexenio «de ideas socialistas» , eso sumado al arranque de Mr. Trump cargado de medidas arancelarias ha frenado la inversión en este país, no hay confianza en la presidenta que gobierna a través de un programa de TV, siguiendo la saga de su tutor, y cuando se pierde la confianza es difícil progresar.

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